La hija de Simón (1/3): Cierra la puerta - Las Bolas de Pablo

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22 ago 2021

La hija de Simón (1/3): Cierra la puerta


—En palabras más sencillas, mi adorado Simón —decía Bastian Chacón el tío científico de la familia especializado en genética. Vestía camiseta blanca y jeans viejos, aparentaba menos edad de la que en realidad tenía a su 40 y tantos años—, por cada 10 millones espermatozoides que tengamos en una muestra, solo 500 mil de ellos contienen el cromosoma X, es decir, aquellos que engendran un cigoto femenino. Nosotros los hombres Chacón en su mayoría engendramos hijos varones, Todos nuestros esperman abundan en cromosoma Y

—Me lo has explicado muchas veces —afirmó Simón. Era domingo por la mañana y vestía pantalón corto y camiseta negra mientras visitaba el hogar de su tío en la isla.

—Sí, nuestros testículos además de ser más grandes que el promedio de los hombres tenemos la condición de engendrar varones. Está escrito en el ADN de todos nosotros. 

Pero Ángela y yo queremos una niña. En la ocasión anterior lo conversé contigo y me ofreciste tu ayuda. ¿Qué esperamos? 

—Es cierto, mi querido món. Pero este procedimiento no es del todo legal, no está permitido que escojamos el sexo de nuestros hijos, no es ético y solo se cumple bajo ciertas condiciones. 

—Papá me informó que tú has ayudado a varios miembros de la familia, tío. 

—Sí. A uno de tus tíos ayudé, con Carlota. Y recientemente a tu primo Hugo. 

—Ahora, vengo yo. Y estoy preparado, ya lo conversamos. Tengo 3 días sin tocarme así que tengo estos huevos a rebosar de leche. 

—¡Que escatológico, món! —Bastian arrugó el ceño de asco empleando un diminutivo del nombre de su sobrino. 

—¡Ángela y yo queremos una hermanita para nuestro Vicente! ¡Estoy preparado! —Simón separó las piernas dejando ver su gran saco de bolas marcado en su ropa—. ¿Todavía tienes habilitado tu laboratorio en casa? 

—Sí, vamos. 

Ambos salieron de la sala de estar y se dirigieron al interior del espacioso hogar de Bastian. Bajaron unas escaleras como si fueran a un ático. 

—Cierra la puerta porque a veces entra el gato y hace estragos —avisó Bastian. 

Así entraron al bonito laboratorio del tío, tubos de ensayo, pipetas, objetos de cristal y otra utilería de científicos descansaban allí. 

—¿Tienes para recoger mi muestra de esperma? 

—Sí. 

Simón sonrió orgulloso afirmando con la cabeza, se bajó el short y la ropa interior alrededor de sus rodillas hasta depositarlos en una esquina. El hijo del medio de Marcos Chacón era muy bien dotado, sus testículos pendulares colgaban muy bajos en su escroto, y su pene flácido se balanceaba bailando de un lado al otro.

—Quiero comenzar. ¿Dónde me masturbo? Quiero extraigas a mis niñas de estos millones de varones que quieren nacer —arrojó su camiseta a una silla y empezó a estimular su enorme pene.

Bastian se aclaró la garganta. 

—Simón, yo cuento con una máquina que extrae el semen y posee su propio depósito. 

—Muchísimo mejor —afirmó Simón, ocupando un asiento con su polla erguida mirando al techo. 

—Ejem……… pero está dañada y la mandé a reparar. En pocos días me la devuelven. 

—Entonces consigue un lugar para dejar mi crema, no hay problema. Voy por el método tradicional —afirmó sacudiendo lentamente su polla con la mano derecha.

—No puedes hacerlo así, món —negó Bastian sacando un par de guantes de un empaque y colocándolos en sus manos. Simón lo miró con extrañeza—. Necesito masturbarte yo. 

—¿QUÉ? ¡ESTÁS TOSTADO DE LA CABEZA! ¡NO DEJARÉ QUE ME SAQUES LA LECHE, TÍO! 

Bastian se echó a reír sosteniendo un pequeño envase.

—Necesito hacerlo yo, Simón. Por experiencia sé que cuando un Chacón se masturba con la intención de procrear una niña a pesar de experimentar un nivel de gozo una parte de su cerebro fabrica hormonas de estrés. Si quieres una niña, tu cerebro elevará el nivel de cortisol y expulsará a millones de niños varones. Por eso apelo a la máquina o a mis manos. 

—¡No! —negó Simón—. Llamaré a Ángela. 

—Ángela no sabe cómo hacerlo. 

—¡Ángela sabe cómo masturbarme y créeme que lo hace muy bien

Bastian se aclaró la garganta. 

—No, me interesa su privacidad —adoptó un tono de voz más dominante—. Simón, yo sé cómo hacerlo. ¿Quieres una niña o no? Déjame hacerlo. Sino te vas. 

Simón abrió la boca y lo miró fijamente, mientras su pene palpitaba levantado frente a su ombligo, finalmente se rindió bajando los hombros. 

—Está bien. Pero no me vas a chupar el pene ni nada de cosas raras. 

Bastian se echó a reír. 

—No te preocupes que no dudo de mi heterosexualidad y tú eres muy feo para ser mi tipo. 

Ambos se rieron.

Bastian se acercó a Simón y se apoderó de su erecto trozo de carne, agarrándolo de una mano. 

—Uf, pero con esta pieza tan bonita hasta el más macho dudaría —bromeó Bastian. 

—¡Bastian me vas a matar de un infarto! 

—¡Ja, ja, ja! Prepárate! —comenzó a frotar con entusiasmo el pene de Simón—. Recuerdo que tu primo Hugo se vino a masturbar tres veces y en todas sus muestras tenía espermas con cromosoma Y, hasta que tuve que intervenir yo y ahí lo ves con su hermosa niña. 

—¿Cuál es el secreto? —quiso saber Simón abriendo la boca para jadear. 

—Un buen drenado. 

Con la mano derecha masturbando a Simón, el científico empujó el brazo izquierdo hacia atrás y envió el puño adelante pulverizando los testículos del sobrino de un fuerte puñetazo.

La expresión facial del sobrino cambió lentamente de relajación a dolor. Abrió los ojos como platos y escapó un gemido muy bajo.

Bastian sonrió y volvió a golpear las gónadas de Simón. Las pelotas que reposaban entre sus muslos fueron aplastadas por los nudillos y enviaron ondas múltiples de dolor a todo su cuerpo.

Simón tosió y agarró sus huevos. Se dobló y cayó a un lado, acurrucándose en la posición fetal, sollozando suavemente.

—¡No puedes rendirte, Simón! ¡Necesito la muestra que está al fondo de tus testículos! ¡Levántate! 

—¡Muérete, puto! —Simón gimió de dolor, su rostro se deformaba de agonía total, mientras se acongojaba en el asiento tratando de aliviar el dolor que emitían sus testículos palpitantes.

—¡Levántate, carajo! Queremos una hermosa niña que Vicente Chacón tendrá que cuidar de cazadores furtivos del amor. Tan solo imagina una nena con tu boquita y la mirada de Ángela. ¡Ja, ja, ja!

Simón gimió y con renovado entusiasmo se enderezó. 

—Así me gusta! —Bastian lo palmeó en el hombro. Tomó la dura verga de Simón y volvió a frotarla, mientras sus grandes huevos se balanceaban.

Bastian frotó el pene con bastante entusiasmo llenando el cuerpo de Simón de un intenso placer superior al dolor que acababa de recibir. 

En pocos minutos el pene del muchacho de 23 años adquirió una hermosa dureza y la cabeza de su polla estaba bastante roja. 

Desafortunadamente Bastian lo volvió a golpear en las bolas arrancándole un grito doloroso que lo desplomó a un lado del asiento.

—¡Arriba, Simón, no permitiré que te rindas! Tampoco quiero perder la dureza de esa barra. Falta poco para que entregues tu lote de esperma. 

Casi llorando Simón se irguió en el respaldo. Bastian volvió a acariciarle la polla.

—Me avisas cuando estés a punto. 

Bastian continuó estimulando a Simón. 

El joven en pocos minutos sudaba e intentaba cambiar de posición en el asiento. Su movimiento de cadera se fue haciendo más sugerente de un minuto a otro. Jadeaba y su pene empezaba a lubricar con presemen. Liquido que Bastian recolectó en un envase. 

Simón jadeaba y jadeaba en medio de una crisis de placer. 

—Voy… voy —medio anunció. 

Con el envase entre sus muslos separados, Bastian frotó su mano con más intensidad y con la izquierda atrapó los testículos de su sobrino aplastando con fuerza. 

Simón palideció. Sus ojos perdieron el foco y su mandíbula se abrió. Paralizado de dolor sentía que su néctar de hombre subía por sus conductos seminales, su polla crispaba involuntariamente.

Bastian dobló la ceja al aplicar intensidad al par de testículos, crujiéndolos planos contra su palma.

La cara de Simón estaba entre el dolor y el placer. De la punta de su pene salía una fina línea de semen que Bastian recogió en el envase sin dejar de apretar las bolas.

—Necesito el esperma de estos dos testículos —le indicó apretando la punta de los dedos en el par de gónadas. 

Los ojos de Simón se cruzaron y su boca se abrió.

Dejó salir un gemido lastimero y su polla comenzó a disparar largos chorros pegajosos de semen que se estrellaron contra el cristal del receptáculo.

El envase en cuestión de minutos fue llenándose hasta parecer un auténtico vaso de leche. 

Las pelotas del joven finalmente fueron liberadas. Simón gimoteó agarrando sus doloridas joyas masculinas. Se dobló a un lado y cayó al suelo. 

—Buena consistencia —indicó Bastian evaluando la muestra moviendo el envase ante una mirada experta—. Excelente color. 

Simón no lo escuchaba, estaba agotado y lleno de sudor, recuperaba el aliento masajeando sus testículos agonizados.

—Simón, te dejaré recuperar —indicó Bastian dejando el envase sobre una placa giratoria—, esto le dará la temperatura necesaria. Necesito lavar mis manos —anunció al quitar sus guantes—. Y quiero un café, estaré en la cocina, ve allá cuando puedas.

Unos minutos después Simón salió encorvado del laboratorio olvidando cerrar la puerta, siendo motivo suficiente para que el gato de Bastian entrara al espacio e hiciera sus travesuras por lo curioso que era entre ella, empujó el envase de Simón rompiéndolo en el suelo y regando la muestra por doquier.

Simón casi lloró al darse cuenta que todo su esfuerzo fue en vano.

Mis hijas —se lamentó con tristeza.

—¡Tenías que cerrar la puerta, hombre! 


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