La noche mágica de Mariela - Las Bolas de Pablo

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9 may 2022

La noche mágica de Mariela

Mariela Camargo era una ladrona de poca monta. Viniendo del corazón de una familia con medianos recursos económicos el camino delictivo significaba un estilo de vida. Aún así en su paso por la escuela supo que el dinero era importante en la vida y necesitaba la manera de siempre obtener una buena porción de manera fácil. Era joven, sana, bien parecida y presentable. Así que caminar con confianza por cualquiera de los hoteles más elegantes de Caracas atrajo poca o ninguna atención adversa, y ese día estaba en uno de los más elegantes.

 

Subió al último piso, donde solían quedarse los invitados más ricos. Era media noche y los pasillos estaban vacíos. Escuchó atentamente en la primera puerta, sin encontrar ningún sonido. Con toda la habilidad silenciosa de una profesional experimentada, abrió la puerta con la pequeña ganzúa de metal que siempre llevaba. Con cautela, miró hacia adentro, la habitación estaba vacía, pero cuando entró escuchó que las puertas del ascensor comenzaban a abrirse, un grupo de hombres se oían discutiendo amistosamente sobre la grabación de unas escenas de película. Rápidamente cerró la puerta detrás de ella y esperó.

 

Escuchó el sonido de una llave en la cerradura. Como un relámpago, se escondió en el baño, apretándose detrás de la puerta abierta, conteniendo la respiración. ¡Qué mala suerte! Podía escuchar a alguien abrir la puerta y entrar en la habitación, otra voz desde afuera dijo —Douglas. ¿Estás de fiesta esta noche?

 

—No —respondió el hombre de la habitación—. Voy a acostarme temprano.

 

—¡Aburrido! —se rió el tipo desde afuera, mientras el tal Douglas cerraba la puerta.

 

Mariela se puso muy rígida, conteniendo la respiración. «Mierda», pensó. El tipo se quedaría allí y probablemente usaría el baño antes de acostarse. Miró a su alrededor desesperadamente, sin ningún lugar adonde correr. Estaba atrapada y sin posibilidad de salida.

 

Podía escuchar al huésped caminando en la habitación. Cuidadosamente, Mariela deslizó su mano dentro de su chaqueta y sacó una delgada y pesada cachiporra. «No hay alternativa», se dijo a sí misma. Después de todo, no podía arriesgarse a ir a la cárcel, era madre soltera de una niña. Sonrió brevemente y se tensó para la acción.

 

Dio un paso en silencio alrededor de la puerta del baño y echó un vistazo a la habitación. Un hombre fuerte, de hombros anchos, con camisa blanca y pantalones grises, estaba de espalda a ella mientras miraba a través de una maleta abierta. Mariela salió y se movió suavemente detrás de él. Era un poco más alto que Mariela, con el cabello castaño cortado a la moda. Mariela levantó la cachiporra y la hizo rebotar con fuerza a un lado de la cabeza del huésped.

 

La cabeza del tipo se sacudió a un lado y comenzó a caer. Mariela deslizó sus manos debajo de los brazos del hombre, no quería que nadie escuchara el sonido de un cuerpo cayendo, ni quería arriesgarse a que su víctima golpeara algo en su camino hacia el suelo. Por un momento se quedó allí, sujetando con fuerza al tipo inconsciente, escuchando cualquier sonido. Era consciente de la gente hablando en el pasillo, riendo, bromeando, ¡como si estuvieran celebrando una fiesta!

 

Hizo un esfuerzo sosteniendo al tipo, medio lo arrastró sobre la cama. Cuando el tipo rodó sobre su espalda, Mariela miró la cara de su víctima por primera vez y jadeó.

 

—¡Mi Dios, es Douglas Camacho! —había golpeado a su hombre favorito, el actor porno con el que se deleitaba mirando videos algunas veces en la soledad de su habitación. Su propia situación de riesgo se olvidó mientras miraba horrorizada al sexual hombre acostado en la cama—. Oh, mierda, Douglas. Lo siento —Mariela se sentó pesadamente en la cama y apoyó la palma de su mano contra la suave mejilla de la estrella del porno. Pareció pasar una eternidad, solo el sonido de la respiración regular de Douglas y la fiesta en el pasillo rompieron el silencio. Mariela negó con la cabeza, no había nada que pudiera hacer. Ni siquiera podía salir de la habitación, la gente en el pasillo seguramente la verían.

 

De hecho, las personas de afuera debían ser el resto del equipo de producción. Decidió que la única alternativa era esperar hasta que el pasillo estuviera despejado. Mientras tanto, atendería a su inconsciente hombre lo mejor que pudiera, quitándole la corbata, abriendo la parte superior de su camisa, moviendo su cuerpo más arriba en la cama hasta que su cabeza descansara sobre la almohada. A través de la camisa blanca almidonada y los finos pantalones grises de algodón sintió la musculatura tensa y fuerte de un gran semental.

 

Se inclinó y besó suavemente a Douglas en la frente. —Lo siento, me iré de aquí tan pronto como termine la fiesta, estoy segura de que estarás bien cuando despiertes.

 

Después de un rato fue a la puerta y escuchó, ya podía oír la fiesta terminando, la voz ronca de un hombre mayor estaba sugiriendo que los actores comenzaran a ir a la cama. Hubo algunas protestas afables de que 'todavía era demasiado temprano', pero el hombre insistió. Mariela pronto sería libre, solo tenía que esperar un poco más.

 

Oyó un ruido en la habitación y se dio la vuelta. Douglas luchaba por incorporarse sobre sus codos y miraba a Mariela con ojos llorosos. ¡Qué carajos! ¡Se supone que debía estar inconsciente durante horas!

 

—¿Qué..., qué pasó, dónde estoy, quién eres? —preguntó con voz débil.

 

Mariela se movió rápidamente a su lado

 

—¿Estás bien?, tú…, er, te caíste y te golpeaste la cabeza, solo iba a llamar al doctor —mintió.

 

—Oh, eh, cierto —Douglas parpadeó lentamente y miró a su alrededor—. Pero... ¿dónde estoy? —hizo una pausa y miró el espejo de la pared de enfrente—. ¿Y quién soy yo? —Mariela se dio cuenta de repente, ¡Douglas tenía amnesia! Instintivamente puso su brazo alrededor del confundido hombre. 

 

—Tu nombre es Douglas. Estás en una habitación de hotel.

 

—¿Una habitación de hotel? ¿Qué estoy haciendo en tu habitación de hotel? —Douglas estaba confundido pero por lo demás bastante alerta y Mariela todavía podía escuchar el sonido de la gente afuera. Necesitaba algunas excusas, algo creíble y rápido. Si Douglas gritaba, estaba acabada. Y no podía golpearlo de nuevo, no al tipo cuya foto adornaba cada pared de su dormitorio.

 

—Eh, me estabas visitando. Sí, así es, me estabas visitando.

 

Douglas miró a la ventana. —Oh, supongo que será mejor que me vaya entonces. Se está haciendo tarde —comenzó a levantarse de la cama.

 

—No, no, todavía no —dijo Mariela apresuradamente empujándolo de nuevo a la cama. 

 

—¿Oh, por qué? —preguntó Douglas viéndose aún más confundido. 

 

—Erh, porque tú, eh, ¡dijiste que querías pasar la noche conmigo!

 

Mariela de repente se dio cuenta de lo que había dicho. Tal vez en su subconsciente eso era lo que quería, pero sabía que Douglas tenía novia. En su prisa por encontrar una excusa, se había tropezado. Desesperada, hundió la cabeza entre las manos. De esa manera, sintió una mano en su hombro. Miró hacia arriba para ver los hermosos ojos de Douglas mirando directamente a los suyos. 

 

—Lo siento. Lo olvidé. Parece que no puedo recordar nada en este momento —le dijo él. 

 

Lo siguiente que supo Mariela fue que ella y Douglas se estaban besando. Un tierno beso amoroso. Sus brazos envolvieron al macho que estaba sentado en la cama junto a ella y Douglas le devolvió el abrazo. Lentamente, se deslizaron de costado sobre la cama hasta que quedaron acostados cara a cara.

 

Cuando Mariela tomó distancia para tomar aire, se dio cuenta de lo relajada y feliz que se sentía. Había besado a su macho, y su macho le había devuelto el beso. Luego, de repente, sintió que Douglas se debilitaba. Miró hacia abajo alarmada. Douglas yacía en sus brazos, con los ojos cerrados, respirando suave y totalmente inconsciente.

 

—¡Douglas, Douglas! —susurró con creciente urgencia. Pero su nuevo amante estaba fuera de combate otra vez. Afuera, el corredor se había quedado en silencio, pero no le importaba, todo lo que importaba era asegurarse de que su hombre estuviera bien. Tan pronto como se movió, los brazos de Douglas cayeron y quedaron tendidos e inmóviles en la cama. Mariela sintió que su mundo se derrumbaba. Pensó, si acostaba a Douglas, con suerte se despertaría mañana con solo un dolor de cabeza y el recuerdo de un encuentro extraño, probablemente descartándolo como un sueño, de hecho, podría no recordarlo en absoluto. Mariela sintió una punzada de tristeza ante ese pensamiento.

 

Recuperándose, Mariela se puso a trabajar, primero desabotonó la camisa blanca y sentó a Douglas mientras se la bajaba por los brazos y la arrojaba a un lado, dejando al descubierto un magnífico torso. Los zapatos, los calcetines y los pantalones fueron los siguientes, hasta que Douglas no tenía algo más puesto que sus calzoncillos. Mariela vaciló, luego acarició suavemente con su mano el gran y lindo bulto en el algodón blanco. 

 

—Bóxers blancos —dijo con la boca hecha agua, ocupada doblando el pantalón.

 

—Algo pervertido, ¿no crees? —dijo una voz. Sorprendida, miró a su alrededor, Douglas la miraba con una sonrisa en su rostro. ¡Qué sonrisa! En un instante, Mariela estaba abrazando a su hombre de nuevo—. Oh Dios, Douglas, te desmayaste otra vez. No sigas haciendo eso.

 

—Oye, estoy bien. ¿Por qué no te quita la ropa? Vamos a divertirnos, a recuperar el tiempo. 

 

Mariela no necesitó una segunda invitación, en segundos su cuerpo desnudo se deslizó en la cama al lado de Douglas incluso cuando su hombre arrojó los calzoncillos blancos al suelo.

 

Comenzaron a moverse sobre la cama, y no pasó mucho tiempo para que Mariela chupara la polla de Douglas.

 

El miembro gordo y duro del actor porno fue metido profundamente en la boca de Mariela, sus labios se envolvieron alrededor de la grotesca verga del actor, rodeando la cabeza de hongo con sus labios.

 

Mariela tenía los ojos cerrados, tragando profundamente el pene de Douglas, moviendo la cabeza de un lado a otro, provocando suaves gemidos en el hombre.

 

La polla de Douglas se deslizó fuera de la boca de Mariela, dejando un rastro de líquido preseminal en sus labios. Agarró el miembro entre sus manos y comenzó a masturbarla febrilmente, besándola ocasionalmente.

 

Douglas gimió, disfrutando el momento.

 

—Quiero tu leche, mi amor —susurró Mariela. Miró con deleite al macho y se llevó su polla a la boca, sorbiéndola, mientras que Douglas jadeaba pesadamente.

 

De repente, ambos gimieron al unísono.

 

Un sonido de salpicaduras indicó que el semen de Douglas aterrizaba en la cara de Mariela.

 

Cuando la fase orgásmica cesó, Mariela se quitó un poco de semen de la comisura de la boca con la punta del dedo y sonrió. Además de eso, tenía el rostro cubierto de gotas de pegajosa sustancia blanca. Tomó la sabana de la cama y se limpió con ella.

 

Douglas descansaba su fase de orgasmo, charcos de sudor se acumulaban en su pecho que subía y bajaba lentamente, estaba satisfecho, mirándola.

 

Mariela lucía contenta devolviendo la mirada a su semental. Era un sueño hecho realidad que su actor porno favorito hubiese follado con ella. Se quedó mirando el par de testículos grandes que le colgaba  entre las piernas y decidió darle un golpe amistoso con el dorso de la mano.

 

Douglas gritó, agarró su entrepierna y se dobló.

 

Mariela reaccionó con una suave risa.

 

—Mierda, no —gimió Douglas, acariciando sus bolas.

 

—Discúlpame. Pero, tenía muchas ganas de hacer eso. Muestras tanto tus bolas en tus vídeos. Que quería ver como reaccionabas.

 

—Cállate, me duele —respondió Douglas, meciéndose de un lado al otro.

 

Mariela se rió entre dientes.

 

Después de un tiempo, Douglas se relajó y volvió a sentarse en la cama, sin embargo, Mariela vio una oportunidad y le dio otra palmada con el dorso de su mano a las preciosas bolas, haciendo que el guapo actor porno gritara de dolor y se doblara de nuevo.

 

Mariela se rió.

 

Douglas se hizo un ovillo, acariciando sus testículos, mientras que Mariela se reía. Después de unos minutos ella se deslizó fuera de la cama.

 

Tristemente, se volvió a poner su ropa, sabiendo que tenía que irse, mientras la noche estaba en su punto más oscuro. Douglas continuaba en la cama debilitado, le dio la razón, tenía las bolas vacías y así el dolor debía ser más profundo.

 

Mariela se aseguró de tener todo. No debía haber evidencia de que estuvo alguna vez ahí. Bueno, aparte de varias manchas de humedad en las sábanas, pero estarían secas por la mañana. Se acercó a la puerta, escuchando cualquier sonido. Todas las habitaciones en el pasillo estarían ocupadas con el equipo de producción y ya todos debían estar metidos en sus camas, era seguro irse, nunca en su vida iba a olvidar esa mágina noche.


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