Chacón vs Común (6/8): Una pelea justa - Las Bolas de Pablo

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21 feb 2020

Chacón vs Común (6/8): Una pelea justa

   


Moisés Palacios era el guapo moreno de los hombres comunes que el azar había seleccionado para la pelea de esa tarde.




   Su oponente de la familia Chacón resultó ser Román. El guapo vaquero criado completamente en el campo.



   Los dos contrincantes estaban esperando el inicio de la pelea. Román ya estaba desnudo. Tenía las manos en la espalda. Su gruesa polla estaba semidura y gorda, las bolas colgaban debajo de su escroto afeitado.



   Dereck Chacón se echó a reír. —¡Buena polla, primo!



   —Moisés —dijo Bastian a quien por lo general resultaba ser más tímido y bravucón—. Desde ya puedes quitarte la ropa.



   Moisés asintió. Se quitó la ropa y la dobló.



   Todos los ojos estaban puestos en él mientras se desnudaba. Parecía incómodo con toda la atención que estaba recibiendo. Sus bolas eran grandes dentro de un saco peludo. Su miembro estaba flácido, y no era pequeño.



   —Está bien, muchachos. Empecemos.



   Moisés y Román se pararon uno frente al otro.



   Los demás dieron gritos de emoción.



   Pasaron un par de segundos sin que ninguno de los dos hiciera un movimiento.



   —Vamos —gritó Farid—. ¡Destrocen sus bolas!



   Moisés separó ligeramente las piernas para tener una mejor posición. Su pene estaba completamente duro, apuntando a Román. Dio un paso hacia el vaquero.



   Román parecía nervioso.



   Cuando Moisés dio otro paso hacia él, Román alzó su pierna hacia atrás y la lanzó contra la ingle de Moisés.



   Moisés saltó a un lado, pero el pie de Román hizo contacto y se estrelló contra la gran gónada izquierda de Moisés, embistiéndola en su pelvis.



   Moisés gimió. Miró a Román y se echó a reír.



   Román sonrió.



   Moisés agarró su escroto y masajeó su hueva izquierda entre los dedos, haciendo una mueca de dolor leve. Luego la soltó y arremetió contra Román otra vez.



   Esta vez, la patada de Román chocó con sus dos bolas. Su empeine llevó las carnosas joyas a su entrepierna, haciéndolo gemir y doblarse.



   —¡Oooooohh! —los amigos de Moisés se encogieron y agarraron sus entrepiernas.



   —Todavía aguanto —dijo con voz ronca, sosteniendo sus bolas con las dos manos. Su polla se retorcía de emoción.



   Román sonrió.



   De repente, Moisés embistió su cabeza contra el estómago de Román, haciendo que el chico del campo dejara escapar un grito de sorpresa.



   Los dos hombres cayeron al suelo, Moisés encima de Román.



   Rápidamente, Moisés se dio la vuelta y agarró la pierna derecha de Román. La levantó y golpeó la palma de su mano contra la entrepierna del vaquero, golpeándole los testículos y la polla con un golpe sordo.



   Román gimió de dolor.


   El hermano de Moises aplaudió.



   Antes de que Román tuviera oportunidad de agarrar sus gónadas, Moisés dejó que su mano golpeara de nuevo, una vez más apretando las joyas de Román en su cuerpo.



   Luego lo soltó.



   Román rodó a un lado para evitar que Moisés volviera a buscar sus bolas.



   Moisés se levantó y sonrió. Su polla seguía dura como roca, la punta brillaba con presemen. Todo indicaba que se estaba divirtiendo.



   El negro esperó que Román se pusiera de pie nuevamente.



   El ataque no había sido demasiado duro y Román se puso de pie en cuestión de segundos. Miró a Moisés. Su mano se disparó hacia adelante y agarró su polla erecta, adueñándose de su cabeza bulbosa.



   Moisés sonrió y agarró los hombros de Román. Lo empujó, haciendo que su pene se deslizara de su agarre y golpeara sus abdominales con un sonido húmedo.



   Rápidamente Román se arrodilló y agarró el gordo saco de pelotas de Moisés. Sus dedos envolvieron el paquete regordete y lo apretó con fuerza.



   Moisés gimió y se agachó, agarrando el cuello de Román, hundiendo sus dedos.



   Román gritó de dolor, pero continuó apretando las bolas de Moisés en su mano, comprimiendo el contenido de su saco logrando que el joven más tímido se retorciera de dolor.



   El pene de Moisés no parecía importarle el trato rudo a sus bolas. Seguía de pie duro y orgulloso, señalando la cara de Román.



   Los amigos de Moisés estaban aplaudiendo y gritando, animándolo para que saliera de su posición desafortunada.



   Mientras tanto, Moisés estaba haciendo muecas de dolor. Soltó un fuerte grito.



   Román apretó los dientes, torturando las preciosas albóndigas de Moisés con su mano haciendo que gimiera de dolor.



   De repente, Walter se paró detrás de Román y pateó sus bolas.



   Los ojos de Román se abrieron. Aflojó su control sobre las toronjas de Moisés y tosió.



   Los amigos de Moisés se volvieron locos con vítores y aplausos.



   Román gimió miserablemente y agarró sus gónadas dejándose caer como un miserable en el suelo.



   Moisés se dobló, haciendo una mueca de dolor.



    Walter sonrió y mostró pose de victoria.



   —Hey —gritó Pablo—. ¡Eso no fue justo! ¡Es trampa!



   Bastian se molestó y lo obligó a sentarse amenazando con suspender la pelea y otorgar el punto a los Chacón.



   Román gemía de dolor.



   Moisés lo interrogó.



   —¿Puedes continuar?



   —Dame un minuto —susurró Román cerrando los ojos.



   Moisés asintió con la cabeza.



   Mientras esperaba que Román se recuperara, se masajeó su saco dolorido. Su polla seguía completamente dura y apuntaba al techo, con la cabeza húmeda de líquido preseminal.



   Un par de minutos después, Román se levantó e inhaló profundamente.



   —Estoy listo —dijo—. Gracias por esperar.



   Moisés se encogió de hombros.



   —Quiero ganar de manera justa.



   Román sonrió. —Gracias.



   Moisés sonrió. —Eso no significa que no te voy a romper las bolas.



   Román se rio entre dientes. —Bueno, vamos a...



   Sin previo aviso, Moisés pateó las gónadas de Román. Sus dedos desnudos chocaron con los vulnerables testículos, aplastándolos contra su pelvis y haciéndole chillar de dolor. Su boca estaba abierta de par en par y sus ojos se crisparon.



   Moisés no perdió el tiempo. Se arrodilló justo al lado de Román y clavó su codo en las pelotas del vaquero, aplastando la bola derecha. El pobre testículo perdió la forma en su entrepierna.



   Algunos de los amigos de Moisés inhalaron bruscamente mientras que otros se rieron y vitorearon.



   —Aplasta al otro también —gritó Walter, provocando risas de sus amigos.



   Moisés se rió. Levantó la vista hacia la cara de Román que estaba paralizado de la agonía. Luego volvió a golpear su codo en la ingle, apuntando a la gónada izquierda, triturando con un ruido sordo.



   Los ojos de Román se llenaron de lágrimas y dejó escapar un grito penetrante. Bajó las manos y buscó sus desdichada albóndigas. Cuando las encontró, envolvió sus dedos alrededor de ellas, gimiendo de dolor. Sus rodillas comenzaron a temblar y se desplomó en el suelo.



   Los hombres comunes aplaudieron y vitorearon.



   Moisés lo miró y esperó un momento. Su pene se retorcía. Entonces lo acarició distraídamente.



   Román estaba a cuatro patas, con la cara apoyada en el suelo y el culo al aire.



   Moisés lo rodeó y se paró detrás de él. También se arrodilló y envolvió el torso de Román. Se apresuró a encontrar las pelotas del vaquero y apartó los dedos. Luego agarró los dos testículos delicados y los apretó con fuerza.



   Román levantó la cabeza y gritó de dolor.



   La entrepierna de Moisés estaba presionada fuertemente contra la espalda de Román, su polla se encajaba entre los dos cuerpos, apuntando hacia arriba.



   Moisés apretó más fuerte, haciendo que Román gritara a todo pulmón.



   Moisés frotaba su duro miembro contra la espalda de Román, sin dejar de aplastar la vida de sus testículos.



   Cuando Moisés giró la mano, los ojos de Román se abrieron y dejó escapar otro grito agudo.



   La polla de Moisés estalló con un chorro espeso de leche fresca y espesa que se quedó entre los dos cuerpos.



   Los hombres comunes aplaudieron y lo felicitaron emocionados.



   Moisés tenía los ojos cerrados. Jadeaba fuertemente, al igual que Román, pero ambos por diferentes razones



   Su pene chorreaba filas de espesa leche blanca y cremosa que aterrizó en el hombro de Román y el pecho de Moisés. Bajó por sus cuerpos, cubriendo la espalda de Román y los abdominales de Moisés.



   Un par de segundos después, Moisés soltó las bolas de Román y cayó hacia atrás, exhausto.



   Román se acurrucó en ovillo, con la espalda manchada del semen de Moisés.



   El moreno sonrió y sacudió la cabeza, agotado pero feliz. —¿Te rindes, Román?



   Román gimió de dolor.



   —Uf —Moisés cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás—. ¿Román? ¿Te rindes?



   Román no respondió.



   Suspirando, Moisés se levantó y agarró el hombro de Román. Lo hizo girar y se inclinó, apoyando su rodilla en los sensibles testículos de Chacón.



    Román chilló de dolor mirando a Moisés, cuya rótula molía sus bolas, pulverizándolas.



   —¿Román? —repitió Moisés, torciendo su rodilla.



   Román chilló de dolor. —¡Detente! ¡Tú ganas!



   Moisés retrocedió, sonriendo con satisfacción.



   Desde la fila de los Chacón empezaron a protestar.



   Los comunes aplaudieron felices.



   Moisés miró su pecho cubierto de esperma. Le sonrió a Lenin, que conocía sus grandes preferencias por el semen—. ¿Quieres probar?



   Lenin sonrió.



   Moisés pasó su dedo índice sobre su pecho, justo debajo de sus pezones, poniendo una gran cantidad de crema en la punta. Se lo tendió al velludo.



   Lenin se mordió los labios. Y luego abrió la boca.



   Moisés sonrió y metió el dedo dentro de su boca.



   Lenin cerró los ojos y chupó el dedo.



   Finalmente, Moisés se apartó y se echó a reír.



   Lenin lo miró, sonriendo y lamiéndose los labios. Señaló a Román, que yacía en el suelo, sobando sus doloridos genitales.



   —Felicidades —dijo Lenin, sonriendo.



   —Gracias —Moisés sonrió.



   Los Comunes ganaban en la tabla.


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