CONTIENE:
BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
HOMBRE/HOMBRE
Tres amigos estaban compartiendo la mañana de un sabado en un club social, dos de esos muchachos son ya personajes conocido por algunos lectores del blog. El primero de ellos es Germán Chacón quien es el último de los hijos de Bastian Chacón, un guapo joven de estatura alta, tez blanca y cabellos negros. Vestía una ajustada franela gris y pantalones cortos negros, una ropa cómoda para el compartir en la piscina.
El segundo de los amigos es Fabio, quien fue un personaje importante para la serie Hermanastros. El guapo muchacho tenía los cabellos negros mojados después de salir de la piscina y el traje de baño empapado se pegaba a su gorda polla.
El tercer joven, es alguien completamente nuevo. Kevin, de 24 años, graduado en una carrera ligada a la ingeniería informática. Su rostro es lindo y de cuerpo llevado al gimnasio.
Los tres amigos ya habían hecho inspección a la piscina, comentaron los deliciosos cuerpos de las hembras en traje de baño y ahora se divertían haciendo apuestas. Entre ellas obligaron a Fabio a tomarse tres vasos con agua de la alberca y retaron a Kevin ingresar al baño de damas y besar a la primera mujer que se encontrara ahí. Apuestas que fueron materializadas con éxito. Ahora era el turno de Germán Chacón de realizar la segunda después de empujar a un niño a la parte honda de la piscina.
—¿Ves aquella mujer? —Kevin con mucha prudencia señaló una hermosa dama que debía rondar los 40 años y que estaba cerca de la barra de la tasca tomando un licor frío.
Gaspar afirmó con la cabeza resaltando un brillo en sus ojos. Su mirada vagó desde las torneadas piernas de la fémina, su estrecha cintura para ir subiendo en las armónicas líneas de su cuerpo. En su madura edad estaba mejor cuidada que algunas muchachas de 20.
—Ve con esa mujer y le tocas las nalgas —apostó Kevin.
—¿Qué? —Germán levantó las cejas. Seguido por una sonrisa de diablillo que se formó en su rostro.
—Lo que oyes. Ve con ella y le das una nalgada.
—O le agarras las tetas.
Germán tragó saliva con una media sonrisa.
—¿O no te atreves? —se rió Fabio.
Germán se levantó del asiento con determinación.
—Haría eso tantas veces como sea posible.
Fabio y Kevin se echaron a reír dándole vivas a su amigo.
Germán caminó a paso activo posando la mirada en los redondos y bien tornados glúteos de la dama. Se detuvo tras ella sin apartar sus negros ojos. Podía deslumbrar cada detalle de las firmes nalgas.
La escuchó hablar. Una voz activa tratando temas de la política mundial.
¡PAFF!
El sonido fue seco y ambas nalgas rebotaron. La mujer se sobresaltó quedándose inmediatamente en silencio. Ella parpadeó un par de veces procesando la información mientras miraba al despachador.
Detrás estaban las risas alborotadas de Fabio y Kevin.
—Lo siento, preciosa —habló Germán—. Esto era una apuesta y la tenía que ganar. Gracias por tu aporte muy bonitas nalgas.
Se disponía a regresar con sus amigos cuando la señora se giró sobre su espalda y le habló haciendo que se detuviera en seco.
—¿Fui solo una apuesta, niño? Je, je,je. Desde hace rato te he visto con tus amigos... no hacen más que jugar. ¿Estás seguro que es una apuesta? Yo puedo hacer que ganes más.
Germán se quedó mirándola mientras ella pasó delicadamente las manos por sus senos.
—Puedes tocar más —ella invitó—. Y a su vez ganar más. Sólo ven.
Germán con un brillo en los ojos se sintió cómplice. Puso dirección a la mujer mirándole las tetas. Iba a ser un triunfo si sus amigos envidiaban que había logrado no solo palmearle el culo sino las tetas tocar.
Sin verla ir la señora le lanzo una fuerte patada en los testículos que lo levantó del suelo, sonándole sus desprevenidas y frágiles pelotas.
Germán abrió los ojos cuando el dolor explotó en su ingle. Se agarró las bolas y emitió un largo y doloroso chillido parecido a un cerdo. Se dejó caer de rodillas y después quedó de costado en el piso. Totalmente vencido de un golpe a sus grandes testículos.
—Y para la próxima —dijo la mujer—. Vas y apuestas con tu madre.
Diciendo eso se alejó moviendo su grácil cuerpo lanzando también una mirada asesina a Kevin y Fabio que se debatían entre reír o proteger sus cojones como si ellos hubiesen recibido el impacto.
Entretanto el pobre German estaba meciéndose del dolor en el suelo consolando sus desdichadas gónadas.
Fabio y Kevin se acercaron a su derrotado amigo, tendiéndole una mano y ayudándolo a levantar. Lo llevaron entre brazos a la silla donde estaban.
—Ay, me duele, me duelen mis bolas, ay, ay.
Fabio y Kevin consolaban a su amigo. Uno de ellos había pedido una bolsa de hielo para los cocos de Germán.
—Me duelen las bolas, ay —éste se quejaba. Y lo hizo más cuando la sensación quemante de los hielos se posó en su hombría.
—Un dolor de pelotas sí que duele —comentó Kevin pasando las manos por su abultada entrepierna.
—Ni que lo digas —complementó Fabio—. He experimentado el dolor pero también lo he causado varias veces. ¿Y tú, Germán, es la primera vez que lo sientes?
El hijo de Bastian Chacón, aún con lágrimas en los ojos negó con la cabeza sosteniendo la bolsa con hielos encima de sus testículos.
Kevin y Fabio se quedaron comentando sus primeros golpes testículares, uno en el fútbol y el otro en el colegio por fastidiar a una chica. Germán cerró los ojos recordando, no el primero pero sí un cruel apretón de huevos que le habían dado la semana pasada.
Se trataba de Lenín, uno de los hombres en el estudio de su padre en el proyecto Bastian. Era alto y velludo y había escuchado que se confesaba adicto al semen.
Pues bien Germán estaba en la terraza de su casa tomando cerveza cuando fue abordado por el hombre.
—¿Por qué no participas en el proyecto de tu padre? Están muchos de tus primos.
—No lo sé. Yo quería estar en un principio pero mi padre no le dio la gana de tomarme en cuenta.
Lenin se burló, y enseguida apuntó como ponzoña.
—¿Estás seguro que no te tomó en cuenta? Yo sólo creo que tienes las bolas pequeñas y le dio pena incluirte en su estudio.
Germán entornó los ojos.
—¿Llamas a esto bolas pequeñas? —separó las piernas dejando que el bulto de sus testículos se marcara en el pantalón. Observando el brillo en los ojos de su interlocutor—. Porto el apellido de mi familia a mucho orgullo.
—¿Orgullo? No veo nada. Debe ser un par de canicas.
Germán no le prestó atención. Bebió cerveza y meció sus piernas. A lo cual Lenín con mirada maliciosa estiró el brazo adueñandose de sus testículos y le dio un grave apretón como si los fuera a triturar.
—AAAAAAAAaaaaaay.
Apoderado de las pelotas, Lenín estiró su saco escrotal.
—Oh, voilá, veo que sí, eres todo un macho Chacón. Sí son grandes estas pelototas.
—¿Que? ¿Qué haces? Es... es... escucha, suelta.
Sentir como retorcían sus huevos, representaba una sensación horrible y tan paralizante para Germán. Y Lenín sólo se reía retorciendolos bajo su poder.
—Hermosas huevas —repetía el velludo—. Digno de un semental Chacón.
Y lo soltó dejando al pobre Germán preso y con el rostro desfigurado en una mueca de dolor. Sus pelotas le dolían por montones.
La voz de Fabio hizo despojar la mente de recuerdos en Germán quien aún tenía la bolsa con hielos en su dolorosa entrepierna.
—Pues una vez cuando tenía 18 años me asaltaron —contaba el joven también recordando ese día.
El ladrón parecía algunos años mayor que él. Quizás no pasaba los 26 años. Era alto y de tez blanca. Con algunos rasgos atractivos que dificultaba categorizarlo como amigo de lo ajeno.
—Que me des tu billetera y celular —le ordenó.
—¡Que no te daré nada!
—Hazlo o te vas a arrepentir.
—Obligame, hijo de puta.
El ladronzuelo acabó con la resistencia y la guardia de Fabio cuando lo pulverizó de una fuerte patada en las bolas que lo tumbó de inmediato.
El pobre Fabio se revolcaba del dolor testicular con ambas manos moviéndose de un lugar a otro dando ocasión al ladrón para inclinarse y robar sus objetos del bolsillo, celular, billetera y hasta su reloj de pulsera.
—Fue doloroso —murmuró Fabio en la actualidad—. Mi padre al enterarse se asustó mucho y me llevó a la clínica. Mis huevos estaban hinchados pero bien.
Kevin se rió y miró a su amigo Germán.
—¿Cómo sigues, amigo?
Germán sólo respondió con un gemido.
—Yo fui una tarde golpeado por un mal perdedor —confesó Kevin—. Participaba en el equipo de water polo y le habíamos ganado 19 a 0 al otro equipo. Fue una paliza brutal y cuando me estaba duchando quitandome el cloro de la piscina llegó furioso un jugador del equipo contrario. Un niñato quizás de 18 años tenía cara de pibe todavía.
《Así que te crees superior》 me dijo la ratita esa. Sosteniendo la pelota entre las manos. Apenas pudo la lanzó contra mis testículos. Yo no tenía nada más que el bañador. Una tela muy fina que apenas calza a cubrirte. Es como estar desnudo.
El joven había lanzado la pelota contra las partes nobles de Kevin quien profirió un grito y cayó al suelo agarrandose las pelotas. El joven inmaduro entonces se subió encima de él y comenzó a darle una lluvia de golpes. Siendo apartado a los segundos por otro miembro del grupo que para salvación de Kevin había entrado a las duchas.
—Ése fue el golpe más duro que he recibido en las bolas de parte de un estúpido tipo menor que yo —dijo Kevin a sus amigos.
En un instante los tres jóvenes se quedaron paralizados y en completo silencio. Germán tragó saliva y ajustó la bolsa con hielos ente sus piernas. La bella señora que lo había golpeado pasó a un lado de ellos batiendo a ritmo delocioso su cuerpo y riendo. Justo le dijo a Germán:
—Y cuando quieras papito jugamos otra vez y te reviento eso que tienes por huevos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario