El primer aire de la maƱana a orillas de la playa estaba acompaƱado con un poco de frĆo Ć”rtico, el sol apenas era un pequeƱo cĆrculo rojo que se asomaba con debilidad al fondo del infinito mar, las olas a veces subĆan con fuerza hasta la orilla donde Pablo y SimĆ³n estaban, el hermano menor apenas estaba sentado con un pantalĆ³n de mezclilla negro y el torso descubierto mientras que el mayor solo ocupaba un short negro.
—Estoy agotado —declarĆ³ SimĆ³n mirando fijamente al cielo gris—, recuerdo que cuando ayudĆ© a Israel en su campaƱa por la diputaciĆ³n no me agotĆ© asĆ. Estoy hiper mamado.
Pablo se echĆ³ a reĆr, le dio un empujĆ³n a su hermano por el brazo.
—¡Que ibas a estar ayudando si eras un niƱo! DebĆas tener como 13 aƱos o 14.
—Igualmente los acompaƱaba —afirmĆ³ SimĆ³n. A tiempo que los restos de una fuerte ola subĆa hacia ellos agotĆ”ndose suavemente en su espalda—. Ya no paro en casa por estar todos los dĆas con Israel. Ćngela va a pensar que tengo a otra.
Pablo se echĆ³ a reĆr.
—Hubieras pasado la noche en casa con tu familia.
—Anoche lleguĆ© sin una raya de energĆa para moverme despuĆ©s de la gira.
Pablo afirmĆ³.
—Entonces imagina cĆ³mo estarĆ” de agotado Israel.
—Uf, horrible. Piensa en la cuota de frustraciĆ³n que siente un polĆtico cuando despuĆ©s de una intensa campaƱa pierde una elecciĆ³n.
—Es parte del trabajo —Pablo se encogiĆ³ de hombros mirando las gaviotas cazar a pocos metros de distancia.
—¿Y sabes quĆ©?
—…
—…
Pablo se le quedĆ³ mirando y volviĆ³ a darle un empujĆ³n. —¡Habla, carajo!
SimĆ³n se echĆ³ a reĆr. —No quiero ir a la estĆŗpida reuniĆ³n a la que nos encomendĆ³ ir.
—SĆ. Es un tirano con nosotros, solo mandarnos, ¡puramente!
—Esas reuniones son tediosas. ¿CuĆ”nto falta?
—En dos horas. Teniendo tanto equipo que lo adula, nos obliga a ir a nosotros.
—Dice que para proyectar mĆ”s seguridad por ser sus hermanos.
—¡Mis huevos! —exclamĆ³ SimĆ³n agarrĆ”ndose con una mano su abultada zona Ćntima—. Lo dice para jodernos la vida. Esas reuniones son aburridas, ni su propio equipo quiere ir. Se trata de los partidos pequeƱos que apoyan a Israel y quieren su parte de mando en su gobierno. Todos pelean como vĆboras por un puto protagonismo. AdemĆ”s de ser tĆ³xicas esas reuniones me dan sueƱo. ¡No quiero ir!
—Yo tampoco.
—Quiero ir con mi esposa y mi hijo.
—Yo quiero echarme en la cama a descansar todo un dĆa.
—¡Hagamos una competencia tĆŗ y yo!
—¿A quĆ© te refieres?
—¡Una competencia, bruto! —SimĆ³n le dio una suave palmada a Pablo en el pĆ³mulo—. TĆŗ y yo, el ganador se queda y quien pierda va a esa mortĆfera reuniĆ³n.
Pablo lo mirĆ³ un rato a la cara, finalmente sonriĆ³.
—¡Vale!
SimĆ³n se dio la vuelta colocĆ”ndose boca abajo, colocĆ³ un codo en la arena y extendiĆ³ la mano invitando a Pablo. Su inseparable hermano menor lo observĆ³ con el ceƱo fruncido. Finalmente le dio una palmada en la frente.
—Yo no jugarĆ© a las luchitas contigo, eres muy tramposo —afirmĆ³ poniĆ©ndose de pie.
—¿Entonces quĆ©, huevĆ³n? ¿IrĆ”s tĆŗ en definitiva?
—¡Ni cagando como dice Rafael! —negĆ³ Pablo—. Ya vuelvo.
Se fue corriendo rumbo al hotel familiar mientras que SimĆ³n se volvĆa a acostar en la solitaria playa. A los cinco o quizĆ”s ocho minutos Pablo regresĆ³ con una pelota de goma.
—¿QuĆ©? —interrogĆ³ SimĆ³n mirĆ”ndolo.
—Jugaremos nutball. Nos arrojaremos esta pelotas a los huevos y quien ya no pueda resistir es el perdedor y se va a su puta reuniĆ³n.
SimĆ³n se echĆ³ a reĆr.
—¡Que descaro! Hablando de trampa. TĆŗ tienes solo un poco mĆ”s resistencia que yo.
—¿Tienes miedito? —Pablo lo retĆ³.
—¡Nunca, huevĆ³n! Ya vas a ver que te voy a dejar esos huevos de papilla.
—¡JA! Cuando llegues a casa despuĆ©s de esa reuniĆ³n, Ćngela solo va a conseguir un saco vacĆo en esa bolsa.
Pablo se quitĆ³ el pantalĆ³n para quedarse con un calzoncillo blanco que no dejaba nada a la imaginaciĆ³n. SimĆ³n se sentĆ³ en la arena con las piernas separadas y Pablo lo imitĆ³ colocĆ”ndose frente a Ć©l uniendo entre ellos la planta de ambos pies.
—PrepĆ”rate para despedirte de vida como hombre —afirmĆ³ Pablo observando la entrepierna de su hermano, afinando su punterĆa en las dos pelotas que se marcaban con groserĆa dentro del pantalĆ³n.
—Te harĆ© un favor —sonriĆ³ SimĆ³n—, te convertirĆ© en la niƱa que siempre soƱaste ser. Y vas a tener que ir a esa reuniĆ³n con minifalda —ambos se echaron a reĆr con entusiasmo. SimĆ³n no apartĆ³ la vista de la ajustada ropa interior de color blanca de su hermanito donde el contorno de cada testĆculo del tamaƱo de un huevo le enseƱaba a dĆ³nde apuntar—. Esas cĆ”scaras quieren que yo las abra.
—¡CĆ”llate! —dijo Pablo—. Comienzo, asĆ que prepĆ”rate para dejar de hacer feliz a Ćngela por las noches —levantĆ³ el brazo y arrojĆ³ la pelota.
—¡Carajo! —gritĆ³ SimĆ³n. Sus testĆculos resultaron ilesos, pero el objeto redondo golpeĆ³ a un lado en su muslo. Era probable que le dejara un morado en las prĆ³ximas horas.
—Mi padrino Otto va a llorar cuando te vea y sienta que ya no tienes bolas —dijo SimĆ³n utilizando su primer turno—. ¿Otto te chupa las bolas?
—CĆ”llate, maricĆ³n.
—¡Ja, ja, ja!
La pelota aterrizĆ³ con fuerza en las enormes papas de Pablo, las aplastĆ³ y el joven casi se doblĆ³. SimĆ³n sonriĆ³ de solo ver como esos testĆculos se batieron con fuerza por el impulso de la pelota de goma.
—SimĆ³n, ay, ay, ay.
—¡Ja, ja, ja! Vas a llegar caminando gracioso a esa horrible reuniĆ³n de vĆboras.
Pablo cogiĆ³ la pelota sobando sus testĆculos. CerrĆ³ un ojo y detallĆ³ el contorno de los grandes testĆculos guardados en el short de SimĆ³n. ArrojĆ³ la pelotita.
VolviĆ³ a fallar en su intento.
El golpe fue al abdomen de SimĆ³n.
—¡Ay, cara de culo! Vas a hacer que me rinda y no por las bolas, sino por tu falta de punterĆa, tonto.
SimĆ³n cogiĆ³ el arma de tortura.
—Cuando asistas a la reuniĆ³n de partidos por mĆ, te vas a sentar al lado de la vieja Miguelina DomĆnguez.
—¡En tus sueƱos! ¡Vieja insopor…! ¡AAAAAAAAAH!
Los ojos de Pablo se abrieron como platos cuando la pelota de goma se estrellĆ³ contra sus grandes y ovalados huevos tan fuerte y rĆ”pido que, por un breve instante, perdieron su forma.
—SĆ, no hay duda, hermanito querido. Te sentarĆ”s a un lado de esa vieja —se burlĆ³ SimĆ³n—. ¿Te rindes?
—No —negĆ³ Pablo con el rostro arrugado de dolor.
TomĆ³ la pelota y se quedĆ³ mirando los Ć³rganos intactos de su hermano, allĆ estaban los grandes objetos carnosos y esfĆ©ricos. Pablo levantĆ³ el brazo sintiendo la brisa proveniente del mar batiendo sus cabellos.
La pelota cruzĆ³ el aire.
SimĆ³n ChacĆ³n gritĆ³ y cayĆ³ revolcĆ”ndose en la arena despuĆ©s de que la pelota golpeĆ³ con fuerza su cojĆ³n izquierdo.
—Al menos no me retorcĆ como serpiente —se burlĆ³ Pablo—. Hermano, cara de gripe, va a ser horrible que vayas a esa reuniĆ³n con una bolsa de hielo entre las piernas.
SimĆ³n ni siquiera pudo articular palabras, se quedĆ³ acurrucado sobĆ”ndose los testĆculos con ambas manos.
—¿EstĆ”s bien, hermano? —quiso saber Pablo.
—SĆ —dijo SimĆ³n. Sonaba como si estuviera llorando—. En un momento voy a partirte las canicas.
—¿SĆ? No lo creo. Primero yo parto las tuyas.
SimĆ³n se dio la vuelta, se secĆ³ las lĆ”grimas de la cara y se sentĆ³ frente a Pablo sobando su entrepierna.
—Carajo, como duele —comentĆ³. AmasĆ³ la pelota de goma.
Pablo gritĆ³ como dama cuando el objeto se estrellĆ³ contra su protuberante testĆculo derecho. PensĆ³ que iba a vomitar el desayuno que SimĆ³n preparĆ³ a las 5 de la maƱana.
DemorĆ³ casi tres minutos en recuperarse y sentarse frente a SimĆ³n con las piernas separadas. Estaba temblando a cuerpo entero y no era por el frĆo matinal.
Pablo hizo una mueca graciosa mientras apuntaba a sus objetivos. LanzĆ³ el balĆ³n.
—¡Pablo! ¡Ooooh! ¡Aaaaauuuch!
SimĆ³n volviĆ³ a retorcerse en la arena. La fuerza de la pelota contra sus testĆculos fue demoledora. Uno de sus grandes huevos se desinflĆ³ casi hasta quedar plano, comprimido entre la pelota de goma y su cuerpo.
El hermano comenzĆ³ a llorar, agarrĆ”ndose de los huevos. TenĆa mucho tiempo sin sentir algo tan doloroso en su vida. Su estĆ³mago estaba revuelto y sus testĆculos palpitaban enviado mĆŗltiples seƱales de dolor a su cadera y estĆ³mago.
—¿EstĆ”s bien, cara de gripe?
SimĆ³n gimiĆ³.
—Bueno. Te ayudarĆ© a escoger la ropa para tu reuniĆ³n.
—PĆŗdrete —declarĆ³ SimĆ³n. Se incorporĆ³ lentamente, todavĆa llorando, con sus extremidades inferiores temblando—. Un ChacĆ³n como yo nunca se rinde —declarĆ³ con una sonrisa—, aunque la circunstancia lo patee —levantĆ³ el brazo y enviĆ³ la pelota volando hacia la entrepierna de Pablo.
AterrizĆ³ con fuerza otra vez en su huevo derecho, que se aplanĆ³ hasta casi no existir, deformĆ”ndose. Pablo emitiĆ³ un grito y se retorciĆ³ en la arena sintiendo su testĆculo explotar de dolor enviando mĆŗltiples seƱales a su cerebro.
—¿Te rindes? —preguntĆ³ SimĆ³n con interĆ©s—. Hazlo. No quiero que en lugar de ir a la reuniĆ³n tenga que llevarte al hospital para que te conviertan en miss ChacĆ³n, la nueva hija de Marcos.
Pablo sollozĆ³, podĆa estar muy dolorido, pero su pene contaba algo verdaderamente diferente. Estaba orgulloso y erecto. El joven se retorciĆ³ y jadeando lentamente se fue a sentar.
—¡Vaya espada! ¡En guardia, mosquetero! —se burlĆ³ SimĆ³n viendo la erecciĆ³n de su hermano. El muchacho tambiĆ©n se sentĆ³ abriendo las piernas y exponiendo su abultada huevera que lo aseguraba como descendiente de Marcos ChacĆ³n. AlzĆ³ el puƱo sosteniendo la pelota, cerrĆ³ los ojos ensayando su punterĆa. LanzĆ³ el objeto contra el escroto de SimĆ³n.
Los dos inmensos y colgantes testĆculos se comprimieron casi hasta quedar planos cuando la pelota de goma chocĆ³ contra ellos pulverizando un millĆ³n de espermatozoides allĆ alojados.
SimĆ³n se quedĆ³ sin aire y se doblĆ³, apretando sus toronjas por cortos segundos hasta asumir nuevamente su posiciĆ³n.
La pelota se estrello con un horrible golpe en las bolas de Pablo. La polla erguida del muchacho enseguida expulsĆ³ una cuerda de lĆquido preseminal que empapĆ³ su ropa, Ć©l gritĆ³ y se aferrĆ³ a su maltrecha hombrĆa mientras SimĆ³n lloraba de la risa agarrando sus huevos tambiĆ©n.
—Abre las piernas —dijo Pablo cuatro minutos despuĆ©s al poderse recuperar. SimĆ³n lo complaciĆ³ con miedo en la mirada, colocĆ³ sus manos detrĆ”s de la espalda apoyĆ”ndose en la arena.
—Pablo, ve a cambiarte la ropa, hueles a semen. Asco.
—CĆ”llate y no me desconcentres, Simona.
La pelota impactĆ³ con tanta fuerza que SimĆ³n alzĆ³ un grito estridente y rodĆ³ por la arena, ensuciĆ”ndose todo. Agarraba con dolor sus testĆculos con ambas manos.
—¿EstĆ”s bien, hermano? —preguntĆ³ Pablo colocando una mano en el costado de SimĆ³n.
—S… sĆ —afirmĆ³ el joven.
—¿TodavĆa puedes darme sobrinos? — quiso saber Pablo. SonriĆ³ por el chiste—. ¿O Vicente serĆ” el Ćŗnico recuerdo de que alguna vez tuviste huevos? —se echĆ³ a reĆr aunque estaba preocupado.
—Estoy bien —afirmĆ³ con dolor SimĆ³n despuĆ©s de tantear con la punta de sus dedos ambos testĆculos—. No quiero seguir… me duele mucho.
—Oh, pobre —Pablo acariciĆ³ el cabello hĆŗmedo de sudor y lleno de arena de SimĆ³n. SintiĆ³ compasiĆ³n—, si te sientes muy mal. Yo asisto a la reuniĆ³n por ti.
—No, yo tengo dignidad y sĆ© perder —afirmĆ³ SimĆ³n colocĆ”ndose en posiciĆ³n fetal con las manos metidas en su entrepierna—. IrĆ© a esa estĆŗpida reuniĆ³n.
—Te sientas al lado de la vieja Miguelina.
SimĆ³n hizo una mueca de asco.
—IrĆ© a esa estĆŗpida reuniĆ³n caminando como pingĆ¼ino —argumentĆ³ riĆ©ndose.
Pablo lo acompaĆ±Ć³ en la risa, despuĆ©s al mismo tiempo se quejaron de dolor testicular.
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