La hija de Simón (3/3): El camión de la basura - Las Bolas de Pablo

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5 sept 2021

La hija de Simón (3/3): El camión de la basura

Así quedó Simón
El pequeño Vicente Chacón de 5 años simplemente cerró el puño y apuntó un golpe rápido y preciso en la entrepierna de su padre. 


El desafortunado Simón escapó un gruñido de angustia y se fue al suelo agarrándose las bolas dentro de su pantalón corto. 

Su esposa Angela con dos meses de embarazo abrió la boca con sorpresa conteniendo el aliento. 

La pareja estaba en el jardín de entrada del fabuloso hotel Netptuno Palace, acompañados de algunos familiares y clientes que observaron la escena con incredulidad y asombro. 

Apenas el feliz padre se acercaba a saludar al niño después de llegar de un viaje de vacaciones de 4 días con su esposa. 


—¡Vicente! ¿Por qué has hecho eso? —Marcos Chacón le llamó la atención a su atrevido nieto. 

Rafael, detrás del abuelo se desarmó de la risa. 


—No entiendo porque lo hizo —dijo Pablo—, estuvo feliz todo el fin de semana con nosotros. 

Simón estaba en el suelo agarrándose las bolas. Con una mueca de dolor mientras se frotaba el doloroso bulto. 

—Vicente, ¿por qué? —insistió el abuelo. 

El niño lo miró sin saber que hacer, sus ojos se llenaron de lágrimas, segundos antes abrazó dichoso a su madre, pero a papá lo recibió con tremendo golpe. Asustado comenzó a llorar y emprendió la huida hotel adentro, Pablo fue tras él llamándolo. 

—¡Ja, ja, ja! ¡Te trituraron las bolas, Simón! —se burlaba Rafael apoyando sus manos en las rodillas. 

—Cállate, enano siniestro —susurró Simón conteniendo el aliento, con las náuseas invadiendo su cuerpo. Su padre lo ayudó a levantar. 

—No sé qué le pudo haber pasado –dijo el señor Marcos—. Vicente estuvo muy tranquilo al cuidado de Pablo. Yo estuve con él también y se divirtió. 

—Iré a buscarlo —indicó Ángela dando la vuelta y cruzando la puerta corrediza del hotel. Junto a su marido se fue de vacaciones celebrando su unión amorosa y que en siete meses recibirían entre sus brazos una bebé de ambos. 

Pablo estaba en el vestíbulo, tenía a su pequeño sobrino sentado en un mueble y conversaba con él. La madre del crío los abordó y el niño en brazos volvió a llorar. 

—¡Mi papá me va a dejar de querer cuando mi hermana nazca! —reveló muy triste. 

–No, mi vida —su mamá lo mimaba entre brazos—, papi nunca te dejará de querer. Él te adora. 

—Vicente. Tu papá siempre te va a amar por siempre —ayudó Pablo. 

Pero el niño continuó en su mar de llantos. 

—¡No! ¡Él ya no me va a querer! ¡Ya no seré su hijo y me va a echar al camión de la basura! 

—¡No! —Ángela se abrazó a los cabellos de su hijo, sintiéndose conmovida. 

Pablo sintió pesar, se apartó de ellos y buscó a Simón para explicarle lo sucedido. 

—¡Pero que tonto! —determinó Rafael Chacón cuando oyó la narración. Su abuelo le dirigió una dura mirada—. ¡Cómo va a creer eso! —se excusó con una sonrisa nerviosa. 

—Tú te pondrías peor si Israel te da hermanitos —justificó Simón—, iré con Vicente —cojeando dio pasos yendo al final del vestíbulo. 

—¡Le tengo prohibido a Israel tener hijos! —declaró Rafael con autoridad—. Ya estoy muy viejo para querer hermanos —al ver que su abuelo iba a acompañar a los jóvenes lo quiso detener—. Abuelo, eh, ¿por qué no me acompañas a dar unas vueltas por la playa? El sol está rico. 

—En un rato, Rafa —Marcos fue a pocos centímetros tras Simón. 

—Vamos por unas bebidas de coco, abue. 

Invitación que no fue oída. 


El paternal Simón se acercó a su hijo y extendió los brazos para acurrucarlo, mientras le decía:

—Vicente, hijo, ¿cómo vas a decir que voy a dejar de quererte?  

Vicente se soltaba de mamá y veía a su padre venir, parecía un oso cariñoso dispuesto a cobijarlo. El pequeño heredero Chacón detalló a Rafael a lo lejos y rápidamente recordó la conversación que tuvieron un dia atrás: 

—Cuando tu hermanita nazca, tu papá te va a dejar de querer y te echará al camión de la basura. 

—¡No, no, no! Eso es mentira —el niño de cabellos negros tomaba una malteada en un club juvenil del hotel mientras el tío Pablo estaba lejos atendiendo una conversación telefónica. 

—Sí —afirmó Rafael con una infantil malicia—, Simón ya no te va a querer porque va a tener a una niña en sus brazos que es lo que él quería. 

—¡Eso… es… menti… —el niño estaba hinchando las mejillas y humedeciendo sus ojos—. Buaaaah! 

—Shhh, no llores, no llores. Yo tengo un truco para que tu papá te quiera y no te dé hermanitos —atento para que Pablo no oyera los llantos, Rafael se animó a calmar a su primito—. ¿Quieres saber qué es, chentito? 

Vicente Chacón se secó las lágrimas de su carita bronceada. 

Rafael se levantó el pantalón dejando que un bulto generoso de sus genitales se marcaran. Señaló con su mano. 

—Debes pegarle justo aquí. Solo así tu papá te va a querer. 

Ahora, Simón estaba a centímetros para abordar al pequeño niño y en su lugar recibió una patada de Vicente justo en sus bolas. Convirtiendo su cariñosa voz de padre en un chillido agudo cuando sus testículos fueron aplastados por el pequeño y débil pie. Eso fue suficiente para que volviera al suelo con las bolas molidas.

Fue atendido de inmediato por Pablo. 

—¡Vicente, eso no se hace! —regañó Marcos Chacón, pareciendo muy furioso.

Vicente volvió a llorar.

—¡Es la única manera de que mi papá me quiera! —declaró entre llantos.

—¡Él te ama, hijo! —corroboró el abuelo ahora sereno—. ¡No tienes por qué hacer eso! A él le duele.

—¿Le duele? —Vicente parpadeó, calmándose.

—Sí. ¿Por qué lo haces? Ve y dale un abrazo. 

—Abuelo, deja las cosas así es un niño —afirmó Rafael—, salgamos a caminar.

—Rafael me dijo que solo así mi papá me iba a querer.

—¿Qué dices?

A continuación Rafael comenzó a retroceder con una sonrisa nerviosa, delatándose.

—¡Puto experimento andante de Israel! —le reclamó Simón sentado en el suelo agarrándose los huevos. Lo miraba furioso, en ese momento Vicente llegaba a él con los brazos abiertos. 

Marcos Chacón se dio media vuelta mirando con ojos desintegradores al mayor de sus nietos.

—Es una pequeña broma, abuelo —dijo el muchacho sin defensa a su favor—. Una broma así pequeña —justificó haciendo un gesto con dedo pulgar e índice. 

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