Chacón vs Común (4/8): Grandullón - Las Bolas de Pablo

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10 feb 2020

Chacón vs Común (4/8): Grandullón

CONTIENE:
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   Era un nuevo día para las peleas entre los miembros de ambos bandos. Ya el azar había decidido quienes se enfrentarían. Por un lado estaba Walter ansioso de luchar contra Horacio Chacón.


   Horacio era alto y tenía el cuerpo más voluminoso que su oponente. Vestía pantalón negro y camiseta de igual color.


   Los dos adversarios se miraban el uno al otro recibiendo las diferentes opiniones de sus compañeros de equipo. El ganador recibiría un punto en la tabla de estudio de Bastian.


   Walter asintió con la cabeza escuchando las palabras de Ignacio. Tenía el pelo corto y negro, de cara atractiva y sonrisa encantadora. Su tez era mulata. 


   Horacio se echó a reír y se ajustó la entrepierna en sus jeans negros.


   Walter levantó las cejas y miró a Horacio.


   Bastian se aclaró la garganta y le pidió a los muchachos que se quitaran la ropa.


   Walter sonrió y se quitó la camisa. Horacio hizo lo mismo y reveló su pecho musculoso y lampiño. Chasqueó los nudillos y dio un paso a un lado, mirando a su oponente.


   Cuando se decretó el inicio del combate Horacio se lanzó contra Walter derribándolo al suelo.


   Walter gritó e hizo una mueca de dolor cuando el hombro de Horacio golpeó su pecho.


   Rápidamente, levantó la rodilla, golpeando a Horacio justo entre sus piernas.


   Los ojos de Horacio se abrieron y dejó escapar un gemido doloroso. La rodilla de Walter había dado justo en el blanco, aplastando sus dos delicadas bolas.


   El joven moreno golpeó a Horacio en los riñones haciendo que gritara con más dolor.


   En defensa, Horacio agarró la barbilla de Walter con la mano izquierda mientras que con la mano derecha la metió dentro de sus calzoncillos.


   Los ojos de Walter se abrieron aterrorizados. Luchó y golpeó los abdominales de Horacio con fuerza.


   Horacio gruñó pero después sonrió con saña. —Te atrapé por las bolas —le susurró y apretó con fuerza.


   Walter dejó escapar un grito agudo y volvió a levantar la rodilla, aplastando los cocos de Horacio directo en la pelvis, crujiendo sus huevos.


   Horacio hizo una mueca de angustia. Como pudo aferró la mano dentro de los calzoncillos de Walter, haciendo que el pobre joven gritara lleno de terror.


   Sus ojos se llenaron de lágrimas y su cabeza comenzó a moverse en señal de desespero. Luchó y se retorció, pero Horacio se aferraba a sus testículos mientras estaba sentado sobre sus muslos.


   Al darse cuenta de que no podía salir de su posición sin atacar a Horacio, Walter extendió la mano y agarró uno de los pezones del hijo Chacón. Con un fuerte movimiento giró la mano.


   Horacio chilló y aflojó su control sobre las ciruelas de Walter.


   Walter continuó dándole un giro brutal al pezón de Horacio.


   Los ojos de Chacón se abrieron y soltó la barbilla de Walter para apartar aquellas manos de su delicado pectoral pero el moreno lo sostuvo, retorciéndolo y apretándolo, haciendo que Horacio dejara escapar gruñidos enojados y gemidos miserables.


   Finalmente, Horacio soltó las bolas de Walter y agarró sus muñecas con ambas manos.


   Walter se aferró no a uno, sino a los dos pezones de Horacio como si estuviera tratando de arrancarlos.


   Ambos gritaban. El sonido de Walter era agresivo y enojado, mientras que Horacio parecía a punto de morir.


   Después de un largo tiempo de ruido que hizo temblar los oídos, Horacio pudo apartar las manos de Walter lejos de sus pezones.


   Soltó un gruñido angustiado y se apresuró a salir del alcance de Walter. Arrastrándose a un lado, dejando que Walter sobara sus bolas, mientras él mismo se frotaba sus doloridos pezones.


   Los dos gemían de dolor.


   Horacio miró su pecho. Sus pezones estaban rojos como un tomate.


   Walter estaba sosteniendo sus aguacates, haciendo muecas de dolor. Miró a Horacio y se echó a reír.


   Horacio le lanzó una mirada enojada.


   —Tú empezaste —dijo Walter.


   Horacio gruñó.


   Lentamente, Walter se levantó y caminó hacia Horacio.


   Horacio gimió y se enderezó.


   De repente, Walter volvió a alcanzar los pezones de Horacio. Los agarró y se detuvo, haciendo que aquel hombre tan grandullón llorara, lo puso de pie y lo hizo ponerse de puntillas.


   Luego metió la rodilla contra el gran bulto de Horacio.


   Su rótula se clavó en su paquete, y Horacio gruñó de dolor.


   Walter torció sus pezones, haciendo que Horacio dejara escapar un chillido agudo. Luego volvió a levantar la rodilla, golpeando su ingle y alzando sus huevos contra su pelvis.


   Horacio gimió en agonía.


   Una y otra vez, la rodilla de Walter se estrelló contra las bolas de Horacio mientras le retorcían los pezones.


   Horacio estaba gritando a todo pulmón. Sudor le caía por la cara. Intentó agarrar la cara de Walter y empujarlo.


   Los dos lucharon, pero Walter mantuvo su control despiadado sobre los pezones de Horacio, y la voz del hombre de cabello negro se quebró.


   Después de otro duro rodillazo a las bolas traumatizadas de Horacio, Walter lo soltó y Horacio se derrumbó en el suelo.


   Walter lo miró sonriendo.


   Su oponente yacía en el piso, agarrando sus pelotas agonizantes y gimiendo de dolor.


   —¿Renuncias? —preguntó Walter suavemente.


   Horacio gruñó.


   —Está bien —Walter suspiró y se arrodilló junto a él.


   Agarró el cinturón de sus bóxer para empezar a bajarlos.


   Horacio luchó, pero Walter lo dominó  con un pellizco en su pezón izquierdo.


   Cuando Walter bajó la ropa interior de Horacio una inmensa erección lo saludó. La polla de Horacio era gruesa y gorda.


   Walter sonrió y miró las pelotas del macho que descansaban en su escroto lleno de pelos.


   Horacio gimió.


   Tentativamente, Walter agarró el saco de Horacio y lo miró. —¿Te rindes?


   Horacio parpadeó.


   Entonces Walter apretó.


   Los ojos de Horacio se abrieron y su boca se abrió en un grito silencioso cuando Walter aplastó sus preciosas bolas en sus manos. Su polla se retorció salvajemente.


   Walter se inclinó hasta que sus labios casi tocaron la polla de Horacio. Abrió la boca y sacó la lengua, rozando la cabeza de la polla de Horacio.


   Horacio gimió.


   Walter se rió entre dientes. Avanzó un poco y le guiñó un ojo a Horacio. De repente, cerró la boca, atrapando entre sus dientes la sensible cabeza de la gorda polla de Chacón.


   El guapo Horacio gritó.


   Walter hundió los dientes en la polla, mientras retorcía y apretaba sus grandes ciruelas.


   Los ojos de Horacio se cruzaron y un géiser de espeso semen blanco salió de su pene, aterrizando en la boca de Walter.


   Walter tosió y lo soltó.


   Horacio gritaba de dolor mientras su gruesa polla chorreaba borbotones de semen pegajoso, empapando su pecho y su cadera.


   Walter hizo una mueca y se limpió la boca con el brazo.


   Horacio ni siquiera había llegado al final de su orgasmo cuando Walter estaba de pie nuevamente. Levantó el pie y pisoteó las palpitantes bolas de Horacio, apretando con fuerza y ​​haciendo que el muchacho gritara con toda la fuerza de sus pulmones:


   —¡Me rindo! ¡Para! ¡Me doy por vencido!


   Walter sonrió y retrocedió.


   Horacio se acurrucó en forma fetal, sosteniendo sus testículos dañados y gimiendo de dolor.


   Walter se dio la vuelta y miró a Bastian. Una gota de esperma fresca le colgaba por la barbilla. Con ese triunfo los hombres comunes se ubicaban a dos puntos de los Chacón.

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