David Aceituno tenía sostenido del cuello de su camisa a Erick. Los gruesos brazos del esposo de Pablo Chacón resultaban de solo sostener al caucásico joven. Estaban en un área abierta de la hacienda de los Chacón bajo el cielo azul.
—Ahora quiero saber por qué tú le envías esa clase de mensajes a Pablo.
Erick lo miraba como animal a punto de ser degollado.
—Pablo es mi amigo, tú lo sabes muy bien. Jamás lo he visto como enamorado, tampoco me gusta. Nunca habrá nada de lo que crees entre él y yo —le explicó—. Solo quería que satisficiera una necesidad que yo tenía de momento.
—¡Pues tendrás que bajar tus calenturas con otro, porque con Pablo, no!
Se trataba de una petición que Erick le hizo a su rubio amigo sobre hacerle
una deliciosa felación. El mensaje había llegado a su celular en el preciso
instante en el que David lo usaba porque el suyo estaba sin batería.
—David… David —susurró Erick depositando su mano sobre el apretado y sexy bíceps
del moreno—. Mis ganas de hacerle felación es con todos, no tengo a un hombre en
específico… incluso si tú me dejas puedo chuparte la polla. Te gustará… La vas a sentir muy rico. A
todos les gustan mis labios.
David se quedó en estado de duda, lo observó con sus oscuros ojos. Erick
sonrió y volvió a insistirle en su propuesta. Por lo que David preguntó:
—¿Me chuparías la polla, de veras?
—Sí, solo eso. Nada de follarme.
David afirmó con la cabeza, Erick sonrió, y sin embargo flexionó la rodilla
y la levantó contra la entrepiernas del moreno. Su rótula se clavó en los
tiernos globos de David haciéndolo soltar, retroceder y chillar de dolor.
—¡Eso te pasa por morder el azuelo! —acusó Erick—. Y también por venir a
asustarme y agarrarme como un troglodita.
David estaba encorvado agarrándose las pelotas, tratando en vano de aliviar
el dolor en sus testículos.
Erick sonrió, se dio la media vuelta y escapó. Se alejó de David queriendo buscar a Pablo, hasta que uno de sus primos le dijo que se había ido a caballo con su padre. Erick lo lamentó quería contarle del momento que tuvo con David. Aunque ya estaba enterado de la momentánea discusión (leve), que los esposos habían tenido por su invitación de mensaje.
Estaba tranquilo contemplando el mensaje, el verde de la sabana y
respirando el clima libre de contaminantes. Cuando los brazos de David lo
envolvieron.
—¡Hey! ¡Hey! ¿Qué haces?
David lo sujetó con mucha fuerza.
—¡Suéltame, David! ¡Suéltame!
David al ser más pesado que él lo pudo dominar con más destreza. Apretado
de brazos con un asfixiante abrazo de oso, Erick tuvo que ceder en contra de su
voluntad, fue arrastrado hasta un árbol donde además Jean Chacón lo esperaba
sujetando unas sogas.
—¿Qué hacen? ¿Qué hacen, huevones? Los voy a joder.
—Jodido vas a terminar tú —se burló Jean.
—¡No, no, no!
Erick fue puesto con la espalda contra el tronco del árbol, David lo
estampó ahí todavía haciendo uso de su super fuerza. Se cubrió los testículos
con los muslos cuando Erick lo quiso patear. La función de Jean Chacón fue
atarlo contra el árbol haciendo nudos con las cuerdas.
—¡Ahora me las pagarás por golpearme las joyas! —avisó David.
—¡No, no, no! ¡Me arrepiento! ¡Haré todo lo que tú quieras y como quieras!
—¡Jódete!
Cuando Jean hizo el último nudo contempló con orgullo su obra. Erick estaba
firmemente atado al árbol. David le dio las gracias y se dieron una palmada.
Jean sonrió y se alejó del árbol satisfecho dejando a Erick a merced de David.
—En serio, David, no quería hacerte daño. Te chuparé la polla como quieras.
Fóllame como te dé la gana.
—Cállate. ¿Así que te gusta golpear bolas, eh?
—¡No, no, no! ¡Me gusta chupar pollas!
—Oí que te gusta que te pateen. Te haré el favor.
—¡Nooooo! ¡Tú no!
David sonrió, el pobre Erick hizo una mueca cuando el calzado del fortachón
hizo contacto con sus bolas. Su zapato deportivo se estrelló contra el suave
bulto y lo aplastó, sacando el aire de los pulmones de Erick y haciéndolo gemir
de dolor.
Al instante los gordos y sensibles testículos de Erick fueron aplastados
por la poderosa patada que aterrizó justo en el blanco, aplastándolos contra su
pelvis.
Erick abrió mucho los ojos, desfigurando su rostro con una mueca de dolor.
—Te lo mereces por traidor —aseguró David—. Venir y darme ese rodillazo.
—Ay, ay, ay, ay… es… escucha, David… To… todavía te la puedo chupar.
David ni siquiera lo pensó. Llevó su pierna hacia atrás y la envió chocando
contra la entrepierna de Erick. La punta de su pie aplastó las bolas, provocando
un grito ensordecedor de sus labios.
—Desgraciado —lloró el pobre Erick. Su rostro estaba rojo y jadeaba
pesadamente, haciendo muecas, gimiendo.
David volvió a clavar su pie en la entrepierna de Erick, crujiendo sus
testículos.
Erick chilló de dolor muy profundamente.
—¡Hey, hey, hey!
Era la voz de Pablo que llegaba corriendo.
—Jean me ha dicho que estaban aquí. ¿Qué se supone que es esto, David?
Su esposo se encogió de hombros.
—Le reclamé por la invitación que te hizo por mensaje de texto…
—David, ¿vas a seguir con eso? Ya ves que Erick no me chupó ningún pito.
—Entonces tu amigo se le ocurrió ofrecerme sexo oral y simplemente en un
momento de descuido me dio un rodillazo en las bolas.
—Vaya, que mal. ¿Hiciste eso, Erick?
Erick sollozando afirmó con la cabeza.
—Erick, eso está mal. Alguien que no
sea yo puede golpear las bolas de mi esposo.
—No tenía otra opción. Ayúdame, Pablo, David me quiere dejar sin
descendencia.
Sin decir una palabra, Pablo apuntó una patada en los huevos de Erick,
aplastándolos.
Erick gritó desde lo más profundo de su alma.
David muy orgulloso tomó a Pablo de un abrazo en el hombro. El rubio le
correspondió con un beso.
—¿Por qué no vamos a nuestra habitación y te hago el mejor sexo oral,
negrito?
—Me encantaría, gato —afirmó David sonriente, guiñándole un ojo. El pito en
su pantalón deportivo empezó a presionar y levantar la tela.
Ambos se dieron la vuelta y se fueron con los brazos enlazados sobre su
hombro.
—Sáquenme de aquí —sollozó Erick. Sintiendo la dolorosa molestia desde sus
palpitantes huevos—. Sáquenme…
Pero ninguno lo oyó.
—¿Y cuando lo liberaremos? —susurró David.
—No sé —respondió Pablo—. Después que tengamos el mejor sexo de nuestros
días volveremos y lo soltamos.
—No puedo rechazar tu invitación —afirmó David muy contento.
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