Cuatro varones del proyecto Bastian estaban sentados en cĆrculo en el suelo. Se encontraban sin camisa, vistiendo nada mĆ”s que ropa interior.
Jean ChacĆ³n, llevaba boxers de color blanco. MirĆ³ a su primo Jaime que estaba sentado frente a Ć©l.
Jaime tenĆa un tono bronceado en su piel, usaba calzoncillos de color magenta. ParecĆa que su ropa interior era mĆ”s cara que todas las prendas ahĆ reunidas.
Los hermanos Palacios estaban sentados uno frente al otro.
En el medio del cĆrculo estaba un mazo de cartas. El juego que otorgarĆa un punto a cualquiera de ellos que resultara ganador y que por ende el puntaje irĆa a los ganadores de la tabla Bastian.
—EstĆ” bien, comencemos —dijo Bastian, a su lado se encontraba su amigo Farid.
Jean sonriĆ³ y ajustĆ³ su entrepierna en sus boxers. CogiĆ³ las cartas y las barajĆ³. Luego los volviĆ³ a colocar en el suelo. MirĆ³ a Jaime. —¿Por quĆ© no empiezas, primo, y te estrenas en esto?
Jaime frunciĆ³ el ceƱo, pero no dijo nada. CogiĆ³ las cartas.
—Para —hablĆ³ Bastian. Los cuatro muchachos lo miraron—. Primero, tendrĆ”s que desafiar a uno de los otros muchachos —le explicĆ³.
—Pero no sĆ© quĆ© va a salir —dijo Jaime.
—Exactamente. Eso quiero.
Jaime suspirĆ³. MirĆ³ a los zambos y luego seƱalĆ³ a Jean. —TĆŗ.
Jean se encogiĆ³ de hombros.
Jaime sacĆ³ una tarjeta y la mirĆ³.
—¿QuĆ© dice? —preguntĆ³ Jean con impaciencia.
Jaime sonriĆ³. —Longitud del pene, erecto.
Walter se echĆ³ a reĆr.
Jaime levantĆ³ las cejas y lo mirĆ³.
Jean sonriĆ³.
—¿QuĆ©? —interrogĆ³ Jaime.
—TodavĆa no has visto a Jean desnudo, ¿verdad? —sonriĆ³ MoisĆ©s—. Parece que tuviera otra pierna, mejor dicho, es un burro. Es como el negro de whatsapp.
Walter se riĆ³.
Jean sonriĆ³ y se levantĆ³.
Jaime tambiĆ©n lo imitĆ³.
Los dos metieron la mano en la ropa interior y sacaron sus penes flƔcidos.
Cuando Jaime vio el monstruo de Jean, palideciĆ³. TragĆ³ saliva ante semejante cosa gorda. Su polla flĆ”cida no era pequeƱa en absoluto, pero no era tan grande como la extralarga de Jean.
—Muy bien, comparemos —dijo Walter. Se arrodillĆ³ entre Jean y Jaime y agarrĆ³ sus testĆculos. Apretandolos juguetonamente, atrajo a los dos hombres uno hacia el otro hasta que sus duras pollas se tocaron.
—Hmmm —sonriĆ³ Walter—. Veamos.
Fue como comparar a David con Goliat. El pene de Jean era pesado, grueso y obscenamente largo, mientras que la polla de Jaime, mĆ”s grande que cualquiera en promedio resultaba pequeƱa en comparaciĆ³n.
Agarrando la base de la polla de Jean, Walter la golpeĆ³ en la punta del miembro de Jaime, dejando una gota resbaladiza del presemen de Jean sobre ella.
Jaime se sonrojĆ³. —Muy bien, primo, tĆŗ ganas.
Walter levantĆ³ la polla de Jaime y mirĆ³ sus testĆculos colgantes. GolpeĆ³ el pene de Jean contra los vulnerables testĆculos de Jaime, haciendo que gritara de dolor. Sus bolas oscilaban entre sus muslos.
—SĆ, tĆŗ ganas —sonriĆ³ Walter.
Jaime metiĆ³ su erecta polla dentro de sus calzoncillos, creando un bulto impresionante.
Jean decidiĆ³ quitarse los boxers. —Se siente mejor asĆ —sonriĆ³.
Walter y MoisƩs se rieron entre dientes.
Jaime le lanzĆ³ la tarjeta a Jean. —Un punto para ti...
Jean sonriĆ³ y se sentĆ³, su gorda polla descansaba sobre su muslo. —Gracias.
Jaime lo fulminĆ³ con la mirada.
—EstĆ” bien —dijo MoisĆ©s—. Mi turno —mirĆ³ a su hermano—. SerĆ”.
Walter suspirĆ³. —Bien. Esperemos que sea algo bueno. Supongo que comparar nuestras pingas no serĆa muy revelador...
MoisĆ©s sacĆ³ una carta. —Hacer pulso.
Walter se frotĆ³ las manos. —No estĆ” mal —le sonriĆ³ a su hermano—. Te voy a vencer.
MoisƩs puso los ojos en blanco.
—Salgamos a la mesa.
Los morenos se levantaron y salieron de la habitaciĆ³n. .
Jean y Jaime permanecieron en el suelo.
Jaime mirĆ³ la gorda polla de Jean.
Jean sonriĆ³. Su pene se crispĆ³ y una fina lĆnea de presemen saliĆ³ de su punta. —Es genial, ¿no?
Jaime no respondiĆ³.
Los Palacios regresaron y colocaron una mesa y sillas en el centro de la habitaciĆ³n. Se sentaron uno frente al otro. Walter colocĆ³ su codo derecho sobre la mesa. MoisĆ©s suspirĆ³ y asintiĆ³.
Se cerraron las manos.
Walter sonriĆ³ a su hermano. —Veamos.
Inmediatamente, ambos comenzaron a ejercer fuerza.
Se miraron uno al otro, respirando pesadamente, tratando de tomar la delantera.
No hubo un claro favorito. DespuĆ©s de un minuto, las dos caras ya estaban hĆŗmedas de sudor. Las venas de sus cuellos sobresalĆan y sus rostros estaban rojos de esfuerzo por someterse entre sĆ.
MoisĆ©s apretĆ³ los dientes y respirĆ³ hondo.
Walter quiso distraer a su hermano:
—Te ves tan caliente cuando estĆ”s...
—CĆ”llate —gruĆ±Ć³ MoisĆ©s.
Los mĆŗsculos en los brazos de ambos estaban abultados mientras luchaban entre sĆ.
Jean observĆ³ a los Palacios, su pene gordo se retorcĆa de emociĆ³n, mientras la mirada de Jaime estaba pegada a su enorme polla.
—Hermanito, tĆŗ...
—¡No me digas hermanito!
—Oh, vamos, hermanito, sĆ© un poco amable...
—¡CĆ”llate!
Los ojos de Walter temblaban mientras intentaba derrotar a su hermano.
Pero MoisĆ©s era mĆ”s fuerte de lo que su hermano habĆa anticipado. Se estaba defendiendo contra Walter. Y estaba ganando terreno.
Los bĆceps de MoisĆ©s parecĆan listos para estallar mientras obligaba a la mano de Walter a retirarse, lenta pero constantemente.
Walter gimiĆ³ mientras trataba de evitar que su hermano ganara. Sudor le corrĆa por la cara y su cabello comenzĆ³ a aferrarse a su frente.
Ambos jadeaban, sus caras estaban hĆŗmedas y calientes.
De repente, el pie de Walter saliĆ³ disparado debajo de la mesa, golpeando la entrepierna de su hermano con un ruido sordo.
MoisĆ©s gritĆ³ en estado de shock cuando sus testĆculos fueron aplastados por el pie de su hermano.
No fue un buen golpe, pero lo suficiente preciso para que Walter golpeara la mano de MoisƩs contra la mesa.
—¡SĆ! —gritĆ³ Walter cuando su hermano se doblĆ³, descansando su cabeza sobre la mesa y sosteniendo su entrepierna.
—Hiciste trampa —gimiĆ³ MoisĆ©s, su mano frotaba sus bolas.
—GanĆ© —respondiĆ³ Walter, sonriendo a su hermano.
—Hiciste trampa —repitiĆ³ MoisĆ©s.
—Oh, vamos, hermanito —Walter sonriĆ³ y caminĆ³ alrededor de la mesa. Se parĆ³ detrĆ”s de su hermano y le dio unas palmaditas en la cabeza—. Sabes que habrĆa ganado de todos modos, asĆ que...
MoisĆ©s gruĆ±Ć³ y echĆ³ su codo hacia atrĆ”s, atrapando a Walter justo en las pelotas causando que gimiera de dolor. Se doblĆ³ y agarrĆ³ su entrepierna, gimiendo.
Por otro lado Jaime seguĆa mirando la entrepierna de Jean.
Walter quedĆ³ de rodillas, consolando sus doloridos testĆculos.
MoisĆ©s le palmeĆ³ la cabeza y sonriĆ³. —Yo gano.
Walter asintiĆ³ con la cabeza. —Okay, lo siento…
MoisĆ©s se encogiĆ³ de hombros.
Los dos hermanos volvieron a sentarse en el cĆrculo.
—Tu turno, Jean —dijo MoisĆ©s.
Jean asintiĆ³ con la cabeza. MirĆ³ a Walter que estaba haciendo muecas de dolor.
—DesafĆo a Walter —sonriĆ³.
Walter gimiĆ³.
Jean sacĆ³ una carta de la pila y la mirĆ³. —Altura.
La cara de Walter se iluminĆ³.
Los dos hombres se pararon con la espalda tocƔndose.
—¿Y? —preguntĆ³ Jean.
—Walter es mĆ”s alto —dijo MoisĆ©s.
Jean mirĆ³ a Jaime.
Jaime asintiĆ³ con la cabeza.
Jean y Walter se dieron la vuelta, uno frente al otro.
Jean mirĆ³ a Walter. —¿Sabes que eres terriblemente alto?
Walter sonriĆ³. —Terriblemente alto. ¿Sabes que eres un huevĆ³n anormal? ¿no? —le dio a la erecta polla de Jean una bofetada juguetona, haciendo que el enorme falo se balanceara hacia arriba y abajo.
Jean hizo una mueca. —EstĆ” bien... TĆŗ ganas —le dio la tarjeta a Walter.
Era el turno de Walter para robar una carta.
—TĆŗ —seƱalĆ³ a Jaime y mirĆ³ la tarjeta—. TamaƱo del pie.
Jaime mirĆ³ los grandes pies de Walter y gimiĆ³. —TĆŗ ganas.
—Vamos a compararlos —sonriĆ³ Walter.
Jaime gimiĆ³ y apoyĆ³ los pies en los de Walter.
—Son mĆ”s grandes —sonriĆ³ Walter, diciendo lo obvio—. Y tambiĆ©n son mĆ”s hermosos... —moviĆ³ los dedos, mirĆ”ndose los pies descalzos con una sonrisa amorosa.
—Muy bien —dijo Jean, pareciendo aburrido aceptando su derrota. —Te eligo —seƱalĆ³ a MoisĆ©s, suspirĆ³ y sacĆ³ una carta. MirĆ³ la tarjeta y todo el color dejĆ³ su rostro.
—¿QuĆ© es? —sonriĆ³ Walter.
—Joder —susurrĆ³ Jaime.
Walter se rio entre dientes.
—Dureza testicular —leyĆ³ Jaime.
Jean y Walter se rieron.
—SĆ, esto va a ser divertido —sonriĆ³ Walter.
MoisĆ©s no parecĆa tan contento como su hermano.
—Con unas placa de vidrio —continuĆ³ Jaime.
El resto de los muchachos lo miraron fijamente.
—¿QuĆ© quieres decir? —dijo MoisĆ©s.
Jaime se encogiĆ³ de hombros. —Dice 'Dureza testĆcular con unas placas de vidrio' —le mostrĆ³ la tarjeta a MoisĆ©s.
Cuatro pares de ojos se volvieron hacia Bastian quiĆ©n les explicĆ³ lo que tenĆan que hacer.
MoisĆ©s y Jaime se miraron y caminaron hacia la mesa de la cocina. Se bajaron la ropa interior y colocaron sus testĆculos desnudos sobre la mesa, doblando las rodillas, de modo que los dos pares de bolas descansaran cĆ³modamente en el borde de la mesa.
Walter tomĆ³ dos placas de vidrio que estaban apoyadas contra la pared y las puso sobre la mesa. —Quiten sus penes del camino —dijo alegremente antes de colocar las placas de vidrio en los escrotos de MoisĆ©s y Jaime.
Ambos hicieron una mueca cuando el frĆo cristal tocĆ³ su piel desnuda y sin pelo. Sus pollas flĆ”cidas descansaban encima.
—EstĆ” bien —dijo Walter—. Veamos si estĆ” bien —presionĆ³ el plato que descansaba sobre las grandes bolas de MoisĆ©s y las aplastĆ³ ligeramente debajo del cristal.
MoisĆ©s jadeĆ³.
—SĆ —Walter se riĆ³ entre dientes—. Supongo que funciona...
—AquĆ estĆ”n las pesas —dijo Jean, gimiendo mientras sacaba una maleta.
Jaime y MoisƩs se miraron el uno al otro.
—!Mierda! —susurrĆ³ Jaime.
MoisĆ©s asintiĆ³, haciendo una mueca de anticipaciĆ³n.
Jean buscĆ³ dentro de la caja y extrajo dos pesos del tamaƱo de los cubos de Rubic. Los pesĆ³ en sus manos y se riĆ³. —Comencemos con algo grande, ¿de acuerdo?
—Claro —respondiĆ³ Walter.
Jean le entregĆ³ a Walter uno de los dos cubos.
—EstĆ” bien —sonriĆ³ Jean.
Walter sonriĆ³ a su hermano. Luego colocĆ³ el cubo en la placa de vidrio.
MoisĆ©s inhalĆ³ bruscamente cuando el plato aplastĆ³ sus bolas.
Jaime mirĆ³ las bolas de MoisĆ©s con horror.
—Tu turno —Jean sonriĆ³ y apoyĆ³ el peso en el plato de Jaime.
Las gĆ³nadas de Jaime eran mĆ”s grandes que las de MoisĆ©s, y cuando asumieron el peso sobre ellas, perdieron su forma redonda de manera poco saludable.
El guapo hombre gimiĆ³.
—El siguiente —dijo Walter.
Jean asintiĆ³ y buscĆ³ dentro de la caja, sacando dos cubos mĆ”s pequeƱos.
—No —dijo Walter—. Demasiado pequeƱo.
Jean se riĆ³ y buscĆ³ unos mĆ”s grandes. —¿QuĆ© tal estos?
Walter mirĆ³ los dos cubos. Eran un poco mĆ”s grandes que los que estaban comprimiendo las bolas de Jaime y MoisĆ©s.
—¡Perfecto!
SimultĆ”neamente, Jean y Walter colocaron los nuevos pesos en las placas de vidrio, aplanando aĆŗn mĆ”s los cuatro testĆculos atrapados.
MoisĆ©s y Jaime gritaron al unĆsono y sus penes se endurecieron cuando sus frĆ”giles bolas quedaron aplastadas entre la mesa y el vidrio.
—Perfecto —sonriĆ³ Walter.
Se colocaron mƔs pesos sobre las placas de vidrio, aplanando los cuatro delicados cojones sin posibilidad de salir de sus desafortunadas posiciones.
Tanto la polla de Jaime como la de MoisĆ©s estaban duras como roca goteando presemen, manchando la placa de vidrio y ocultando la vista de sus pobres gĆ³nadas.
—Espera un momento —sonriĆ³ Walter. LevantĆ³ un poco la polla de MoisĆ©s y pasĆ³ la mano sobre el cristal, agregando presiĆ³n adicional a las albĆ³ndigas y haciĆ©ndole a su hermano gritar.
Jean y Walter se rieron.
—El sexto peso —Jean sonriĆ³ y le entregĆ³ a Walter otro cubo.
Jaime y MoisĆ©s jadeaban fuertemente, sus rostros estaban rojos y hĆŗmedos de sudor.
Los ojos de Jaime estaban vidriosos.
Jean y Walter pusieron las pesas en el cristal, aplastando los testĆculos como masa de pizza.
—¡Mierda! ¡SĆ”calos de mis huevos! —gritĆ³ Jaime. Al mismo tiempo, su pene escupiĆ³ un espeso chorro de crema que volĆ³ sobre la mesa, aterrizando en los abdominales definidos de MoisĆ©s.
Jaime chillĆ³ cuando su polla se retorciĆ³, estallando con chorro tras chorro de leche caliente y blanca que cubriĆ³ la placa y el cuerpo de MoisĆ©s.
Jaime tratĆ³ de retroceder, tirando de sus testĆculos, pero estaban firmemente sujetos por la placa de vidrio, lo que hizo que aullara de dolor cuando su polla se retorciĆ³ violentamente.
RƔpidamente, Jean y Walter despejaron el plato, desafortunadamente colocƔndolos del lado de la mesa de MoisƩs, haciendo que el moreno dejara escapar un grito penetrante cuando las pesas de sus bolas se duplicaron de repente.
Jaime se derrumbĆ³ en el suelo, acunando sus doloridas bolas y gimiendo de dolor, mientras Jean y Walter se apresuraban a liberar los testĆculos atrapados de MoisĆ©s.
MoisĆ©s estaba jadeando y cayĆ³ de rodillas, agarrando sus bolas y haciendo una mueca de dolor.
Jean y Walter observaron a los dos muchachos angustiados, riƩndose.
—Es un punto para MoisĆ©s —dijo Jean, mirando las placas de vidrio cubiertas de esperma. —Wow, mira son garrafas de leche.
Walter se riĆ³.
Cuando los jĆ³venes se recuperaron, el juego se reanudĆ³.
MoisĆ©s y Jaime estaban debilitados, ambos acariciaban sus testĆculos de vez en cuando. No se habĆan molestado en volver a ponerse la ropa interior, asĆ que Walter era el Ćŗnico que llevaba sus calzoncillos boxer.
—¿De quiĆ©n es el turno? —preguntĆ³ MoisĆ©s con voz dĆ©bil.
—Tuyo —su hermano sonriĆ³.
MoisĆ©s asintiĆ³ y suspirĆ³. Alcanzando el mazo de cartas, dijo: —Te desafĆo, Jean.
—Ooooh —Walter se riĆ³—. Chico valiente…
MoisĆ©s sacĆ³ una carta. Lo leyĆ³ y arqueĆ³ las cejas. —Piel mĆ”s oscura —se riĆ³—. Gracias a Dios…
Jean puso los ojos en blanco.
—QuĆ© propuesta mĆ”s tonta —dijo Walter.
Jean se encogiĆ³ de hombros. —Mi turno —mirĆ³ a Walter—. Te desafĆo.
Walter sonriĆ³. —Dale.
Jean alcanzĆ³ el mazo de cartas. Escogiendo uno, leyĆ³. —Olor de los pies.
Walter se echĆ³ a reĆr. —¿Olor de pies?
Jean sonriĆ³. —Eso es lo que dice.
—Eh —Walter hizo una mueca—. ¿CĆ³mo vamos a determinar un ganador?
Jean mirĆ³ a MoisĆ©s y Jaime. —Creo que necesitamos un jurado.
MoisĆ©s sacudiĆ³ la cabeza violentamente. —De ninguna manera. No voy a oler los pies de mi hermano. De ninguna manera.
—Necesitamos sus dos votos —sonriĆ³ Walter, moviendo los dedos de los pies.
Jean se riĆ³.
Walter sonriĆ³ y levantĆ³ su pie, llevĆ”ndolo a la cara de Jaime.
Jaime retrocediĆ³.
—Huele —dijo Walter, frotando debajo de su nariz.
—Huelen terrible —dijo Jaime rĆ”pidamente, alejĆ”ndose.
—TodavĆa no los has olido —dijo Walter, pasando la planta del pie sobre la nariz de Jaime.
—SĆ, bueno, eso es suficiente —Jaime hizo una mueca, apartando el pie de Walter de su rostro.
—Muy bien —Walter se riĆ³ entre dientes—. Ahora tĆŗ, hermanito, huele mis pies.
MoisĆ©s mirĆ³ a su hermano.
Walter se arrastrĆ³ hacia Ć©l y levantĆ³ el pie, acercĆ”ndolo a la cara de MoisĆ©s y metiendo la nariz entre su primer y segundo dedo.
MoisĆ©s tosiĆ³.
—Asqueroso —dijo con voz nasal.
Walter se riĆ³ entre dientes.
Jean sonriĆ³. Se puso de pie y ordenĆ³ a MoisĆ©s y Jaime que se acostaran. —Funciona mejor asĆ —sonriĆ³.
MoisƩs y Jaime cumplieron a regaƱadientes.
Jean se parĆ³ justo al lado de la cara de MoisĆ©s y levantĆ³ su pie derecho. ColgĆ”ndolo sobre la boca. —¿Ya lo hueles?
MoisƩs hizo una mueca.
Jean bajĆ³ el pie hasta que su suela apenas tocaba la nariz de MoisĆ©s.
—MaldiciĆ³n —tosiĆ³ MoisĆ©s—. Peor que Walter. Mucho peor…
Jean sonriĆ³. Su pene grande y duro se balanceaba pesadamente mientras se acercaba a Jaime que parecĆa estar enfermo. Sus testĆculos extralargos y llenos de esperma se balanceaban hacia adelante y hacia atrĆ”s con cada paso.
—Tu veredicto, miembro del jurado nĆŗmero dos —sonriĆ³ Jean. LevantĆ³ el pie y lo colocĆ³ justo en la cara de Jaime, con el talĆ³n apoyado en la frente de MoisĆ©s y los dedos tocando los labios de Jaime.
Jaime gruĆ±Ć³ disgustado.
—¿Huh? —Jean sonriĆ³—. No puedo oĆrte...
Jaime tosiĆ³.
Jean frotĆ³ su pie maloliente sobre la cara de Jaime.
—¡Marica!
Jean se riĆ³ y metiĆ³ los dedos de los pies en la boca de Jaime, lo que hizo que los ojos del hombre se abrieran cuando su lengua se familiarizĆ³ con el sabor amargo de los grandes pies de Jean.
Walter y MoisƩs vieron a Jean jugar con Jaime, sonriendo y riƩndose.
DespuĆ©s de dejar que Jaime chupara los dedos de los pies por un par de segundos, Jean retirĆ³ el pie y le sonriĆ³ a Jaime. —¿QuĆ© dices?
La cara de Jaime se dividĆa entre asco y desprecio. No pudo decir nada mientras intentaba perder el sabor en la boca, escupiendo y tosiendo.
—Supongo que ganas —sonriĆ³ asintiĆ³ con la cabeza a Jean.
Jean se burlĆ³. —SĆ. Supongo…
—EstĆ” bien, Ćŗltima carta —anunciĆ³ Walter. MirĆ³ a Jaime y se echĆ³ a reĆr—. Te reto.
—Nada con pies, por favor —respondiĆ³.
Walter se rio. SacĆ³ una tarjeta y la mirĆ³. —Esto es perfecto —se riĆ³. Se inclinĆ³ y le mostrĆ³ a su hermano MoisĆ©s la tarjeta. MoisĆ©s se echĆ³ a reĆr.
—¿QuĆ© dice? —Jaime dijo con impaciencia.
Walter sonriĆ³. —Cantidad de semen.
Jaime palideciĆ³. Antes de aquel juego se habĆa masturbado en la maƱana.
Walter seƱalĆ³ un plato de vidrio. —EstĆ” bien —dijo, poniĆ©ndose de pie. Se bajĆ³ los calzoncillos boxer, revelando su gran polla negra y sus fuertes gĆ³nadas. AgarrĆ³ su pene y le guiĆ±Ć³ un ojo a Jaime. —Hay una semana de esperma acumulados dentro de estos tanques. No he tenido sexo en mucho tiempo.
Jaime gimiĆ³. MirĆ³ su pene y sus testĆculos magullados.
Walter sonriĆ³ y agarrĆ³ su miembro, acariciĆ”ndolo lentamente.
—El perdedor tomarĆ” un trago —reflexionĆ³ Walter, pasando su mano arriba y abajo por su brillante falo. Su gran polla estaba completamente dura ahora, viĆ©ndose muy impresionante. No era tan grande como el monstruo de Jean.
Jaime suspirĆ³. AgarrĆ³ su flĆ”cida verga y comenzĆ³ a masturbarse.
Cinco minutos despuƩs, Walter estaba al borde del orgasmo. Pasando la mano arriba y abajo de su miembro, febrilmente. La punta de su polla goteaba con presemen.
—Dame el vaso —susurrĆ³ y lo tomĆ³ de la mano de Jean. Metiendo la punta de su pene profundamente en Ć©l, comenzĆ³ a disparar. El primer chorro de lefa golpeĆ³ el fondo y casi rebotĆ³. En cuestiĆ³n de segundos, el vaso estaba medio lleno y la punta de la verga seguĆa enterrada en el jugo espeso y cremoso.
Con cuidado, Walter lo sacĆ³. Respiraba con dificultad, su cara estaba hĆŗmeda de sudor. —No querĆa desperdiciar ni una gota —gimiĆ³ mientras pasaba el borde del vaso sobre la cabeza de su polla, asegurĆ”ndose de que cada gota estuviera en el vaso.
Mientras tanto, Jaime tuvo problemas para endurecer su polla. IrĆ³nicamente, MoisĆ©s y Jean lucĆan furiosas erecciones, mientras que Jaime parecĆa estar intimidado.
Finalmente, su polla ni siquiera estaba completamente dura, y unas gotas patƩticas de esperma salieron de ella y gotearon en el segundo vaso.
Jean y los Palacios se echaron a reĆr.
Jaime mirĆ³ al cristal. Su esperma ni siquiera cubrĆa el fondo. —¡Para quĆ© me masturbĆ© hoy! —se quejĆ³.
Walter sonriĆ³ y le entregĆ³ su vaso.
Jaime lo mirĆ³ con expresiĆ³n escĆ©ptica en su rostro. Luego suspirĆ³ y se lo llevĆ³ a los labios. EchĆ³ la cabeza hacia atrĆ”s y dejĆ³ que la crema fresca y tibia le cayera en su boca, tragando cada gota.
Walter, MoisƩs y Jean sonrieron.
Walter acariciĆ³ la cabeza de Jaime. —Buen chico —se riĆ³ entre dientes.
Jaime se lamiĆ³ los labios y frunciĆ³ el ceƱo. —¿Satisfecho?
Walter sonriĆ³. —Seguro. Esa es otra victoria para mĆ —mirĆ³ a Bastian. —¿CuĆ”l es el recuento final?
—Tres puntos para ti, tres puntos para MoisĆ©s, dos puntos para Jean, y ningĆŗn punto para Jaime. Los hombres comunes ganan hoy y reciben un punto en la tabla.
—Bueno —sonriĆ³ Jean—. LlegĆ³ el momento de las penalizaciones.
Los ojos de Jaime se abrieron. —¿QuĆ© quieres decir?
—El perdedor recibe patadas en las bolas —Jean seƱalĆ³ la entrepierna de Jaime. —Y como no tuviste ningĆŗn punto, tĆŗ eres el perdedor.
Jaime sostuvo sus manos frente a sus genitales. —Pero...
—No hay excusas —dijo Walter.
—¡DeberĆan haberme dicho! —se lamentĆ³ Jaime.
—Eso no habrĆa cambiado nada, ¿verdad? —dijo MoisĆ©s, encogiĆ©ndose de hombros—. No hubieras podido disparar mĆ”s esperma, tus nueces no habrĆan podido soportar mĆ”s dolor, etc, etc.
Jaime hizo una mueca. —Mierda.
—Abre las piernas —dijo Jean, sacudiendo lentamente su pene
—Carajo.
—Voy primero —Walter sonriĆ³ y se parĆ³ frente a Jaime.
De mala gana, Jaime se puso las manos a la espalda. Su polla flƔcida y sus bolas oscilaban entre sus muslos.
Walter lo mirĆ³. SuspirĆ³. Luego echĆ³ la pierna hacia atrĆ”s y la enviĆ³ volando hacia las bolas indefensas de Jaime.
Su empeine se conectĆ³ con las gĆ³nadas desnudas y las aplastĆ³ contra su pelvis.
Jaime gritĆ³ de dolor.
—¡Uno!
Antes de que Jaime tuviera oportunidad de doblarse o proteger sus preciosas huevas, Walter lo pateĆ³ en la entrepierna nuevamente, golpeĆ”ndolas en su cuerpo y provocando un grito agudo.
—¡Dos! —Walter golpeĆ³ su pie descalzo contra las toronjas de Jaime una vez mĆ”s, haciendo que llorara de dolor y se derrumbara en el suelo. —¡Tres!
Jean y los Palacios vieron a Jaime retorcerse en el suelo, sus manos agarraban sus dolorosas pelotas.
—LevĆ”ntate —dijo Jean—. Es mi turno.
—Puto —gimiĆ³ Jaime, rodando de un lado a otro en el suelo.
—LevĆ”ntate —dijo Jean bruscamente.
Jaime tosiĆ³.
—Vamos —dijo Jean—. LevĆ”ntate.
Jaime gimiĆ³. LevantĆ³ la cabeza. LĆ”grimas bajaban por su rostro.
—O quĆ©date de rodillas —dijo Jean. Con un pequeƱo arranque, empujĆ³ su pie descalzo entre los muslos de Jaime, crujiendo sus bolas con el empeine y haciendo que Jaime echara la cabeza hacia atrĆ”s y dejara escapar un aullido de pesadilla.
La segunda patada fue aĆŗn mejor. Los dedos de los pies de Jean se clavaron en las gĆ³nadas colgantes de Jaime y las golpearon contra su cuerpo, haciendo que Jaime se ahogara y se doblara.
Jean se riĆ³ y se volviĆ³ hacia MoisĆ©s.
MoisĆ©s suspirĆ³. Jaime estaba a cuatro patas.
Dio un paso detrƔs de Ʃl.
Las pobres bolas de Jaime colgaban entre sus muslos, justo debajo de sus magras nalgas.
MoisĆ©s echĆ³ la pierna hacia atrĆ”s y lanzĆ³ el pie contra los dos cojones, levantando a Jaime del suelo.
MoisĆ©s esperĆ³ hasta que Jaime se recuperĆ³ un poco.
—Solo dos mĆ”s —dijo.
Jaime gimiĆ³ y sollozĆ³.
MoisĆ©s se arrodillĆ³ detrĆ”s de Ć©l y apartĆ³ las manos de sus testĆculos. Luego agarrĆ³ los dos orbes en su mano izquierda y apretĆ³ su mano derecha en un puƱo.
GolpeĆ³ las bolas de Jaime dos veces en rĆ”pida sucesiĆ³n, clavando los nudillos en sus globos carnosos aplastĆ”ndolos con la mano izquierda.
—Ooooh —Walter se riĆ³—. Eso tuvo que doler...
Jean sonriĆ³.
Jaime se quedĆ³ paralizado.
—¿Jaime? —dijo MoisĆ©s.
Entonces Jaime LizĆ”rraga ChacĆ³n comenzĆ³ a llorar. Un aullido largo, miserable y penetrante saliĆ³ de sus labios, comenzando bajo y en espiral en grito agudo, que rompĆa las orejas, se derrumbĆ³ en el suelo, acurrucado en forma fetal, amasando sus bolas y sollozando sin control.
MoisĆ©s lo mirĆ³ con simpatĆa, mientras Jean y Walter se reĆan.
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