—Rafael, que bueno encontrarte aquí —dijo Erick al llegar al área de la piscina en la hacienda de los Chacón—, quería verte —tenía el fuerte torso desnudo al aire libre y un pantalón deportivo negro.
El apuesto y rubio hijo mayor de Israel Chacón solo vestía traje de baño
estaba sentado al borde de la alberca, con las piernas moviéndose dentro del
agua.
—¡Erick! Qué bueno verte —afirmó Rafael sin mucha emoción—. ¿A qué se debe tu interés en encontrarme?
—Quería hablarte de lo que ocurrió el orto día con tu tío Bastián.
—¿Qué? —Rafael frunció las cejas.
Erick tragó saliva, sintiendo mucha excitación de solo recordar el momento,
Rafael era tan guapo y parecido a su padre que era tan excitante como él.
—No me sentí cómodo con lo que le hiciste a mis bolas —dijo Erick.
Rafael se encogió de hombros.
—Bro, no fue mi culpa. Ya ves que el científico loco tenía listo su último e ineficaz invento que no sirvió de nada. Mis disculpas si te herí. De verdad que lo siento.
Erick se cruzó de brazos poniendo cara de antipatía. Rafael apretó los
labios y se puso de pie. Fue imposible que Erick no desviara rápidamente su
mirada en la entrepierna del joven y hacer un recuerdo mental de sus grandes
dotes viriles húmedos chocando contra la tela.
—Hombre, de verdad lo siento. No fue mi intención hacerte daño.
Rafael estiró la palma de la mano, Erick finalmente aceptó el gesto y
estrechó su mano derecha con la de él, pero en el último momento golpeó a
Rafael en las bolas con la palma de su mano izquierda.
—¡Uuh! —gimió Rafael yéndose hacia adelante mientras Erick se reía entre dientes y retrocedía viéndolo quejarse de dolor—. Bienvenido a mi venganza, Rafita.
—¿Tú qué? —Rafael se enderezó, estaba ceñudo sujetando el leve dolor en su
hombría.
Erick flexionó un músculo de su brazo mostrando la potencia en las venas de su bíceps.
—Mi venganza. El otro día me batiste los huevos y no te la pienso perdonar.
Yo creo que también te mereces que te la dé de vuelta. Finalmente lo que no
gusta se devuelve.
—¿Qué? ¿Por qué amigo? No fue mi culpa. Es de Bastian.
Cuando Erick apenas abrió la boca y gesticuló una respuesta, fue
interceptado con una patada frontal a pie desnudo justo entre las piernas.
—Aaaaaaaaaaaaaaah —gimió Erick
con los ojos y la boca muy abierta.
—¡Ja, ja, ja!
Una vez más, Rafael lanzó otra gran patada en las partes íntimas de Erick,
quién gimió cayendo al suelo retorciéndose de dolor con el rostro desfigurado
en agonía.
—¿De veras crees que te ibas a vengar de un Chacón joven, resistente y
fuerte como yo?
—Te lo mereces —respondió Erick con la voz haciendo un gran esfuerzo en
ponerse de pie.
Nuevamente, Rafael lanzó su pie hacia adelante.
—¡¡¡Ay, mis bolas!!! —a Erick se le llenaron los ojos de
lágrimas al sentir como sus dos regordetes testículos se estrellaban con fuerza
contra su pelvis.
Presionó sus manos sobre las rodillas, la parte superior de su cuerpo se
inclinó hacia adelante y respiró con dificultad.
Una vez más, Rafael pateó sus pelotas, haciendo que gritara de dolor y
sorpresa. Finalmente su cuerpo se fue hacia adelante como si se fuera a caer.
Rafael lo sostuvo estabilizándolo para que no se cayera. Una mano se posó
sobre su pecho y la otra en su hombro. Erick se quedó mirando a Rafael, y el
muchacho hizo lo mismo, seguidamente el hijo mayor de Israel hizo una sonrisa
burlona y empujó su rodilla hacia arriba, golpeando ambas bolas y haciendo que
Erick chillara de dolor.
—Oh, Dios mío. Me duele tanto...
Rafael clavó su rodilla una vez más en los huevos de Erick, sacándole otro
grito.
El muchacho cayó de lleno al suelo, y Rafael no lo detuvo. Gimió mientras
rodaba de un lado al otro con las manos entre las piernas.
—¡Mis bolas, mis bolas! Me la rompiste.
—Eso sería una lástima, ¿verdad? —sonrió Rafael mientras se sentaba en una tumbona con las piernas muy abiertas mostrando su obscena canasta de huevos guardada en el húmedo traje de baño.
—¡Mis bolas, ay!
Rafael simplemente se echó a reír.
Después de unos cuantos minutos, Erick pudo volver a ponerse de pie,
manteniendo sus piernas temblorosas. De manera cómica, se abrió el pantalón y
revisó sus pelotas.
—¿Todo bien ahí abajo, semental?
Erick asintió.
—Están hinchadas y me duelen.
Rafael sonrió.
Erick se sentó en una tumbona, a pesar del dolor que se expandía desde sus
testículos, sus músculos parecían tener mucha fuerza.
Rafael le sonrió y se levantó de la tumbona. Se acercó a Erick dándole
palmaditas amistosas en el hombro.
—Lo siento, amigo, lo que ocurrió el otro día, tú sabes muy bien que no fue
mi culpa, sino de Bastián. Tú sabes que es un científico loco y…
Sin darle oportunidad de concluir sus ideas, Erick rápidamente levantó el
puño y lo incrustó en la protuberante entrepierna de Rafael pulverizándole las
grandes gónadas familiares.
Rafael Chacón abrió los ojos como platos, se atragantó y cayó de rodillas,
con las manos apretadas contra sus muslos, su rostro demostraba el completo
sufrimiento. Su viril belleza se marchitó con su rostro demostrando dolor.
—Me duelen, ay como me duelen, ay —decía.
Erick se echó a reír, sintiendo cumplida en parte su venganza. Como gesto de victoria levantó ambos brazos.
—Ya, cabrón. No fue tan doloroso, peor lo hiciste tú conmigo.
Rafael gimió sentándose sobre una nalga mientras seguía sobándose los
huevos.
—No seas tan teatrero que no es para tanto.
—¡Mis huevos son el triple de grandes que los tuyos! ¡Me duelen, cabrón!
—se quejó.
Erick suspiró y se echó a reir.
—Lo siento, cabrón.
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