El colorado ese - Las Bolas de Pablo

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8 ago 2021

El colorado ese

Como parte de su campaƱa para ganar la gobernaciĆ³n del Estado insular Orinoco, Israel ChacĆ³n fue acompaƱado con su equipo polĆ­tico a una zona de la regiĆ³n habitada en su mayorĆ­a por personas de tez amulatada, como en muchas regiones de LatinoamĆ©rica, el hecho se debĆ­a al asentamiento que tomaron los esclavos africanos en tiempos de la conquista espaƱola y que hasta la actualidad se mantenĆ­a, conservando sus raĆ­ces africanas ancestrales. 

Tras la estupenda gira polĆ­tica que consistiĆ³ en visita casa por casa de los candidatos del mismo partido (uno por la alcaldĆ­a de la zona y el otro por la gobernaciĆ³n), Israel ChacĆ³n fue invitado a pasar una noche en la localidad al son del tambor y la fogata a orillas del mar. ¿CĆ³mo rechazar tal propuesta a una gente que se portĆ³ tan bien con Ć©l? AdemĆ”s que compartir una noche ahĆ­ representaba humildad de su parte, socializaciĆ³n, fotografĆ­as para demostrar que solo no era un polĆ­tico de traje y corbata y lo mejor es que darĆ­a un claro mensaje a su principal contrincante, ¡se reunĆ­a con todos los estratos sociales! TambiĆ©n porque eso representaba votos. 


En la fiesta nocturna lo acompaĆ±Ć³ Pablo como cabecilla del grupo juvenil por el partido y del proyecto polĆ­tico de su hermano a la gobernaciĆ³n. Estaba SimĆ³n, Enzo y Pascual, el mayor de todos los considerados hermanos ChacĆ³n. 

Pascual de 34 aƱos, estatura alta, casado y bronceado por el sol nunca dudĆ³ en visitar cuanta vagina se le atravesara y su actual condiciĆ³n de padre de familia y esposo preocupado no lo libraba de su fama de mujeriego. Aquella noche movĆ­a el cuerpo con bastante soltura con la iluminaciĆ³n de la candela. Su pecho se encontraba desnudo y brillante de sudor, un diminuto calzoncillo rojo bamboleaba de un lado a otro la figura de su pene, como si una serpiente se balanceara en una cornisa luchando por no caer. Su cadera se movĆ­a con tanto profesionalismo que cualquiera hubiese creĆ­do que en sus genes estaba una firma africana y no una criolla ligada con italiana

Israel ChacĆ³n estaba sentado sobre un tronco de Ć”rbol en la arena, sostenĆ­a un vaso con una bebida de esas que animan el Ć”nimo y conversaba con un grupo de prietos, vestĆ­a de un pantalĆ³n corto que comprĆ³ a Ćŗltimo momento (acentuaba el inmenso tamaƱo de las gĆ³nadas que la naturaleza y su familia paterna le regalĆ³), y franela oscura. Por un momento se distrajo y leyĆ³ un mensaje de texto que SimĆ³n a pocos metros de distancia le enviĆ³.

Debe ser aburridĆ­simo estar aquĆ­ sentado y que no puedas salir a divertirte como lo haces en tus fiestas privadas. Sal del closet polĆ­tico y mueve el culo como Pascual. Saca tu mejor lado populista. 

El verdadero hijo mayor de Marcos ChacĆ³n levantĆ³ la vista hacia SimĆ³n y ambos intercambiaron miradas cĆ³mplices. Hasta una sonrisa adornĆ³ el guapo rostro del polĆ­tico. Sus oscuros ojos vagaron hacia donde el grupo bailaba allĆ­ estaba Pascual ChacĆ³n moviĆ©ndose junto a una hermosa mulata, de cuerpo grĆ”cil, tetas firmes segĆŗn el ajustado traje de baƱo, caderas anchas y nalgas prominentes. El cabello suelto surcado por varias renzas. Estaba seguro que su hermano Pascual iba a pasar una noche de acciĆ³n con la despampanante y hermosa negra. 

«… solo asegĆŗrate que Pascual sea reservado y no me haga quedar mal con el pueblo, no quiero que hablen del hermano del candidato». Fue parte de la instrucciĆ³n que el hermano escribiĆ³ en respuesta a SimĆ³n. 

«Sus palabras son Ć³rdenes, jefecito» fue el mensaje que enviĆ³ SimĆ³n. En parte usaba aquel tĆ©rmino para hacerlo rabiar y como broma. 

Israel volviĆ³ a unirse a la conversaciĆ³n sobre la polĆ­tica nacional y para recordar de sus propuestas a la gobernaciĆ³n. Mientras un experimentado artesano hacĆ­a un maratĆ³nico relato de sus aƱos de juventud y las oportunidades laborales que recibiĆ³ con el partido RenovaciĆ³n DemocrĆ”tica, un hecho llamĆ³ la atenciĆ³n de Israel. Domingo Ibarra, su compaƱero de partido y candidato a la alcaldĆ­a del municipio Libertador sostenĆ­a conversaciĆ³n con un acalorado negro, el hombre agitaba las manos con violencia y se observaba bastante furioso. Hecho que le llamĆ³ la atenciĆ³n porque horas antes el mismo personaje fue gentil con Ć©l, identificĆ”ndose como leal al partido y con su candidatura. ¿Por quĆ© se veĆ­a con rabia? El candidato a alcalde con serenidad le hablaba y por sus movimientos se notaba que querĆ­a calmarlo. 

Israel hizo un intercambio de miradas con Enzo, que desviĆ³ su atenciĆ³n a la conversaciĆ³n de Domingo Ibarra y el furioso prieto, seguidamente se encogiĆ³ de hombros y siguiĆ³ oyendo la conversaciĆ³n del artesano. 

Pascual ChacĆ³n hizo una pausa para tomar alcohol y despuĆ©s volviĆ³ al ancestral baile con su repetida bailarina de la noche. 

Domingo Ibarra
Domingo Ibarra un enĆ©rgico negro reconocido en la zona por sus labores sociales con niƱos de pocos recursos econĆ³micos se uniĆ³ al grupo del artesano que no paraba de hablar. 

—Si me disculpan, vengo a robarme un momento al candidato. SeƱor gobernador, por favor venga conmigo. 

Eran hombres de edades cercanas, Domingo era mayor, pero por la jerarquĆ­a polĆ­tica de Israel como candidato y mĆ”ximo lĆ­der del partido en la isla su trato en pĆŗblico era de respeto. Ya en intimidad se tuteaban. 

—¿QuĆ© sucede, Domingo? —quiso saber Israel cuando se apartaron del grupo. 

—Se trata de Pascual. 

—¿QuĆ© hay con Ć©l? —la mirada del candidato se dirigiĆ³ al hermano que bailaba a tono con la sonriente morena al ritmo del tiquiti taki del tambor. 

—Aquel hombre, que ya conoces. Me ha reclamado. «¡Aparta al colorado ese de mi negra si no quieres que busque mi machete y lo corte!». 

Israel entornĆ³ los ojos. 

—¿Le dijiste que es mi hermano? 

—SĆ­. Y no le importĆ³ porque Ć©l le estĆ” bailando a su negra y quiere que lo aparte de ella por las buenas.

—Guau —Israel tambiĆ©n dejĆ³ escapar un silbido. No era un mito que los habitantes de la zona eran bastante recelosos con los forasteros y en especial si era de otro tono de piel. PodĆ­an ser mĆ”s violentos si le bailaban a su mujer sin la aprobaciĆ³n debida. No habĆ­a mĆ”s que decir, apartar al colorado de la fresca mulata. 

Dada la orden a Enzo, Ć©l pudo retener a Pascual por cierto tiempo, pero el honorable hermano con varios tragos encima, el pene erecto por culpa de la dama y su natural deseo carnal pudieron mĆ”s, dio un manotazo en el aire a su hermanito querido y se fue a buscar a la mujer que sudorosa descansaba con sus amigas. Ella con una encantadora sonrisa aceptĆ³ la mano del caballero y saliĆ³ a bailar. 

El rostro furioso de Israel no se pudo ocultar. Se sentĆ³ al lado de Enzo. 

—¿Por quĆ© lo dejaste ir? 

—Porque es un cabrĆ³n y no hace caso. 

—No quiero problemas con los negros —susurrĆ³ el candidato a gobernador con los dientes apretados—, han sido muy generosos con nosotros. Ve a buscarlo. 

—Pues deberĆ­as ir tĆŗ —se rebelĆ³ Enzo. Ambos se sostuvieron las miradas y el menor de ambos se cruzĆ³ de brazos—. A mĆ­ no me oye. 

Pero no faltĆ³ mĆ”s. 

Un grito femenino resonĆ³ por encima de los tambores que tuvieron que parar, deteniendo momentĆ”neamente la fantĆ”stica reuniĆ³n y el golpe de los tambores. Lo peor era que el grito femenino venĆ­a de un hombre, Pascual era apretado de los testĆ­culos por el corpulento prieto que llegĆ³ detrĆ”s de Ć©l.

El rostro de Pascual ChacĆ³n estaba contorsionado por el dolor, mientras el negro apretaba sus gordas y vulnerables bolas con toda la fuerza que pudo reunir.

—¡Te mandĆ© a decir por las buenas que te apartaras de mi mujer, estĆŗpido colorado. ¡Y no obedeciste! ¡Ahora aprende por las malas! 

—¡Francisco, detente! —exigiĆ³ asustada la negra—. ¿EstĆ”s loco? 

El conjunto de hermanos ChacĆ³n y otros presentes se acercaron para intervenir. Comandados al frente por Israel. 

—Amigo, por favor, detĆ©ngase —pidiĆ³ el candidato en tono firme, pero respetuoso. 

El negro lo observĆ³ e ignorĆ³ continuando apretando la vida de los testĆ­culos de Pascual. AplastĆ³ y torturĆ³ el par de bolas tan fuerte como pudo. Los dos grandes cojones se sentĆ­an latir, dando cualquier cosa por liberarse y volver a su estado original.

—Francisco GarcĆ­a, detente —dijo Domingo—. Ɖl se va a quedar tranquilo, te lo prometemos. 

—AsĆ­ va a ser —afirmĆ³ Israel—. Yo me hago responsable

—No quiero a este colorado encima de mi mujer —ordenĆ³ el prieto retorciendo con saƱa el abultado par de huevos en sus poderosas manos de herrero y haciendo chillar al caliente varĆ³n. Pascual hizo otro afeminado grito que podĆ­a dejar en duda su reputaciĆ³n de macho alfa, semental y mujeriego.

El negro por Ćŗltimo le estirĆ³ las bolas logrando que por el efecto Pascual uniera las rodillas, cuando lo soltĆ³ de sus gĆ³nadas. Se postrĆ³ en la arena, gimiendo a causa del dolor.

Israel hizo una seƱal a sus hermanos que se llevaron entre brazos al debilitado hombre y a continuaciĆ³n iniciĆ³ una serie de disculpas al temido prieto, que lograron ser aceptadas.

—Al final usted no es culpable, gobernador —le dijo el malhumorado negro—, la culpa es del colorado ese.

Pascual pasĆ³ la noche
con los huevos hinchados
Pascual no regresĆ³ cuando se reanudĆ³ el baile, iba a ser una noche larga y tormentosa de dolor para sus hinchadas pelotas. La mujer terminĆ³ marchĆ”ndose de la orilla de la playa con su negro.

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