No contaban con mi astucia (1/4): La caída del Chapulín. - Las Bolas de Pablo

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20 may 2022

No contaban con mi astucia (1/4): La caída del Chapulín.

       Más ágil que una tortuga... más fuerte que un ratón... más noble que una lechuga... su escudo es un corazón... es... ¡El Chapulín Colorado! Tal vez en el mundo que tú habitas, este superhéroe no sea más que un chiste, una ficción. En mi mundo él existe, es el más grande superhéroe, el único con auténticos superpoderes. Mi nombre es Rodolfo Pietro Filiberto Raffaelo Guglielmi, tengo 25 años, y también poseo un superpoder. El Chapulín y yo, somos los únicos seres sobre esta tierra con alguna habilidad especial, ¿la razón?: él no lo sabe, pero es mi padre. 

Filiberto Rafaello.

     En su defensa, admito que mi madre jamás se lo contó. Esto lo supe cuando una hermana del orfanato donde crecí hasta los ocho años me buscó y me entregó una carta cuando cumplí la mayoría de edad. Yo me escapé de aquel lugar desde muy niño, nadie me adoptaba. Terminé viviendo y creciendo en una vecindad, todos ahí me apodaban: "el chavo" o "chavito". Por un golpe de suerte, un misterioso señor adinerado decidió patrocinarme; a los quince años ingresé a un colegio privado de lujo donde destaqué en cierto deporte.


Desde que leí aquella carta hace siete años, he dedicado la mayoría de mi tiempo a investigar cada uno de los dichos y leyendas que rodean el origen de los poderes de mi padre, no he llegado a nada, estudié una licencitura en antropología y tengo algunas especialidades en artes plásticas.


La única ventaja que tengo, es que yo conozco su debilidad, porque también es la mía. Mi superpoder consiste en velocidad aumentada, no podría esquivar una bala, solamente puedo reaccionar y moverme más rápido que cualquier ser humano. Lo descubrí mientras practicaba mi deporte favorito: el tenis. Llegué a competencias importantes usando mi habilidad especial, podría decirse que hice trampa, pero "fue sin querer, queriendo", yo ignoraba que mi velocidad era anormal. 

 

     A los dieciocho, durante un campeonato internacional en londres, la pelota me golpeó en los testículos con mucha fuerza. Todavía lo recuerdo, el dolor fue insoportable, caí de rodillas, enseguida me recosté en el suelo en posición fetal. Me asistieron y el dolor cedió, pero yo ya no pude reaccionar como lo hacía, era mucho más lento, y perdí. Tras ese solo golpe, tardé un mes en recuperar mi velocidad. Ese fue el momento en que noté que algo en mí no era normal, días después la hermana me entregó la carta, fue cuando supe que mi padre era el gran Chapulín Colorado, y deduje todo.

 

Filiberto, 18 años. “El chavo”

    El Chapulin Colorado, héroe de generaciones, con más de cien años de vida, aunque no aparenta tener más de cincuenta. Mi teoría es, que si mi debilidad yace en mis órganos masculinos, lo mismo debería ocurrir con mi padre. Él posee cierto grado de superfuerza, invulnerabilidad y al parecer longevidad, ostenta además cuatro artefactos que son fundamentales: las antenas de vinil en su traje potencian sus habilidades sensoriales; un martillo gigante, llamado Chipote Chillón, a través del cual canaliza su superfuerza para multiplicarla exponencialmente, un golpe de ese mazo podría derribar un edificio entero; unas pastillas que le permiten modificar su tamaño, desconozco su origen y funcionamiento; y el más importante: la chicharra paralizadora, capaz de inhibir las funciones motoras en cualquier ser vivo. 


Las "antenitas", el "Chipote", la "Chicharra"
y un frasco con pastillas de "Chiquitolina"

   

     Luego de varios meses de planeación, hoy pondré a prueba mi teoría, espero poder derrotar a mi padre. Me siento muy nervioso, todo puede salir mal, ojalá la suerte fuera uno de mis poderes. Me uní a un grupo extremista radical, que el día de hoy va a tomar los juzgados federales, con una amenaza real de bomba, yo soy un secuaz más.


     Todo transcurre de forma usual, uno de los rehenes dice: "¡Oh! Y ahora, ¿quién podrá defendernos?". Como por arte de magia, él aparece y dice: “Yo”. A lo que esta persona exclama: “¡el Chapulín Colorado!”. “No contaban con mi astucia”, responde mi padre. Él es realmente imponente, fuerte y musculoso, su traje se ciñe a su cuerpo como si estuviese pintado, posee un aura intimidante. Hace varias décadas, él era un hombre debilucho que resolvía las cosas con inocencia y candidez, aquel es solo un recuerdo.


En pocos minutos, mi padre resuelve la situación: nos golpea a todos asegurándose de noquearnos con su chipote chillón, yo me aseguro de no recibir tal golpe, con mi velocidad aumentada, me muevo para seguir el trayecto del artefacto, simulando ser golpeado. El héroe captura a los líderes de nuestro movimiento, quienes luego de un breve discurso de mi padre, se arrepienten de sus actos, ellos mismos desactivan la bomba. Todos los rehenes consiguen huir, también los criminales que no fueron noqueados. Justo antes de partir, él nota algo raro.


    —Mis antenitas de vinil detectan un peligro —comenta al aire. Antes de que consiga darle una patada por detrás en los genitales, él se mueve hacia delante, esquivándome. 

 

El Chapulín Colorado

    Durante algunos minutos combatimos, los últimos años también me he entrenado en kickboxing y artes marciales mixtas. Gracias a mi velocidad, consigo esquivar sus poderosos golpes, noto que siempre defiende sus preciados testículos, dedica casi la totalidad de su atención al defender, para proteger esa zona. Golpearlo será algo imposible. Los golpes que consigo atinar a su cara o abdomen, no le hacen daño, el daño lo recibo yo, es como golpear una roca.

 

    Debo actuar rápido o no lo conseguiré. Él ha notado mi velocidad sobrehumana, sabe que no podrá vencerme, así que saca su chicharra paralizadora para inmovilizarme. Yo consigo por muy poco esquivar cada uno de los “chicharrazos”, hasta que sujeto su brazo y con una llave lo despojo de tal objeto, al instante, apunto hacia él, y velozmente la hago sonar. 


   Es entonces cuando el poderoso Chapulín Colorado queda inmóvil e indefenso frente a mí. Al inicio me quedo perplejo, no puedo creer que lo conseguí, con cautela camino alrededor de él, examinando cada parte de su fornida anatomía. Mi corazón late aceleradamente, estoy muy nervioso, es momento de comprobar si mis teorías son correctas. Yo me coloco frente a él para darle una patada en las bolas, al recibir el impacto, él no reacciona, permanece en la misma posición, yo repito la acción varias veces: impacto su short amarillo con mi empeine, espinillas e incluso con mi talón, en cada una de las veces, percibo sus genitales moverse. La sensación es equiparable a golpear un maniquí de carne, al usar mis puños, puedo sentir la blandez  y carnosidad de sus órganos masculinos. Realizo varias combinaciones de potentes golpes. Me detengo cuando una gota de agua se posa en mis puños, miro hacia arriba y me doy cuenta de que fue una lágrima. La tortura a la que he sometido al Chapulín Colorado durante los últimos dos minutos, ha sido más brutal de lo que pensé. Al no tener reacción alguna, no tuve un parámetro para medir mi fuerza.


    Apunto la chicharra hacia él y la activo nuevamente para quitar el efecto paralizador. De inmediato se desploma en posición fetal, retorciéndose en el suelo, emitiendo fuertes alaridos. Suelta su "Chipote Chillón" para poder utilizar ambas manos para sobar y proteger su hombría. Yo coloco una rodilla en su pecho y comienzo a golpearlo en la cara, esta vez mis golpes surten efecto. Con alivio compruebo, que mi teoría era la correcta, mi padre ha perdido temporalmente sus poderes. Coloco mi pie en su pecho y flexiono mis brazos como señal de victoria. La policía ha entrado, nuestro encuentro ya no es privado, con una fuerte patada en el mentón lo noqueo. 



Mi padre

     Decido cargar con mi padre a cuestas. Al momento en que sujeto el Chipote Chillón, este no se levanta, es increíblemente pesado. ¿Es que acaso necesito poseer la superfuerza de mi padre para poder levantarlo? Instintivamente, uso la mano de él para sujetarlo, el truco funciona. Solo el Chapulín puede levantarlo, debe ser que reacciona a su huella biológica o algo similar. Mi mano presiona la mano del héroe alrededor del "Chipote". Yo corro a toda velocidad hacia un edificio abandonado, encuentro algunas sogas, ato sus brazos a la espalda y me aseguro de atar también sus tobillos. Cuando despierta me dice con la voz agitada.


     —Finalmente, el momento ha llegado. Tú eres mi hijo, ¿cierto?


    —¿Có… cómo lo sabes? ¿Tú… tú lo sabías? —pregunto desconcertado y molesto, eso querría decir que sí me abandonó. Y que por su culpa crecí como un pobre huérfano.


    —No, solamente sé que un hijo mío es el único capaz de hacer lo que tú hiciste —comenta—. Es momento de que tomes mi lugar. 


    —¿De qué hablas? Yo no quiero tomar tu lugar, yo solamente busco respuestas —digo—. Tampoco soy un criminal.

 

    —Hace veintisiete años, yo hice lo mismo que tú: golpeé a mi padre: el Chapulín Colorado en las bolas y asumí su puesto. Él era invulnerable, pero yo poseía superfuerza, mis golpes sí le hacían daño. Fue un poderoso uppercut el que lo hizo caer de rodillas ante mí. Cada cierto tiempo, el Chapulín se renueva y adquiere una nueva habilidad. La tuya al parecer es la velocidad. 


   —¿Estás diciendo que tú no eres el primero, ni el único? —pregunto confundido. Esto significa que el Chapulín no es longevo, sino que es un algo que se transmite de generación en generación. 


    —Ni seré el último. El primero, no tenía superpoderes, o bueno sí, su percepción extrasensorial, no muy útil. El segundo, sumó invulnerabilidad, yo la superfuerza, ahora el Chapulín también tendrá velocidad aumentada —explica mi padre, recobrando finalmente el aliento.


    —¿Qué se supone que debo hacer para tomar tu lugar? —pregunto.


   —Antes, debes saber que el Chapulín no es dueño de su voluntad, es un esclavo de la justicia, ante cualquier llamado, él debe acudir. No tendrás ningún poder de decisión sobre tus misiones, es una carga muy pesada.


    —Pero debo hacerlo, ¿no es así? —respondo con determinación—. Es mi deber.


    Al escuchar tales palabras, mi padre sonríe con orgullo y me dice:


    —Estás listo. Lo primero que debes hacer es quitarme el short amarillo. 

He entrenado Kickboxing

    Desato sus piernas y lo despojo de su emblemático short amarillo. Hacerlo deja expuestos sus genitales, estos yacen al frente, expuestos. Su traje rojo posee un hueco a través del cual estos se asoman. Su pene en reposo mide fácilmente doce centímetros, al igual que el mío, y sus bolas son grandes, del tamaño de auténticos huevos de gallina, al igual que los míos.

    

     —Ahora, agárrame de los huevos, no es necesario que aprietes, solo sujétame de ahí —mi padre ordena, yo lo obedezco—. Toma el chipote chillón.

 

     —No puedo, es pesadísimo, solo tú…


     —Inténtalo —reafirma mi padre, interrumpiendome una sonrisa. 


    Soltando sus testículos, extiendo mi mano hasta el mango del arma y noto que esta se volvió ligera, como si fuera de hule o de plástico, similar a un juguete—. Es porque me agarraste de los huevos —comenta mi padre. Todo aquel macho que pose sus manos desnudas en mis bolas, también desnudas, se vuelve digno de sujetar al Chipote Chillón. Ahora golpéame con él varias veces —comenta mi padre abriendo las piernas en el suelo, para dejar su hombría expuesta. 


    —¿Qué dices? —pregunto sorprendido, mientras admiro el martillo de "juguete" que sostengo—. ¿Debo golpearte… ahí… con él?


    —Muy duro, debes extraer mis poderes a golpes —comenta mi padre—. No te contengas, con cada golpe el martillo absorberá mis poderes. Parece de juguete pero es tan duro como el acero.


    —¿Cómo sabré cuando parar? —pregunto.


    —Eso es fácil: me harás eyacular. Cuando mi pene escupa un líquido perlado, significará que yo ya no poseo mis poderes y que el martillo está cargado con ellos. 


     Yo hago lo que mi padre me ordena, lo golpeo en las bolas con el Chipote Chillón, él grita y gime con cada impacto, pero se obliga a mantener las piernas abiertas. Hacerlo es fácil: sus testículos posan expuestos al frente como si fueran pelotas de golf. Con cada golpe, el pene de mi padre comienza a crecer hasta duplicar su longitud, su miembro erecto es realmente grueso. La situación se torna aun más graciosa ya que con cada golpe, el martillo chirria de forma cómica, como lo hace un patito de hule. Mientras mi padre grita de dolor, yo lucho para aguantarme la risa.


Cuando su pene está duro como roca y parado como estaca, con tan solo tres golpes secos más, este comienza a moverse por su cuenta en espasmos y a escupir semen, el cual salta hacia arriba como si fuera una fuente, y cae manchando el abdomen, pecho y muslos de mi padre. 


     El Chipote Chillón en mis manos comienza a vibrar y titilar. Con dificultad, el Chapulín Colorado se pone de pie, se mantiene agachado, masajeando su hombría, extiende su mano para pedirme que le entregue el arma, sin pensarlo mucho, se la entrego.


     —Esta, es la última vez que podré sostenerlo —comenta al recibirlo. En seguida, con la mirada señala mi entrepierna y con las manos me indica que abra las piernas—. Desnúdate.


    Retiro mi pantalón, bóxer y playera, abro las piernas para dejar vulnerables mis genitales. Él se coloca detrás de mí, sin previo aviso, impacta el chipote chillón contra mis testículos, ese chirria al golpear mis huevos. El impacto me eleva más de treinta centímetros del suelo, siento como si mis bolas hubieran sido totalmente aplastadas, el dolor es intolerable. Yo caigo como un muñeco de trapo y me acurruco gritando. Lágrimas salen de mis ojos y respiro con mucha dificultad, no pensé que algo tan chistoso, fuera tan poderoso. Segundos después, mi cuerpo se tiñe de rojo, una capucha con antenas cubre mi cabeza, un short amarillo aparece para cubrir mis genitales y el dolor cede. 


    Me apoyo con un puño en el suelo. Coloco una rodilla también, una poderosa energía envuelve mi cuerpo, yo me pongo en pie, imponente e invencible. Luego del golpe, mi padre soltó el martillo, este quedó en el suelo con el mango parado. Yo lo tomo con una mano, este triplica su tamaño, apoyo la otra mano en la cintura. Mi padre me mira con orgullo, ahora es él quien está completamente desnudo. Noto que es calvo, tal vez yo también lo sea en un futuro. 


Mi padre

    —El origen del poder Chapulín Colorado es un misterio, incluso para mí, pero creo que es una entidad mágica, un protector y salvador, tal vez un antiguo guerrero o mago. La transmisión de sus habilidades parecen estar ligadas a los órganos sexuales de especímenes machos —comenta el anterior Chapulín, al tiempo que se coloca mi ropa.


     "¡Oh! Y ahora, ¿quién podrá defendernos?". Escucho una voz en mi cabeza, un portal mágico aparece frente a mí. Yo miro con asombro hacia mi padre.


    —Ya sabes qué hacer —dice él—. Es una carga muy pesada y agotadora, pero igualmente gratificante. Ve, hijo mío.


    —Filiberto, mi nombre es Filiberto Raffaelo —digo.


    — Mucho gusto. Mi verdadero nombre es Roberto, Roberto Raffaelo. Desde que cumpliste quince, yo he sido tu misterioso benefactor, por cierto —dice mi padre mientras cruzo el portal, previniendo que le pueda hacer más preguntas.


     Aparezco en un lugar que no conozco, antes de que pueda razonar sobre lo que está pasando, digo: “Yo”. La misma voz que me convocó exclama: “¡El Chapulín Colorado!”, a lo que inevitablemente respondo: “No contaban con mi astucia”.




[READ IN ENGLISH]  Note for non spanish speakers. "El Chapulin Colorado" was a 70s mexican sitcom, well known and loved allover Latin America and even Spain. It was about a dumb, but very kindhearted and naive superhero with no superpowers, he had some artefacts that sometimes helped, sometimes didn't. It was pure comedy, he tended to make mistakes while trying to help. 

He had several catchphrases, that I will mark in bold, such as "No contaban con mi astucia (You didn't count on my cunning - The joke is that he was not cunning, he was pretty naive)", "siganme los buenos (The good guys, follow me - Nobody actaully followed him)", "se aprovechan de mi nobleza (they take advantage of my kindness)", "lo sospeché desde un principio (I suspected it from the begining - When he actually didn't suspected anything at all)",  "que no panda el cúnico (don't canip - intentional misspell of panic)"

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