Apuesta por el nutball - Las Bolas de Pablo

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1 ago 2021

Apuesta por el nutball

El primer aire de la maƱana a orillas de la playa estaba acompaƱado con un poco de frĆ­o Ć”rtico, el sol apenas era un pequeƱo cĆ­rculo rojo que se asomaba con debilidad al fondo del infinito mar, las olas a veces subĆ­an con fuerza hasta la orilla donde Pablo y SimĆ³n estaban, el hermano menor apenas estaba sentado con un pantalĆ³n de mezclilla negro y el torso descubierto mientras que el mayor solo ocupaba un short negro. 


—Estoy agotado —declarĆ³ SimĆ³n mirando fijamente al cielo gris—, recuerdo que cuando ayudĆ© a Israel en su campaƱa por la diputaciĆ³n no me agotĆ© asĆ­. Estoy hiper mamado

Pablo se echĆ³ a reĆ­r, le dio un empujĆ³n a su hermano por el brazo. 

—¡Que ibas a estar ayudando si eras un niƱo! DebĆ­as tener como 13 aƱos o 14.

—Igualmente los acompaƱaba —afirmĆ³ SimĆ³n. A tiempo que los restos de una fuerte ola subĆ­a hacia ellos agotĆ”ndose suavemente en su espalda—. Ya no paro en casa por estar todos los dĆ­as con Israel. Ɓngela va a pensar que tengo a otra. 

Pablo se echĆ³ a reĆ­r. 

—Hubieras pasado la noche en casa con tu familia. 

—Anoche lleguĆ© sin una raya de energĆ­a para moverme despuĆ©s de la gira. 

Pablo afirmĆ³. 

—Entonces imagina cĆ³mo estarĆ” de agotado Israel. 

—Uf, horrible. Piensa en la cuota de frustraciĆ³n que siente un polĆ­tico cuando despuĆ©s de una intensa campaƱa pierde una elecciĆ³n. 

—Es parte del trabajo —Pablo se encogiĆ³ de hombros mirando las gaviotas cazar a pocos metros de distancia. 

—¿Y sabes quĆ©? 

—… 

—… 

Pablo se le quedĆ³ mirando y volviĆ³ a darle un empujĆ³n. —¡Habla, carajo! 

SimĆ³n se echĆ³ a reĆ­r. —No quiero ir a la estĆŗpida reuniĆ³n a la que nos encomendĆ³ ir. 

—SĆ­. Es un tirano con nosotros, solo mandarnos, ¡puramente! 

—Esas reuniones son tediosas. ¿CuĆ”nto falta? 

—En dos horas. Teniendo tanto equipo que lo adula, nos obliga a ir a nosotros. 

—Dice que para proyectar mĆ”s seguridad por ser sus hermanos. 

—¡Mis huevos! —exclamĆ³ SimĆ³n agarrĆ”ndose con una mano su abultada zona Ć­ntima—. Lo dice para jodernos la vida. Esas reuniones son aburridas, ni su propio equipo quiere ir. Se trata de los partidos pequeƱos que apoyan a Israel y quieren su parte de mando en su gobierno. Todos pelean como vĆ­boras por un puto protagonismo. AdemĆ”s de ser tĆ³xicas esas reuniones me dan sueƱo. ¡No quiero ir! 

—Yo tampoco. 

—Quiero ir con mi esposa y mi hijo. 

—Yo quiero echarme en la cama a descansar todo un dĆ­a. 

SimĆ³n se incorporĆ³ un poco sobre la arena, levantando el torso. 

—¡Hagamos una competencia tĆŗ y yo! 

—¿A quĆ© te refieres? 

—¡Una competencia, bruto! —SimĆ³n le dio una suave palmada a Pablo en el pĆ³mulo—. TĆŗ y yo, el ganador se queda y quien pierda va a esa mortĆ­fera reuniĆ³n. 

Pablo lo mirĆ³ un rato a la cara, finalmente sonriĆ³. 

—¡Vale! 

SimĆ³n se dio la vuelta colocĆ”ndose boca abajo, colocĆ³ un codo en la arena y extendiĆ³ la mano invitando a Pablo. Su inseparable hermano menor lo observĆ³ con el ceƱo fruncido. Finalmente le dio una palmada en la frente. 

—Yo no jugarĆ© a las luchitas contigo, eres muy tramposo —afirmĆ³ poniĆ©ndose de pie. 

—¿Entonces quĆ©, huevĆ³n? ¿IrĆ”s tĆŗ en definitiva? 

—¡Ni cagando como dice Rafael! —negĆ³ Pablo—. Ya vuelvo. 

Se fue corriendo rumbo al hotel familiar mientras que SimĆ³n se volvĆ­a a acostar en la solitaria playa. A los cinco o quizĆ”s ocho minutos Pablo regresĆ³ con una pelota de goma. 

—¿QuĆ©? —interrogĆ³ SimĆ³n mirĆ”ndolo. 

—Jugaremos nutball. Nos arrojaremos esta pelotas a los huevos y quien ya no pueda resistir es el perdedor y se va a su puta reuniĆ³n. 

SimĆ³n se echĆ³ a reĆ­r. 

—¡Que descaro! Hablando de trampa. TĆŗ tienes solo un poco mĆ”s resistencia que yo. 

—¿Tienes miedito? —Pablo lo retĆ³. 

—¡Nunca, huevĆ³n! Ya vas a ver que te voy a dejar esos huevos de papilla. 

—¡JA! Cuando llegues a casa despuĆ©s de esa reuniĆ³n, Ɓngela solo va a conseguir un saco vacĆ­o en esa bolsa. 

Pablo se quitĆ³ el pantalĆ³n para quedarse con un calzoncillo blanco que no dejaba nada a la imaginaciĆ³n. SimĆ³n se sentĆ³ en la arena con las piernas separadas y Pablo lo imitĆ³ colocĆ”ndose frente a Ć©l uniendo entre ellos la planta de ambos pies. 

—PrepĆ”rate para despedirte de vida como hombre —afirmĆ³ Pablo observando la entrepierna de su hermano, afinando su punterĆ­a en las dos pelotas que se marcaban con groserĆ­a dentro del pantalĆ³n. 

—Te harĆ© un favor —sonriĆ³ SimĆ³n—, te convertirĆ© en la niƱa que siempre soƱaste ser. Y vas a tener que ir a esa reuniĆ³n con minifalda —ambos se echaron a reĆ­r con entusiasmo. SimĆ³n no apartĆ³ la vista de la ajustada ropa interior de color blanca de su hermanito donde el contorno de cada testĆ­culo del tamaƱo de un huevo le enseƱaba a dĆ³nde apuntar—. Esas cĆ”scaras quieren que yo las abra.

—¡CĆ”llate! —dijo Pablo—. Comienzo, asĆ­ que prepĆ”rate para dejar de hacer feliz a Ɓngela por las noches —levantĆ³ el brazo y arrojĆ³ la pelota. 

—¡Carajo! —gritĆ³ SimĆ³n. Sus testĆ­culos resultaron ilesos, pero el objeto redondo golpeĆ³ a un lado en su muslo. Era probable que le dejara un morado en las prĆ³ximas horas.

—Mi padrino Otto va a llorar cuando te vea y sienta que ya no tienes bolas —dijo SimĆ³n utilizando su primer turno—. ¿Otto te chupa las bolas? 

—CĆ”llate, maricĆ³n.

—¡Ja, ja, ja!

La pelota aterrizĆ³ con fuerza en las enormes papas de Pablo, las aplastĆ³ y el joven casi se doblĆ³. SimĆ³n sonriĆ³ de solo ver como esos testĆ­culos se batieron con fuerza por el impulso de la pelota de goma. 

—SimĆ³n, ay, ay, ay. 

—¡Ja, ja, ja! Vas a llegar caminando gracioso a esa horrible reuniĆ³n de vĆ­boras. 

Pablo cogiĆ³ la pelota sobando sus testĆ­culos. CerrĆ³ un ojo y detallĆ³ el contorno de los grandes testĆ­culos guardados en el short de SimĆ³n. ArrojĆ³ la pelotita. 

VolviĆ³ a fallar en su intento. 

El golpe fue al abdomen de SimĆ³n. 

—¡Ay, cara de culo! Vas a hacer que me rinda y no por las bolas, sino por tu falta de punterĆ­a, tonto. 

SimĆ³n cogiĆ³ el arma de tortura. 

—Cuando asistas a la reuniĆ³n de partidos por mĆ­, te vas a sentar al lado de la vieja Miguelina DomĆ­nguez. 

—¡En tus sueƱos! ¡Vieja insopor…! ¡AAAAAAAAAH! 

Los ojos de Pablo se abrieron como platos cuando la pelota de goma se estrellĆ³ contra sus grandes y ovalados huevos tan fuerte y rĆ”pido que, por un breve instante, perdieron su forma.

—SĆ­, no hay duda, hermanito querido. Te sentarĆ”s a un lado de esa vieja —se burlĆ³ SimĆ³n—. ¿Te rindes? 

—No —negĆ³ Pablo con el rostro arrugado de dolor. 

TomĆ³ la pelota y se quedĆ³ mirando los Ć³rganos intactos de su hermano, allĆ­ estaban los grandes objetos carnosos y esfĆ©ricos. Pablo levantĆ³ el brazo sintiendo la brisa proveniente del mar batiendo sus cabellos. 

La pelota cruzĆ³ el aire. 

SimĆ³n ChacĆ³n gritĆ³ y cayĆ³ revolcĆ”ndose en la arena despuĆ©s de que la pelota golpeĆ³ con fuerza su cojĆ³n izquierdo.

—Al menos no me retorcĆ­ como serpiente —se burlĆ³ Pablo—. Hermano, cara de gripe, va a ser horrible que vayas a esa reuniĆ³n con una bolsa de hielo entre las piernas. 

SimĆ³n ni siquiera pudo articular palabras, se quedĆ³ acurrucado sobĆ”ndose los testĆ­culos con ambas manos.  

—¿EstĆ”s bien, hermano? —quiso saber Pablo. 

SĆ­ —dijo SimĆ³n. Sonaba como si estuviera llorando—. En un momento voy a partirte las canicas. 

—¿SĆ­? No lo creo. Primero yo parto las tuyas. 

SimĆ³n se dio la vuelta, se secĆ³ las lĆ”grimas de la cara y se sentĆ³ frente a Pablo sobando su entrepierna. 

—Carajo, como duele —comentĆ³. AmasĆ³ la pelota de goma.

Pablo gritĆ³ como dama cuando el objeto se estrellĆ³ contra su protuberante testĆ­culo derecho. PensĆ³ que iba a vomitar el desayuno que SimĆ³n preparĆ³ a las 5 de la maƱana.

DemorĆ³ casi tres minutos en recuperarse y sentarse frente a SimĆ³n con las piernas separadas. Estaba temblando a cuerpo entero y no era por el frĆ­o matinal.

Pablo hizo una mueca graciosa mientras apuntaba a sus objetivos. LanzĆ³ el balĆ³n. 

—¡Pablo! ¡Ooooh! ¡Aaaaauuuch! 

SimĆ³n volviĆ³ a retorcerse en la arena. La fuerza de la pelota contra sus testĆ­culos fue demoledora. Uno de sus grandes huevos se desinflĆ³ casi hasta quedar plano, comprimido entre la pelota de goma y su cuerpo.

El hermano comenzĆ³ a llorar, agarrĆ”ndose de los huevos. TenĆ­a mucho tiempo sin sentir algo tan doloroso en su vida. Su estĆ³mago estaba revuelto y sus testĆ­culos palpitaban enviado mĆŗltiples seƱales de dolor a su cadera y estĆ³mago.

—¿EstĆ”s bien, cara de gripe? 

SimĆ³n gimiĆ³. 

—Bueno. Te ayudarĆ© a escoger la ropa para tu reuniĆ³n. 

—PĆŗdrete —declarĆ³ SimĆ³n. Se incorporĆ³ lentamente, todavĆ­a llorando, con sus extremidades inferiores temblando
—. Un ChacĆ³n como yo nunca se rinde —declarĆ³ con una sonrisa—, aunque la circunstancia lo patee levantĆ³ el brazo y enviĆ³ la pelota volando hacia la entrepierna de Pablo. 

AterrizĆ³ con fuerza otra vez en su huevo derecho, que se aplanĆ³ hasta casi no existir, deformĆ”ndose. Pablo emitiĆ³ un grito y se retorciĆ³ en la arena sintiendo su testĆ­culo explotar de dolor enviando mĆŗltiples seƱales a su cerebro. 

—¿Te rindes? —preguntĆ³ SimĆ³n con interĆ©s—. Hazlo. No quiero que en lugar de ir a la reuniĆ³n tenga que llevarte al hospital para que te conviertan en miss ChacĆ³n, la nueva hija de Marcos. 

Pablo sollozĆ³, podĆ­a estar muy dolorido, pero su pene contaba algo verdaderamente diferente. Estaba orgulloso y erecto. El joven se retorciĆ³ y jadeando lentamente se fue a sentar. 

—¡Vaya espada! ¡En guardia, mosquetero! —se burlĆ³ SimĆ³n viendo la erecciĆ³n de su hermano. El muchacho tambiĆ©n se sentĆ³ abriendo las piernas y exponiendo su abultada huevera que lo aseguraba como descendiente de Marcos ChacĆ³n. AlzĆ³ el puƱo sosteniendo la pelota, cerrĆ³ los ojos ensayando su punterĆ­a. LanzĆ³ el objeto contra el escroto de SimĆ³n. 

Los dos inmensos y colgantes testĆ­culos se comprimieron casi hasta quedar planos cuando la pelota de goma chocĆ³ contra ellos pulverizando un millĆ³n de espermatozoides allĆ­ alojados.

SimĆ³n se quedĆ³ sin aire y se doblĆ³, apretando sus toronjas por cortos segundos hasta asumir nuevamente su posiciĆ³n.

La pelota se estrello con un horrible golpe en las bolas de Pablo. La polla erguida del muchacho enseguida expulsĆ³ una cuerda de lĆ­quido preseminal que empapĆ³ su ropa, Ć©l gritĆ³ y se aferrĆ³ a su maltrecha hombrĆ­a mientras SimĆ³n lloraba de la risa agarrando sus huevos tambiĆ©n.

—Abre las piernas —dijo Pablo cuatro minutos despuĆ©s al poderse recuperar. SimĆ³n lo complaciĆ³ con miedo en la mirada, colocĆ³ sus manos detrĆ”s de la espalda apoyĆ”ndose en la arena. 

—Pablo, ve a cambiarte la ropa, hueles a semen. Asco. 

—CĆ”llate y no me desconcentres, Simona. 

La pelota impactĆ³ con tanta fuerza que SimĆ³n alzĆ³ un grito estridente y rodĆ³ por la arena, ensuciĆ”ndose todo. Agarraba con dolor sus testĆ­culos con ambas manos. 

—¿EstĆ”s bien, hermano? —preguntĆ³ Pablo colocando una mano en el costado de SimĆ³n.

—S… sĆ­ —afirmĆ³ el joven.

—¿TodavĆ­a puedes darme sobrinos? — quiso saber Pablo. SonriĆ³ por el chiste—. ¿O Vicente serĆ” el Ćŗnico recuerdo de que alguna vez tuviste huevos? —se echĆ³ a reĆ­r aunque estaba preocupado.

—Estoy bien —afirmĆ³ con dolor SimĆ³n despuĆ©s de tantear con la punta de sus dedos ambos testĆ­culos—. No quiero seguir… me duele mucho.

—Oh, pobre —Pablo acariciĆ³ el cabello hĆŗmedo de sudor y lleno de arena de SimĆ³n. SintiĆ³ compasiĆ³n—, si te sientes muy mal. Yo asisto a la reuniĆ³n por ti.

—No, yo tengo dignidad y sĆ© perder —afirmĆ³ SimĆ³n colocĆ”ndose en posiciĆ³n fetal con las manos metidas en su entrepierna—. IrĆ© a esa estĆŗpida reuniĆ³n.

—Te sientas al lado de la vieja Miguelina.

SimĆ³n hizo una mueca de asco.

—IrĆ© a esa estĆŗpida reuniĆ³n caminando como pingĆ¼ino —argumentĆ³ riĆ©ndose.

Pablo lo acompaĆ±Ć³ en la risa, despuĆ©s al mismo tiempo se quejaron de dolor testicular. 

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