BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
—¿Listo para empezar? —preguntó Bastian al muchacho que lo esperaba.
Gilberto estaba de pie en medio del Ć”rea de alberca. Sonrió y afirmó, era un youtuber famoso por no presentar terminaciones nerviosas en sus cojones o eso aparentaba porque ningĆŗn golpe en los testĆculos le dolĆa.
—Estoy ansioso por conocer a ese montón de perdedores —sonrió.
—Correcto —sonrió Bastian.
El deportista estaba sin camisa y descalzo, con pantalones, era jodidamente sexy. Y la causa de su falta de dolor era interĆ©s tambiĆ©n para Bastian Chacón aunque creĆa que la razón se debĆa a la escasez de sus dotes viriles. TenĆa pecho musculoso y abdominales perfectos. Pero pocas veces marcaba paquete. Iba a ser contratado como entrenador de resistencia testicular.
Erick, estaba de pie junto a los otros muchachos en el Ɣrea de la piscina. El atractivo hombre de cabellos alborotados y largos no llevaba nada mƔs que un pequeƱo traje de baƱo. Sus bolas carnosas y su polla gorda estaban claramente delineadas en la endeble tela.
Su amigo Dereck Chacón acarició su paquete y miró sonriendo a Gilberto montones de veces admiro sus vĆdeos y puso en prĆ”ctica sus tutoriales de resistencia de huevos, rindiĆ©ndose en el intento.
MoisĆ©s y Walter, tambiĆ©n estaban ahĆ. Walter agarró juguetonamente el paquete de su hermano y lo apretó. —Ten cuidado, hermanito, o tu traje de baƱo explotarĆ”...
—Basta —siseó MoisĆ©s apartartando la mano de Walter de su bulto.
Walter sonrió.
Gastón, el hermano menor entre Horacio y Dereck, se aclaró la garganta viendo el canal de youtube del invitado en su celular. —El gran Gilberto 'Fuerza' un gusto conocerte.
Todos miraron su entrepierna.
TenĆa un paquete bastante grande, una polla gorda como serpiente y dos testĆculos de gran tamaƱo como buen Chacón.
Jean era el que tenĆa la verga mĆ”s grande de todo el grupo. El semental rubio, caminó hurgando su traje de baƱo, tratando de meter sus inmensos huevos y su grueso falo en Ć©l.
Todos se echaron a reĆr.
Una de sus gónadas colgaba de un costado y la punta de su polla se asomaba por la cintura.
—No es gracioso —respondió Jean, sonriendo—. Soy demasiado grande para esto.
Bastian sonrió. —DeberĆas haber comprado unos mĆ”s grandes...
—En mi alcoba tengo varios, si quieres irĆ© a cambiarme —con cuidado, logró acomodar su paquete—. Parece que ya estĆ” bien —sonrió con orgullo.
—¿PodrĆa alguien borrar esa estĆŗpida sonrisa de su rostro, por favor? —dijo Gilberto con voz aburrida.
—Claro, entrenador —afirmó Walter y pateó el paquete de Jean con un golpe contundente. Su pie se estrelló contra las gónadas metiĆ©ndolas en su entrepierna. La fuerza del impacto hizo que la cabeza de su pene saliera de su baƱador.
Los ojos de Jean se hincharon y gimió.
El resto de los muchachos se rieron entre dientes.
—¿Podemos comenzar? —preguntó Gilberto.
—Joder —gimió Jean roncamente, doblado de postura.
—¿QuĆ©? —preguntó Gilberto bruscamente.
Walter dio un paso hacia Jean.
—Quiero decir, empecemos, entrenador —susurró Jean.
—Gracias —dijo Gilberto—. Quiero que me nombren a los mĆ”s dĆ©biles de las pelotas entre ustedes.
Los muchachos miraron a Gilberto, y luego intercambiaron vistas entre ellos.
—Jean —dijo Walter rĆ”pidamente sin tan sólo pensarlo.
Su hermano MoisĆ©s lo miró y levantó las cejas no creĆa que fuese asĆ.
—Y MoisĆ©s —agregó Walter, sonriendo.
—SĆ —dijo Gastón—. Jean y MoisĆ©s.
Erick y Dereck asintieron.
—Y Erick —agregó Dereck.
El de cabellos alborotados le lanzó una mirada furiosa. —No soy...
—¡CĆ”llate! —gritó Gilberto—. Jean, MoisĆ©s y Erick. Eso es exactamente lo que estaba pensando.
—Pero entrenador —comentó MoisĆ©s. —YO...
—¡Silencio!
Moisés se mordió el labio inferior.
—Walter, Dereck y Gastón —dijo Gilberto bruscamente—. Me ayudarĆ”n a fortalecer a estos perdedores.
Los tres jóvenes sonrieron y asintieron.
Jean pudo ponerse de pie nuevamente. Sus manos estaban amasando su paquete. Sin embargo, no se molestó en volver a guardar su miembro, porque sabĆa que, de todos modos, volverĆa a salir de su baƱador.
Erick tenĆa expresión desesperada en su rostro. —Pero...
—SerĆ”s el primero—dijo Gilberto seƱalandolo.
Erick tragó saliva.
—Abre las piernas.
Los chicos corrieron hacia Erick. Jean y MoisƩs fueron los primeros en sostener sus piernas y separarlas.
Erick se opuso. —Pero...
Gilberto se paró frente a él. Miró su prominente entrepierna y llevó su pierna hacia atrÔs.
Luego, con toda la fuerza que pudo reunir, estrelló su pie descalzo en el paquete de Erick, dejÔndolo sin aliento.
Ćl gimió cuando sus Ʊemas se aplastaron contra su pelvis.
—No puedes ser un buen experimento de Bastian si no puedes soportar un poco de dolor —dijo Gilberto—. Dejenlo.
Moisés y Jean obedecieron y Erick inmediatamente agarró su paquete y se dobló.
Gilberto señaló a Moisés.
Inmediatamente, Walter, Jean y Dereck lo agarraron.
Gastón estaba parado a un lado, luciendo escéptico.
Gilberto cerró el puño y miró a Moisés a los ojos.
Moisés se mordió el labio inferior.
—Rompe sus pelotitas, entrenador —sonrió su hermano, aferrĆ”ndose a la cintura de MoisĆ©s—. Es un perdedor.
Manteniendo sus ojos en Moisés, Gilberto lanzó un rÔpido y sorprendente uppercut en las bolas de Walter, siguiendo con otro y otro en rÔpida sucesión.
Walter lo miró, completamente sorprendido, por una fracción de segundo antes de que el dolor lo dominara se atragantó y se derrumbó en el suelo.
—Oooohhh —Gastón hizo una mueca en solidaridad con su amigo.
—Gracias, entrenador —sonrió MoisĆ©s.
Gilberto lo interrumpió al tratarlo con el mismo procedimiento, golpeando sus bolas tres veces con golpes duros que aterrizaron justo en el blanco, clavando los tiernos testĆculos en su cuerpo.
Moisés dejó escapar un gemido miserable.
Dereck y Jean se aferraron a Ʃl, pero no pudieron retenerlo.
—Gastón —siseó Gilberto. —Ayudalos.
Gastón vaciló.
—¡Gastón!
El hermano menor de Horacio Chacón ayudó a Jean y Dereck para sostener a Moisés que estaba luchando y retorciéndose de dolor.
Gilberto dio un paso atrÔs y asintió. Luego pateó las bolas de Moisés, causando que el joven dejara de gritar y gimiera.
—Gracias —dijo Gilberto.
Dereck, Jean y Gastón lo soltaron.
Gilberto los miró.
Jean sonrió tĆmidamente. —Esa fue buena, entrenador.
Gilberto levantó las cejas. —¿Eso crees, Jean?
Jean asintió y sonrió. Su pene comenzaba a endurecerse, engrosando mÔs y mÔs.
—Te mostrarĆ© una buena —murmuró Gilberto y lanzó una patada a las gónadas de Jean. Sus dedos desnudos rebotaron con las albóndigas de gran tamaƱo de Jean, haciendo que los ojos de Chacón se abrieran nuevamente.
Soltó un largo y miserable gemido y cayó de rodillas.
—¿Esa es buena, Jean? —preguntó Gilberto.
Jean se quejó.
—¿Huh? ¿Esa es buena?
—SĆ, entrenador —susurró Jean doblĆ”ndose con la frente apoyada en el suelo.
Gilberto miró a los dos chicos que quedaban de pie.
Dereck y Gastón se movieron incómodos.
RĆ”pidamente, las manos de Gilberto se dispararon y agarraron los dos paquetes frente a Ć©l, atrapando los dos juegos de testĆculos.
Dereck y Gastón jadearon al unĆsono.
Gilberto apretó con fuerza, amasando las cuatro toronjas en sus manos y apretando los dientes, tratando de infligir el mayor dolor posible.
Los dos hermanos testiculones hicieron una mueca de dolor, con los ojos bien abiertos y la boca cerrada.
—Esto estĆ” lejos de terminar —dijo Gilberto lentamente, apretando las cuatro gónadas en sus grandes manos. —CrĆ©anme, esto estĆ” lejos de terminar...
Con un rÔpido tirón y un giro, hizo que los dos muchachos se pusieran de puntillas.
Gastón y Dereck gritaron.
Gilberto torció cruelmente los paquetes de Gastón y Dereck, haciéndolos gritar a toda velocidad.
Soltando su agarre, vio a los dos hermanos tropezar y caer al suelo.
Gilberto sacudió la cabeza.
Miró alrededor del Ôrea de piscina. El sitio estaba llenó de los gemidos de los seis hombres en un coro desarmónico.
—¿QuiĆ©n quiere ser entrenador asistente? —preguntó Gilberto.
La mayorĆa de los ellos estaban ocupados acariciando sus testĆculos como para prestar atención al youtuber.
El entrenador se acercó a MoisĆ©s y le dio unas palmaditas en el hombro. —¿EstĆ”s enojado con tu hermano? —le preguntó.
El chico moreno hizo una mueca de dolor mientras se frotaba las bolas. Asintió rÔpidamente.
—Genial —dijo Gilberto en voz baja—. Eres mi asistente, ahora. Haz lo que te digo y tus cojones se salvarĆ”n.
MoisĆ©s se encogió de hombros. —Bueno.
Gilberto se acercó a un morral en el suelo y lo abrió. Extrayendo algunas cuerdas. —Vamos a atarlos.
Unos minutos mÔs tarde, Walter, Dereck, Erick, Gastón y Jean estaban atados de muñecas y tobillos. Los brazos sostenidos por encima de sus cabezas en unos tubos.
Gilberto asintió. —Chicos —dijo y caminó de un lado a otro frente a la lĆnea de cuerpos semidesnudos y musculosos—. TĆŗ...
—Esto va demasiado lejos —gruñó Gastón. —Esto no es un entrenamiento de bo...
—MoisĆ©s —dijo Gilberto bruscamente seƱalando a Gastón.
Moisés asintió y caminó hacia el mÔs joven del equipo.
Gastón lo miró con miedo. Su cuerpo, y especialmente su jugosa canasta de huevos, estaban completamente expuestos, sus grandes ciruelas descansaban de manera vulnerable en la endeble tela del bañador.
MoisĆ©s agarró los pezones de Gastón con sus pulgares e Ćndices, y los giró en direcciones opuestas.
Gastón gritó.
—Chicos —gritó Gilberto—. SĆ© que esto podrĆa ser doloroso para algunos de ustedes...
Moisés torció los pezones de Gastón en otra dirección, haciéndole gritar de dolor.
—... pero como entrenador es mi deber decirles la verdad y nada mĆ”s que la verdad...
Moisés levantó la rodilla y la metió en la entrepierna de Gastón, atrapando sus dos huevos de manera mortal estrellÔndolos contra su cuerpo. Gastón jadeó.
—... sobre sus fortalezas y, lo mĆ”s importante de todo, sobre sus... —Gilberto se detuvo y seƱaló a Gastón.
MoisĆ©s siguió su ejemplo y pateó las gónadas de Gastón con fuerza. Las punta de su pie chocó con los preciosos testĆculos del hermoso Chacón, aplastĆ”ndolos contra su pelvis y haciendo que dejara escapar un grito espeluznante. El sonido del impacto resonó en el Ć”rea.
Gilberto esperó hasta que el grito de Gastón se convirtiera en un gemido miserable. Luego continuó su oración, — debilidades.
Gastón se retorcĆa amarrado, gimiendo de dolor.
Los otros cuatro muchachos lo miraron, sintiendo pena ajena.
Sus penes estaban en varios estados de excitación.
La enorme polla de Jean casi se habĆa liberado por completo de la delgada tela de su traje de baƱo negro. Estaba apuntando hacia el cielo, dura como una roca, su cabeza gorda brillaba con presemen.
La gran polla de Erick estaba medio dura, apuntando hacia un lado, y una de sus grandes pelotas habĆa salido por la abertura de la pierna de su baƱador.
El orgulloso miembro de Walter estaba luchando con la pretina de su slip, forzando la tela hasta el lĆmite y creando una gran carpa. ParecĆa que la endeble tela estaba a punto de estallar en cualquier momento.
La gran polla de Dereck se asomaba a travƩs de la abertura de la pierna, apuntando al suelo, semidura. Sus enormes huevos estaban comprimidos fuertemente por el baƱador.
La verga de Gastón parecĆa que un tornado la habĆa atravesado. Las patadas de MoisĆ©s habĆan hecho que la tela se enrollara en algunos lugares, y su traje de baƱo hacĆa nada para ocultar su dotado equipo. Su polla larga y sus testĆculos de gran tamaƱo colgaban a plena vista, mientras el pobre muchacho se retorcĆa y gemĆa de dolor.
—Todo se reduce a la confianza —dijo Gilberto y se acercó a Jean. Le agarró la dura polla y la dejó golpear contra su estómago.
Jean gimió.
Con un fuerte golpe de revés a sus grandes pelotas, Gilberto pasó de Jean y se paró frente a Erick.
Jean gimió de dolor.
—ConfĆanza —repitió Gilberto y clavó la bola expuesta de Erick con un puƱetazo preciso.
Erick gritó.
—Confianza —dijo Gilberto, de pie frente a Walter. Apretando su puƱo, lo lanzó hacia abajo como un martillo, golpeando la tiesa verga.
Walter gritó.
Gilberto asintió y caminó hacia Dereck. Ćl suspiró. —ConfĆanza —envió su pie hacia la entrepierna de Dereck, atrapando sus bolas y la cabeza de su pene, logrando que gimiera.
Los muchachos se retorcĆan y luchaban contra las cuerdas, sus abdominales, sus pectorales y los mĆŗsculos de sus piernas y brazos estaban flexionados y su piel mojada de sudor.
Gilberto se acercó a MoisĆ©s, que estaba parado a un lado, mirando a los otros retorcerse de agonĆa. Le pasó el brazo por los hombros y sonrió. —¿ConfĆan en MoisĆ©s? —le preguntó a los otros muchachos.
—Que se joda —escupió Walter, haciendo muecas de dolor.
—¡SĆ! —gruñó Jean—. ¡Que se pudra!
—Bueno —dijo Gilberto lentamente. —Supongo que no, ¿eh? —hizo una pausa. —Y ustedes tienen razón. Los traicionó haciendo equipo conmigo —miró a MoisĆ©s, que le devolvió la mirada—. No deberĆa haber hecho eso. Es malo para el equipo...
MoisĆ©s tragó saliva. —Pero tĆŗ.
Gilberto levantó las cejas y apretó los hombros de MoisĆ©s. —¿Si?
—Me dijiste que te ayudara...
—No —Gilberto sacudió la cabeza lentamente—. Te preguntĆ© si querĆas ayudarme. Y dijiste que sĆ en lugar de estar junto a tus compaƱeros...
MoisĆ©s se aclaró la garganta. —Pero...
—No, no existe el pero. Fue un hecho —rĆ”pidamente agarró las manos de MoisĆ©s y alcanzó las cuerdas que yacĆan en el suelo.
MoisĆ©s luchó contra el atleta musculoso. —¡Bastardo! —le gritó.
Gilberto clavó su rodilla en las entrañas de Moisés, quitÔndole el aliento.
Moisés tosió y cayó al suelo.
Gilberto solo tardó unos segundos en atarlo de manos.
Moisés gimió de dolor.
Gilberto buscó entre sus muslos por detrÔs y agarró sus delicadas gónadas.
Moisés jadeó.
Gilberto retorció sus testĆculos y ató sus manos al tubo por encina de su cabeza.
Luego soltó las bolas de Moisés y ató sus tobillos.
Al final Gilberto dio un paso atrÔs y admiró su trabajo.
—EstĆ” bien —dijo frotĆ”ndose las manos—. Supongo que es hora de un poco de catarsis...
Se acercó a los muchachos y bajó sus bañadores uno por uno, dejÔndolos colgar alrededor de sus tobillos, dejando que sus duras erecciones y sus pesadas bolas colgaran libremente entre sus muslos.
TomĆ”ndose su tiempo, Gilberto caminaba de un lado a otro frente a la lĆnea de hombres desnudos, mirĆ”ndolos retorcerse de dolor.
DeteniĆ©ndose frente a MoisĆ©s, observó el dotado equipo de Ć©ste. Su miembro estaba tan duro como la de los otros, y sus bolas colgaban de manera vulnerable debajo de su erección. Una delgada lĆnea de presemen rezumaba de la punta, bajando hacia el suelo.
Gilberto chasqueó los nudillos y colocó las manos sobre los hombros de Moisés. Luego clavó la rodilla en las frÔgiles bolas de Moisés, aplastÔndolas contra su pelvis.
Moisés gritó de dolor.
Una vez mĆ”s, levantó la rodilla, chocĆ”ndola con los testĆculos de MoisĆ©s y haciendo que su polla se agitara contra su estómago.
—Rompe sus gÅ«maros —dijo Walter, mirando a su hermano hacer una mueca de dolor.
—¡SĆ! —Intervino Gastón.
—¡Rompe sus bolas y haz que se corra! —gritó Dereck.
—¡Haz que se corra! —dijo Jean.
—¡MuĆ©strale quien manda! —murmuró Erick.
Moisés gritó de dolor en lo que Gilberto hundió su rodilla en sus preciosas gónadas una y otra vez. En el quinto levantamiento de rodilla, la polla de Moisés se contrajo violentamente.
—¡Ay! —Walter gritó, sonriendo mientras la polla de su hermano estallaba con gruesos chorros de esperma caliente.
Gilberto rÔpidamente dio un paso atrÔs y se volvió hacia Jean, mientras Moisés gritaba de dolor. Su pene disparó chorro tras chorro de lefa blanca y cremosa en el suelo.
Gilberto lo ignoró y comenzó a trabajar en las huevas de Jean. Golpeando sus testĆculos con poderosos uppercuts.
Jean chilló cuando sus jugosas toronjas fueron golpeadas implacablemente por Gilberto.
Los gritos de dolor de MoisĆ©s parecieron excitar a Jean, y no necesitó mĆ”s de diez golpes fuertes para que se corriera. Sus testĆculos se movĆan violentamente con cada golpe, llenando el Ć”rea de la piscina con el sonido de nudillos chocando con las delicadas bolas.
Tan pronto como el pene de Jean soltó su fuente de esperma, Gilberto se volvió hacia Erick, que era el siguiente en la fila.
—No —gimió Erick cuando Gilberto levantó su pierna hacia atrĆ”s y envió el pie contra sus jugosas pelotas.
—Lo siento —dijo Gilberto mientras accionaba otra patada.
Mientras las últimas oleadas de su poderoso orgasmo atravesaban el cuerpo de Jean, Erick gritaba a todo pulmón.
El pie de Gilberto se estrelló contra los pobres huevos de Erick, clavÔndolos en su ingle y aplastÔndolos cruelmente.
La enorme polla de Erick apuntaba al cielo mientras el pie de Gilberto causaba estragos en sus frÔgiles gónadas.
Finalmente, después de mÔs de veinte duras patadas, las bolas de Erick se rindieron y su polla disparó una fuerte dosis de leche contra su barbilla.
Walter, Dereck y Gastón habĆan visto la suerte de sus compaƱeros, sabiendo lo que les esperaba.
El siguiente fue Walter, y Gilberto no perdió el tiempo. Agarró sus testĆculos llenos y los apretó con fuerza.
Walter gimió.
—No voy a soltar nada —siseó.
—No tienes que hacerlo —respondió Gilberto con naturalidad, estirando las bolas de Walter haciĆ©ndolo gritar a toda fuerza—. Igual voy a exprimir el jugo de tus albóndigas —sosteniendo cada testĆculo en una de sus manos, los torció en direcciones opuestas, haciendo que los ojos de Walter se abultaran y las venas de su cuello resaltaran.
Su cuerpo brillaba de sudor mientras intentaba contener el jugo que estaba hirviendo dentro de sus grandes pelotas.
Gilberto apretó los dientes y clavó las uñas en las bolas de Walter.
—¡Nooooo!
Su polla se crispó violentamente.
—¡Vamos! —gruñó Gilberto, moliendo las papas de Walter entre sus dedos.
—¡No!
Con un grito de derrota y humillación, Walter bajó la mirada a su polla mientras salĆan galones de semen.
—Buen chico —dijo Gilberto y golpeó las bolas de Walter.
Walter dejó escapar un aullido agonizante, y Gilberto se volvió hacia Dereck.
El macho se mordió los labios. —Joder —susurró—. Gilberto, por favor...
Gilberto sacudió la cabeza. —Es el entrenamiento, Dereck.
Los ojos de Dereck se llenaron de lĆ”grimas. —Entrenador, por favor...
—Nada que puedas hacer —dijo Gilberto, lanzando un poderoso golpe a la polla de Dereck.
Dirigiendo su atención a las fuertes bolas de Dereck, Gilberto las agarró y las sostuvo con la palma de la mano. Golpeó el puño contra ellas.
La polla de Dereck estaba dura como roca brillando con sudor y presemen.
Gilberto golpeó sus cocos una y otra vez.
—Vaya —murmuró—, me empiezan a doler los nudillos.
Dereck gritó.
—ContarĆ© hasta tres o los romperĆ© —dijo Gilberto—. ¡Uno! —golpeó las gónadas con fuerza.
Los ojos de Dereck se hincharon y tosió.
—¡Dos!
Su polla se crispó incontrolablemente.
—¡Tres!
Con un aullido desgarrador, los ojos de Dereck se volvieron hacia su cabeza y un impresionante cañonazo de lefa salió volando de su polla.
Gilberto asintió satisfecho y se volvió hacia el último hombre, Gastón.
El muchacho temblaba de miedo.
Gilberto miró a un lado.
Los demĆ”s estaban gimiendo, sus pollas colgaban sobre sus bolas vacĆas, con charcos de semen delante de ellos.
Gilberto se rió entre dientes. —A ver —dijo—. ¿QuiĆ©n es el mejor eyaculador de todos?
Gastón miró al suelo. —No lo sĆ©. ¿SerĆ” Walter?
Gilberto miró los puntos hĆŗmedos en el suelo que estaban a un par de centĆmetros delante del cuerpo del morenazo.
—¿Crees que puedes superar eso?
Gastón tragó saliva.
—¿Crees que puedes disparar mĆ”s lejos que Walter?
—Yo... Eso es... no sĆ© —rartamudeó Gastón—. Bueno, solo si no me lastimas las pelotas.
Gilberto chasqueó la lengua. —Esa no es una opción, Gastón.
—Pe... Entrenador, no sĆ© si...
—Escucha, Gastón —dijo Gilberto, sonriendo con saƱa—. Mejor dispara esa leche lo mĆ”s lejos que puedas. Y si no disparas mĆ”s allĆ” de Walter, estĆ”s fuera del proyecto. Y desheredado como Chacón.
Gastón tragó saliva. —Pero yo no...
—CĆ”llate y concĆ©ntrate en la lĆnea de meta —dijo Gilberto y agarró la gruesa y gorda polla de Gastón, apuntando directamente al frente.
Las jugosas bolas de Gastón colgaban en su saco, y Gilberto levantó la rodilla y la golpeó en la ingle de Gastón.
—¡Oh! —Gastón tosió mientras sus bolas se aplanaban entre su entrepierna y la ruda rodilla de Gilberto.
Gilberto acarició lentamente su miembro mientras levantaba la rodilla contra las indefensas huevas de Gastón una vez mÔs.
Gaston gritó.
—Vamos —dijo Gilberto.
Su rodilla chocó contra los testĆculos de Gastón con fuerza agonizante, golpeando los dos órganos en su pelvis.
Gastón gritó en agonĆa.
Acelerando, Gilberto comenzó a clavar su rodilla en los testĆculos de Gastón una y otra vez, acariciando su polla al mismo tiempo.
Gastón jadeaba y gritaba, tosĆa y gemĆa, y finalmente, con un grito enfermo y gorgoteante, su polla estalló con fuertes y gruesos chorros de lefa que cayeron al suelo.
El primero aterrizó un par de centĆmetros detrĆ”s del charco de Walter, pero el segundo llevó a Gastón a la meta.
Gilberto soltó la polla espasmódica de Gastón y golpeó con fuerza sus bolas contraĆdas, mientras semen continuaba saliendo a chorros de la punta de su pene.
—QuĆ© desastre —dijo, mirando las masas de semen blanco y pegajoso que cubrĆa el suelo.
Se paró frente a los chicos, con cuidado de no pisar los charcos de néctar masculino.
—Chicos —gritó, haciendo que los seis muchachos levantaran la cabeza y lo miraran. Se veĆan miserables y exhaustos—. ¡Espero que hayan disfrutado su entrenamiento! Esto es todo por ahora.
Se acercó a Gastón y desató sus brazos.
Gastón se derrumbó en el suelo.
—Gastón, ayuda a tus compaƱeros, ¿quieres? —dijo Gilberto dando la media vuelta para irse.
—SĆ, entrenador —susurró Gastón.
—¡Y asegĆŗrate de limpiar ese desastre en el piso!
Gastón asintió con la cabeza.
Gilberto se alejó para ir a conversar con Farid y Bastian.
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