Gilberto, el entrenador (1/3): El youtuber - Las Bolas de Pablo

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1 feb 2020

Gilberto, el entrenador (1/3): El youtuber


CONTIENE
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   —¿Listo para empezar? —preguntĆ³ Bastian al muchacho que lo esperaba. 

   Gilberto estaba de pie en medio del Ć”rea de alberca. SonriĆ³ y afirmĆ³, era un youtuber famoso por no presentar terminaciones nerviosas en sus cojones o eso aparentaba porque ningĆŗn golpe en los testĆ­culos le dolĆ­a.

   —Estoy ansioso por conocer a ese montĆ³n de perdedores —sonriĆ³.

   —Correcto —sonriĆ³ Bastian.

   El deportista estaba sin camisa y descalzo, con pantalones, era jodidamente sexy. Y la causa de su falta de dolor era interĆ©s tambiĆ©n para Bastian ChacĆ³n aunque creĆ­a que la razĆ³n se debĆ­a a la escasez de sus dotes viriles. TenĆ­a pecho musculoso y abdominales perfectos. Pero pocas veces marcaba paquete. Iba a ser contratado como entrenador de resistencia testicular.

   Erick, estaba de pie junto a los otros muchachos en el Ć”rea de la piscina. El atractivo hombre de cabellos alborotados y largos no llevaba nada mĆ”s que un pequeƱo traje de baƱo. Sus bolas carnosas y su polla gorda estaban claramente delineadas en la endeble tela.

   Su amigo Dereck ChacĆ³n acariciĆ³ su paquete y mirĆ³ sonriendo a Gilberto montones de veces admiro sus vĆ­deos y puso en prĆ”ctica sus tutoriales de resistencia de huevos, rindiĆ©ndose en el intento.

   MoisĆ©s y Walter, tambiĆ©n estaban ahĆ­. Walter agarrĆ³ juguetonamente el paquete de su hermano y lo apretĆ³. —Ten cuidado, hermanito, o tu traje de baƱo explotarĆ”...

   —Basta —siseĆ³ MoisĆ©s apartartando la mano de Walter de su bulto.

   Walter sonriĆ³.


   GastĆ³n, el hermano menor entre Horacio y Dereck, se aclarĆ³ la garganta viendo el canal de youtube del invitado en su celular. —El gran Gilberto 'Fuerza' un gusto conocerte.

   Todos miraron su entrepierna.

   TenĆ­a un paquete bastante grande, una polla gorda como serpiente y dos testĆ­culos de gran tamaƱo como buen ChacĆ³n.

   Jean era el que tenĆ­a la verga mĆ”s grande de todo el grupo. El semental rubio, caminĆ³ hurgando su traje de baƱo, tratando de meter sus inmensos huevos y su grueso falo en Ć©l.

   Todos se echaron a reĆ­r.

   Una de sus gĆ³nadas colgaba de un costado y la punta de su polla se asomaba por la cintura.

   —No es gracioso —respondiĆ³ Jean, sonriendo—. Soy demasiado grande para esto.

   Bastian sonriĆ³. —DeberĆ­as haber comprado unos mĆ”s grandes...

   —En mi alcoba tengo varios, si quieres irĆ© a cambiarme —con cuidado, logrĆ³ acomodar su paquete—. Parece que ya estĆ” bien —sonriĆ³ con orgullo.

   —¿PodrĆ­a alguien borrar esa estĆŗpida sonrisa de su rostro, por favor? —dijo Gilberto con voz aburrida.

   —Claro, entrenador —afirmĆ³ Walter y pateĆ³ el paquete de Jean con un golpe contundente. Su pie se estrellĆ³ contra las gĆ³nadas metiĆ©ndolas en su entrepierna. La fuerza del impacto hizo que la cabeza de su pene saliera de su baƱador.

   Los ojos de Jean se hincharon y gimiĆ³.

   El resto de los muchachos se rieron entre dientes.

   —¿Podemos comenzar? —preguntĆ³ Gilberto.

   —Joder —gimiĆ³ Jean roncamente, doblado de postura.

   —¿QuĆ©? —preguntĆ³ Gilberto bruscamente.

   Walter dio un paso hacia Jean.

   —Quiero decir, empecemos, entrenador —susurrĆ³ Jean.

   —Gracias —dijo Gilberto—. Quiero que me nombren a los mĆ”s dĆ©biles de las pelotas entre ustedes.

   Los muchachos miraron a Gilberto, y luego intercambiaron vistas entre ellos.


   —Jean —dijo Walter rĆ”pidamente sin tan sĆ³lo pensarlo.

   Su hermano MoisĆ©s lo mirĆ³ y levantĆ³ las cejas no creĆ­a que fuese asĆ­.

   —Y MoisĆ©s —agregĆ³ Walter, sonriendo.

   —SĆ­ —dijo GastĆ³n—. Jean y MoisĆ©s.

   Erick y Dereck asintieron.

   —Y Erick —agregĆ³ Dereck.

   El de cabellos alborotados le lanzĆ³ una mirada furiosa. —No soy...

   —¡CĆ”llate! —gritĆ³ Gilberto—. Jean, MoisĆ©s y Erick. Eso es exactamente lo que estaba pensando.

   —Pero entrenador —comentĆ³  MoisĆ©s. —YO...

   —¡Silencio!

   MoisĆ©s se mordiĆ³ el labio inferior.

   —Walter, Dereck y GastĆ³n —dijo Gilberto bruscamente—. Me ayudarĆ”n a fortalecer a estos perdedores.

   Los tres jĆ³venes sonrieron y asintieron.

   Jean pudo ponerse de pie nuevamente. Sus manos estaban amasando su paquete. Sin embargo, no se molestĆ³ en volver a guardar su miembro, porque sabĆ­a que, de todos modos, volverĆ­a a salir de su baƱador.

   Erick tenĆ­a expresiĆ³n desesperada en su rostro. —Pero...

   —SerĆ”s el primero—dijo Gilberto seƱalandolo.

   Erick tragĆ³ saliva.

   —Abre las piernas.

   Los chicos corrieron hacia Erick. Jean y MoisĆ©s fueron los primeros en sostener sus piernas y separarlas.

   Erick se opuso. —Pero...

   Gilberto se parĆ³ frente a Ć©l. MirĆ³ su prominente entrepierna y llevĆ³  su pierna hacia atrĆ”s.

   Luego, con toda la fuerza que pudo reunir, estrellĆ³ su pie descalzo en el paquete de Erick, dejĆ”ndolo sin aliento.

   Ć‰l gimiĆ³ cuando sus Ʊemas se aplastaron contra su pelvis.

   —No puedes ser un buen experimento de Bastian si no puedes soportar un poco de dolor —dijo Gilberto—. Dejenlo.

   MoisĆ©s y Jean obedecieron y Erick inmediatamente agarrĆ³ su paquete y se doblĆ³.

   Gilberto seƱalĆ³ a MoisĆ©s.

   Inmediatamente, Walter, Jean y Dereck lo agarraron.

   GastĆ³n estaba parado a un lado, luciendo escĆ©ptico.

   Gilberto cerrĆ³ el puƱo y mirĆ³ a MoisĆ©s a los ojos.

   MoisĆ©s se mordiĆ³ el labio inferior.

   —Rompe sus pelotitas, entrenador —sonriĆ³ su hermano, aferrĆ”ndose a la cintura de MoisĆ©s—. Es un perdedor.

   Manteniendo sus ojos en MoisĆ©s, Gilberto lanzĆ³ un rĆ”pido y sorprendente uppercut en las bolas de Walter, siguiendo con otro y otro en rĆ”pida sucesiĆ³n.

   Walter lo mirĆ³, completamente sorprendido, por una fracciĆ³n de segundo antes de que el dolor lo dominara se atragantĆ³ y se derrumbĆ³ en el suelo.

   —Oooohhh —GastĆ³n hizo una mueca en solidaridad con su amigo.

   —Gracias, entrenador —sonriĆ³ MoisĆ©s.

   Gilberto lo interrumpiĆ³ al tratarlo con el mismo procedimiento, golpeando sus bolas tres veces con golpes duros que aterrizaron justo en el blanco, clavando los tiernos testĆ­culos en su cuerpo.

   MoisĆ©s dejĆ³ escapar un gemido miserable.

   Dereck y Jean se aferraron a Ć©l, pero no pudieron retenerlo.

   —GastĆ³n —siseĆ³ Gilberto. —Ayudalos.

   GastĆ³n vacilĆ³.

   —¡GastĆ³n!

   El hermano menor de Horacio ChacĆ³n ayudĆ³ a Jean y Dereck para sostener a MoisĆ©s que estaba luchando y retorciĆ©ndose de dolor.

   Gilberto dio un paso atrĆ”s y asintiĆ³. Luego pateĆ³ las bolas de MoisĆ©s, causando que el joven dejara de gritar y gimiera.

   —Gracias —dijo Gilberto.

   Dereck, Jean y GastĆ³n lo soltaron.

   Gilberto los mirĆ³.

   Jean sonriĆ³ tĆ­midamente. —Esa fue buena, entrenador.

   Gilberto levantĆ³ las cejas. —¿Eso crees, Jean?

   Jean asintiĆ³ y sonriĆ³. Su pene comenzaba a endurecerse, engrosando mĆ”s y mĆ”s.

   —Te mostrarĆ© una buena —murmurĆ³ Gilberto y lanzĆ³ una patada a las gĆ³nadas de Jean. Sus dedos desnudos rebotaron con las albĆ³ndigas de gran tamaƱo de Jean, haciendo que los ojos de ChacĆ³n se abrieran nuevamente.

   SoltĆ³ un largo y miserable gemido y cayĆ³ de rodillas.

   —¿Esa es buena, Jean? —preguntĆ³ Gilberto.

   Jean se quejĆ³.

   —¿Huh? ¿Esa es buena?

   —SĆ­, entrenador —susurrĆ³ Jean doblĆ”ndose con la frente apoyada en el suelo.

   Gilberto mirĆ³ a los dos chicos que quedaban de pie.

   Dereck y GastĆ³n se movieron incĆ³modos.

   RĆ”pidamente, las manos de Gilberto se dispararon y agarraron los dos paquetes frente a Ć©l, atrapando los dos juegos de testĆ­culos.

   Dereck y GastĆ³n jadearon al unĆ­sono.

   Gilberto apretĆ³ con fuerza, amasando las cuatro toronjas en sus manos y apretando los dientes, tratando de infligir el mayor dolor posible.

   Los dos hermanos testiculones hicieron una mueca de dolor, con los ojos bien abiertos y la boca cerrada.

   —Esto estĆ” lejos de terminar —dijo Gilberto lentamente, apretando las cuatro gĆ³nadas en sus grandes manos. —CrĆ©anme, esto estĆ” lejos de terminar...

   Con un rĆ”pido tirĆ³n y un giro, hizo que los dos muchachos se pusieran de puntillas.

   GastĆ³n y Dereck gritaron.

   Gilberto torciĆ³ cruelmente los paquetes de GastĆ³n y Dereck, haciĆ©ndolos gritar a toda velocidad.

   Soltando su agarre, vio a los dos hermanos tropezar y caer al suelo.

   Gilberto sacudiĆ³ la cabeza.

   MirĆ³ alrededor del Ć”rea de piscina. El sitio estaba llenĆ³ de los gemidos de los seis hombres en un coro desarmĆ³nico.

   —¿QuiĆ©n quiere ser entrenador asistente? —preguntĆ³ Gilberto.

   La mayorĆ­a de los ellos estaban ocupados acariciando sus testĆ­culos como para prestar atenciĆ³n al youtuber.

   El entrenador se acercĆ³ a MoisĆ©s y le dio unas palmaditas en el hombro. —¿EstĆ”s enojado con tu hermano? —le preguntĆ³.

   El chico moreno hizo una mueca de dolor mientras se frotaba las bolas. AsintiĆ³ rĆ”pidamente.

   —Genial —dijo Gilberto en voz baja—. Eres mi asistente, ahora. Haz lo que te digo y tus cojones se salvarĆ”n.

   MoisĆ©s se encogiĆ³ de hombros. —Bueno.

   Gilberto se acercĆ³ a un morral en el suelo y lo abriĆ³. Extrayendo algunas cuerdas. —Vamos a atarlos.

   Unos minutos mĆ”s tarde, Walter, Dereck, Erick, GastĆ³n y Jean estaban atados de muƱecas y tobillos. Los brazos sostenidos por encima de sus cabezas en unos tubos.

   Gilberto asintiĆ³. —Chicos —dijo y caminĆ³ de un lado a otro frente a la lĆ­nea de cuerpos semidesnudos y musculosos—. TĆŗ...

   —Esto va demasiado lejos —gruĆ±Ć³ GastĆ³n. —Esto no es un entrenamiento de bo...

   —MoisĆ©s —dijo Gilberto bruscamente seƱalando a GastĆ³n.

   MoisĆ©s asintiĆ³ y caminĆ³ hacia el mĆ”s joven del equipo.

   GastĆ³n lo mirĆ³ con miedo. Su cuerpo, y especialmente su jugosa canasta de huevos, estaban completamente expuestos, sus grandes ciruelas descansaban de manera vulnerable en la endeble tela del baƱador.

   MoisĆ©s agarrĆ³ los pezones de GastĆ³n con sus pulgares e Ć­ndices, y los girĆ³ en direcciones opuestas.

   GastĆ³n gritĆ³.

   —Chicos —gritĆ³ Gilberto—. SĆ© que esto podrĆ­a ser doloroso para algunos de ustedes...

   MoisĆ©s torciĆ³ los pezones de GastĆ³n en otra direcciĆ³n, haciĆ©ndole gritar de dolor.

   —... pero como entrenador es mi deber decirles la verdad y nada mĆ”s que la verdad...

   MoisĆ©s levantĆ³ la rodilla y la metiĆ³ en la entrepierna de GastĆ³n, atrapando sus dos huevos de manera mortal estrellĆ”ndolos contra su cuerpo. GastĆ³n jadeĆ³.

   —... sobre sus fortalezas y, lo mĆ”s importante de todo, sobre sus... —Gilberto se detuvo y seƱalĆ³ a GastĆ³n.

   MoisĆ©s siguiĆ³ su ejemplo y pateĆ³ las gĆ³nadas de GastĆ³n con fuerza. Las punta de su pie chocĆ³ con los preciosos testĆ­culos del hermoso ChacĆ³n, aplastĆ”ndolos contra su pelvis y haciendo que dejara escapar un grito espeluznante. El sonido del impacto resonĆ³ en el Ć”rea.

   Gilberto esperĆ³ hasta que el grito de GastĆ³n se convirtiera en un gemido miserable. Luego continuĆ³ su oraciĆ³n, — debilidades.

   GastĆ³n se retorcĆ­a amarrado, gimiendo de dolor.

   Los otros cuatro muchachos lo miraron, sintiendo pena ajena.

   Sus penes estaban en varios estados de excitaciĆ³n.

   La enorme polla de Jean casi se habĆ­a liberado por completo de la delgada tela de su traje de baƱo negro. Estaba apuntando hacia el cielo, dura como una roca, su cabeza gorda brillaba con presemen.

   La gran polla de Erick estaba medio dura, apuntando hacia un lado, y una de sus grandes pelotas habĆ­a salido por la abertura de la pierna de su baƱador.

   El orgulloso miembro de Walter estaba luchando con la pretina de su slip, forzando la tela hasta el lĆ­mite y creando una gran carpa. ParecĆ­a que la endeble tela estaba a punto de estallar en cualquier momento.

   La gran polla de Dereck se asomaba a travĆ©s de la abertura de la pierna, apuntando al suelo, semidura. Sus enormes huevos estaban comprimidos fuertemente por el baƱador.

   La verga de GastĆ³n parecĆ­a que un tornado la habĆ­a atravesado. Las patadas de MoisĆ©s habĆ­an hecho que la tela se enrollara en algunos lugares, y su traje de baƱo hacĆ­a nada para ocultar su dotado equipo. Su polla larga y sus testĆ­culos de gran tamaƱo colgaban a plena vista, mientras el pobre muchacho se retorcĆ­a y gemĆ­a de dolor.

   —Todo se reduce a la confianza —dijo Gilberto y se acercĆ³ a Jean. Le agarrĆ³ la dura polla y la dejĆ³ golpear contra su estĆ³mago.

   Jean gimiĆ³.

   Con un fuerte golpe de revĆ©s a sus grandes pelotas, Gilberto pasĆ³ de Jean y se parĆ³ frente a Erick.

   Jean gimiĆ³ de dolor.

   —ConfĆ­anza —repitiĆ³ Gilberto y clavĆ³ la bola expuesta de Erick con un puƱetazo preciso.

   Erick gritĆ³.

   —Confianza —dijo Gilberto, de pie frente a Walter. Apretando su puƱo, lo lanzĆ³ hacia abajo como un martillo, golpeando la tiesa verga.

   Walter gritĆ³.

   Gilberto asintiĆ³ y caminĆ³ hacia Dereck. Ɖl suspirĆ³. —ConfĆ­anza —enviĆ³ su pie hacia la entrepierna de Dereck, atrapando sus bolas y la cabeza de su pene, logrando que gimiera.

   Los muchachos se retorcĆ­an y luchaban contra las cuerdas, sus abdominales, sus pectorales y los mĆŗsculos de sus piernas y brazos estaban flexionados y su piel mojada de sudor.

   Gilberto se acercĆ³ a MoisĆ©s, que estaba parado a un lado, mirando a los otros retorcerse de agonĆ­a. Le pasĆ³ el brazo por los hombros y sonriĆ³. —¿ConfĆ­an en MoisĆ©s? —le preguntĆ³ a los otros muchachos.

   —Que se joda —escupiĆ³ Walter, haciendo muecas de dolor.

   —¡SĆ­! —gruĆ±Ć³ Jean—. ¡Que se pudra!

   —Bueno —dijo Gilberto lentamente. —Supongo que no, ¿eh? —hizo una pausa. —Y ustedes tienen razĆ³n. Los traicionĆ³ haciendo equipo conmigo —mirĆ³ a MoisĆ©s, que le devolviĆ³ la mirada—. No deberĆ­a haber hecho eso. Es malo para el equipo...

   MoisĆ©s tragĆ³ saliva. —Pero tĆŗ.

   Gilberto levantĆ³ las cejas y apretĆ³ los hombros de MoisĆ©s. —¿Si?

   —Me dijiste que te ayudara...

   —No —Gilberto sacudiĆ³ la cabeza lentamente—. Te preguntĆ© si querĆ­as ayudarme. Y dijiste que sĆ­ en lugar de estar junto a tus compaƱeros...

   MoisĆ©s se aclarĆ³ la garganta. —Pero...

   —No, no existe el pero. Fue un hecho —rĆ”pidamente agarrĆ³ las manos de MoisĆ©s y alcanzĆ³ las cuerdas que yacĆ­an en el suelo.

MoisĆ©s luchĆ³ contra el atleta musculoso. —¡Bastardo! —le gritĆ³.

   Gilberto clavĆ³ su rodilla en las entraƱas de MoisĆ©s, quitĆ”ndole el aliento.


   MoisĆ©s tosiĆ³ y cayĆ³ al suelo.

   Gilberto solo tardĆ³ unos segundos en atarlo de manos.

   MoisĆ©s gimiĆ³ de dolor.

   Gilberto buscĆ³ entre sus muslos por detrĆ”s y agarrĆ³ sus delicadas gĆ³nadas.

   MoisĆ©s jadeĆ³.

   Gilberto retorciĆ³ sus testĆ­culos y atĆ³ sus manos al tubo por encina de su cabeza.

   Luego soltĆ³ las bolas de MoisĆ©s y atĆ³ sus tobillos.

   Al final Gilberto dio un paso atrĆ”s y admirĆ³ su trabajo.

   —EstĆ” bien —dijo frotĆ”ndose las manos—. Supongo que es hora de un poco de catarsis...

   Se acercĆ³ a los muchachos y bajĆ³ sus baƱadores uno por uno, dejĆ”ndolos colgar alrededor de sus tobillos, dejando que sus duras erecciones y sus pesadas bolas colgaran libremente entre sus muslos.

   TomĆ”ndose su tiempo, Gilberto caminaba de un lado a otro frente a la lĆ­nea de hombres desnudos, mirĆ”ndolos retorcerse de dolor.

   DeteniĆ©ndose frente a MoisĆ©s, observĆ³ el dotado equipo de Ć©ste. Su miembro estaba tan duro como la de los otros, y sus bolas colgaban de manera vulnerable debajo de su erecciĆ³n. Una delgada lĆ­nea de presemen rezumaba de la punta, bajando hacia el suelo.

   Gilberto chasqueĆ³ los nudillos y colocĆ³ las manos sobre los hombros de MoisĆ©s. Luego clavĆ³ la rodilla en las frĆ”giles bolas de MoisĆ©s, aplastĆ”ndolas contra su pelvis.

   MoisĆ©s gritĆ³ de dolor.

   Una vez mĆ”s, levantĆ³ la rodilla, chocĆ”ndola con los testĆ­culos de MoisĆ©s y haciendo que su polla se agitara contra su estĆ³mago.

   —Rompe sus gÅ«maros —dijo Walter, mirando a su hermano hacer una mueca de dolor.

   —¡SĆ­! —Intervino GastĆ³n.

   —¡Rompe sus bolas y haz que se corra! —gritĆ³ Dereck.

   —¡Haz que se corra! —dijo Jean.

   —¡MuĆ©strale quien manda! —murmurĆ³ Erick.

   MoisĆ©s gritĆ³ de dolor en lo que Gilberto hundiĆ³ su rodilla en sus preciosas gĆ³nadas una y otra vez. En el quinto levantamiento de rodilla, la polla de MoisĆ©s se contrajo violentamente.

   —¡Ay! —Walter gritĆ³, sonriendo mientras la polla de su hermano estallaba con gruesos chorros de esperma caliente.

   Gilberto rĆ”pidamente dio un paso atrĆ”s y se volviĆ³ hacia Jean, mientras MoisĆ©s gritaba de dolor. Su pene disparĆ³ chorro tras chorro de lefa blanca y cremosa en el suelo.

   Gilberto lo ignorĆ³ y comenzĆ³ a trabajar en las huevas de Jean. Golpeando sus testĆ­culos con poderosos uppercuts.

   Jean chillĆ³ cuando sus jugosas toronjas fueron golpeadas implacablemente por Gilberto.

   Los gritos de dolor de MoisĆ©s parecieron excitar a Jean, y no necesitĆ³ mĆ”s de diez golpes fuertes para que se corriera. Sus testĆ­culos se movĆ­an violentamente con cada golpe, llenando el Ć”rea de la piscina con el sonido de nudillos chocando con las delicadas bolas.

   Tan pronto como el pene de Jean soltĆ³ su fuente de esperma, Gilberto se volviĆ³ hacia Erick, que era el siguiente en la fila.

   —No —gimiĆ³ Erick cuando Gilberto levantĆ³ su pierna hacia atrĆ”s y enviĆ³ el pie contra sus jugosas pelotas.

   —Lo siento —dijo Gilberto mientras accionaba otra patada.

   Mientras las Ćŗltimas oleadas de su poderoso orgasmo atravesaban el cuerpo de Jean, Erick gritaba a todo pulmĆ³n. 

   El pie de Gilberto se estrellĆ³ contra los pobres huevos de Erick, clavĆ”ndolos en su ingle y aplastĆ”ndolos cruelmente.

   La enorme polla de Erick apuntaba al cielo mientras el pie de Gilberto causaba estragos en sus frĆ”giles gĆ³nadas.

   Finalmente, despuĆ©s de mĆ”s de veinte duras patadas, las bolas de Erick se rindieron y su polla disparĆ³ una fuerte dosis de leche contra su barbilla.

   Walter, Dereck y GastĆ³n habĆ­an visto la suerte de sus compaƱeros, sabiendo lo que les esperaba.

   El siguiente fue Walter, y Gilberto no perdiĆ³ el tiempo. AgarrĆ³ sus testĆ­culos llenos y los apretĆ³ con fuerza.

   Walter gimiĆ³.

   —No voy a soltar nada —siseĆ³.

   —No tienes que hacerlo —respondiĆ³ Gilberto con naturalidad, estirando las bolas de Walter haciĆ©ndolo gritar a toda fuerza—. Igual voy a exprimir el jugo de tus albĆ³ndigas —sosteniendo cada testĆ­culo en una de sus manos, los torciĆ³ en direcciones opuestas, haciendo que los ojos de Walter se abultaran y las venas de su cuello resaltaran.

   Su cuerpo brillaba de sudor mientras intentaba contener el jugo que estaba hirviendo dentro de sus grandes pelotas.

   Gilberto apretĆ³ los dientes y clavĆ³ las uƱas en las bolas de Walter.

   —¡Nooooo!

   Su polla se crispĆ³ violentamente.

   —¡Vamos! —gruĆ±Ć³ Gilberto, moliendo las papas de Walter entre sus dedos.

   —¡No!

   Con un grito de derrota y humillaciĆ³n, Walter bajĆ³ la mirada a su polla mientras salĆ­an galones de semen.

   —Buen chico —dijo Gilberto y golpeĆ³ las bolas de Walter.

   Walter dejĆ³ escapar un aullido agonizante, y Gilberto se volviĆ³ hacia Dereck.

   El macho se mordiĆ³ los labios. —Joder —susurrĆ³—. Gilberto, por favor...

   Gilberto sacudiĆ³ la cabeza. —Es el entrenamiento, Dereck.

   Los ojos de Dereck se llenaron de lĆ”grimas. —Entrenador, por favor...

   —Nada que puedas hacer —dijo Gilberto, lanzando un poderoso golpe a la polla de Dereck.

   Dirigiendo su atenciĆ³n a las fuertes bolas de Dereck, Gilberto las agarrĆ³ y las sostuvo con la palma de la mano. GolpeĆ³ el puƱo contra ellas.

   La polla de Dereck estaba dura como roca brillando con sudor y presemen.

   Gilberto golpeĆ³ sus cocos una y otra vez.

   —Vaya —murmurĆ³—, me empiezan a doler los nudillos.

   Dereck gritĆ³.

   —ContarĆ© hasta tres o los romperĆ© —dijo Gilberto—. ¡Uno! —golpeĆ³ las gĆ³nadas con fuerza.

   Los ojos de Dereck se hincharon y tosiĆ³.

   —¡Dos!

   Su polla se crispĆ³ incontrolablemente.

   —¡Tres!

   Con un aullido desgarrador, los ojos de Dereck se volvieron hacia su cabeza y un impresionante caƱonazo de lefa saliĆ³ volando de su polla.

   Gilberto asintiĆ³ satisfecho y se volviĆ³ hacia el Ćŗltimo hombre, GastĆ³n.

   El muchacho temblaba de miedo.

   Gilberto mirĆ³ a un lado.

   Los demĆ”s estaban gimiendo, sus pollas colgaban sobre sus bolas vacĆ­as, con charcos de semen delante de ellos.

   Gilberto se riĆ³ entre dientes. —A ver —dijo—. ¿QuiĆ©n es el mejor eyaculador de todos?

   GastĆ³n mirĆ³ al suelo. —No lo sĆ©. ¿SerĆ” Walter?

   Gilberto mirĆ³ los puntos hĆŗmedos en el suelo que estaban a un par de centĆ­metros delante del cuerpo del morenazo.

   —¿Crees que puedes superar eso?

   GastĆ³n tragĆ³ saliva.

   —¿Crees que puedes disparar mĆ”s lejos que Walter?

   —Yo... Eso es... no sĆ© —rartamudeĆ³ GastĆ³n—. Bueno, solo si no me lastimas las pelotas.

   Gilberto chasqueĆ³ la lengua. —Esa no es una opciĆ³n, GastĆ³n.

   —Pe... Entrenador, no sĆ© si...

   —Escucha, GastĆ³n —dijo Gilberto, sonriendo con saƱa—. Mejor dispara esa leche lo mĆ”s lejos que puedas. Y si no disparas mĆ”s allĆ” de Walter, estĆ”s fuera del proyecto. Y desheredado como ChacĆ³n.

   GastĆ³n tragĆ³ saliva. —Pero yo no...

   —CĆ”llate y concĆ©ntrate en la lĆ­nea de meta —dijo Gilberto y agarrĆ³ la gruesa y gorda polla de GastĆ³n, apuntando directamente al frente.

   Las jugosas bolas de GastĆ³n colgaban en su saco, y Gilberto levantĆ³ la rodilla y la golpeĆ³ en la ingle de GastĆ³n.

   —¡Oh! —GastĆ³n tosiĆ³ mientras sus bolas se aplanaban entre su entrepierna y la ruda rodilla de Gilberto.

   Gilberto acariciĆ³ lentamente su miembro mientras levantaba la rodilla contra las indefensas huevas de GastĆ³n una vez mĆ”s.

   Gaston gritĆ³.

   —Vamos —dijo Gilberto.

   Su rodilla chocĆ³ contra los testĆ­culos de GastĆ³n con fuerza agonizante, golpeando los dos Ć³rganos en su pelvis.

   GastĆ³n gritĆ³ en agonĆ­a.

   Acelerando, Gilberto comenzĆ³ a clavar su rodilla en los testĆ­culos de GastĆ³n una y otra vez, acariciando su polla al mismo tiempo.

   GastĆ³n jadeaba y gritaba, tosĆ­a y gemĆ­a, y finalmente, con un grito enfermo y gorgoteante, su polla estallĆ³ con fuertes y gruesos chorros de lefa que cayeron al suelo.

   El primero aterrizĆ³ un par de centĆ­metros detrĆ”s del charco de Walter, pero el segundo llevĆ³ a GastĆ³n a la meta.

   Gilberto soltĆ³ la polla espasmĆ³dica de GastĆ³n y golpeĆ³ con fuerza sus bolas contraĆ­das, mientras semen continuaba saliendo a chorros de la punta de su pene.

   —QuĆ© desastre —dijo, mirando las masas de semen blanco y pegajoso que cubrĆ­a el suelo.

   Se parĆ³ frente a los chicos, con cuidado de no pisar los charcos de nĆ©ctar masculino.

   —Chicos —gritĆ³, haciendo que los seis muchachos levantaran la cabeza y lo miraran. Se veĆ­an miserables y exhaustos—. ¡Espero que hayan disfrutado su entrenamiento! Esto es todo por ahora.

   Se acercĆ³ a GastĆ³n y desatĆ³ sus brazos.

   GastĆ³n se derrumbĆ³ en el suelo.

   —GastĆ³n, ayuda a tus compaƱeros, ¿quieres? —dijo Gilberto dando la media vuelta para irse.

   —SĆ­, entrenador —susurrĆ³ GastĆ³n.

   —¡Y asegĆŗrate de limpiar ese desastre en el piso!

   GastĆ³n asintiĆ³ con la cabeza.

   Gilberto se alejĆ³ para ir a conversar con Farid y Bastian.

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