Estando abrazada a su solterĆa, un hombre volvió a acercarse a ella, era HasĆ”n Abou-Keir, un empresario ligado a la venta de muebles y otros objetos de madera. HasĆ”n y ella habĆan tenido un romance en la adolescencia, pero por aquellos aƱos los padres del Ć”rabe se opusieron a que el joven tuviera algĆŗn tipo de romance con una mujer de occidente que no compartiese su religión y costumbres. Obligaron a HasĆ”n a irse al LĆbano donde regresó con una mujer y dos hijos varones. A los aƱos la esposa de HasĆ”n murió dejando a sus hijos adolescentes.
HasƔn
siempre estuvo rondando a Micaela, tratƔndola galantemente y recordando los
bellos años de retozo juvenil. Por esta razón cuando ella se separó de su
esposo, fue la oportunidad de oro para el libanƩs de recuperar a la mujer a la
que el pasado no lo dejó compartir su vida.
Micaela por
su parte no fue arisca ante los buenos tratos del todavĆa atractivo hombre.
HasƔn
Abou-Keir tenĆa 55 aƱos, su tez era aceitunada como la de todos los hombres de
su etnia, sus cabellos oscuros con ciertas canas y una barba que atravesaba de
lado a lado su cara. Siempre vestĆa de traje lo que acentuaba su interĆ©s
intelectual y su vivarachez para los negocios como buen moro.
Cierta noche
compartieron una cena en un lujoso hotel de la ciudad y tocando la palma de la
mano el Ć”rabe susurró a la mujer que tambiĆ©n se habĆa tomado la modestia en solicitar
una habitación en la parte del hotel de ese edificio.
āSolo tĆŗ tendrĆ”s la decisión, si deseas subir o no⦠cuĆ”l sea tu sentencia, Micaela, la celebrarĆ©.
Micaela se
echó a reĆr y respondió con una respuesta afirmativa. Decidió subir y
entregarse al Ɣrabe. DespuƩs de todo ya eran mƔs de 20 aƱos sin recorrer su
cuerpo.
Encerrados en la habitación, los besos comenzaron a ser apasionados. HasĆ”n comenzó con besos en el cuello y en la oreja, lo que puso a Micaela muy fogosa. El Ć”rabe con los aƱos conoció muchas de las costumbres paganas de occidente que en su paĆs no hubiesen sido muy bien vistas, como arregostar su miembro por encima de la ropa, lo que hizo que Micaela soltara algunas palabras soez que no se permitiera una dama de su sociedad, frases como: Ā«Quiero que me la entierres lo mĆ”s pronto posible, no me hagas esperar, mĆ©telaĀ» hubieran hecho que cualquier fĆ©mina de Arabia la mirase como una impĆŗdica. Ellos tomaron una breve distancia para desnudarse sin perder la pasión del momento y siguieron restregando sus cuerpos, su delicado cuerpo femenino contra la tosca figura masculina. La vulva de Micaela contra el moreno pene de buenas proporciones de HasĆ”n, el seƱor tenĆa una morcilla entre las piernas.
Mientras
estaban abrazados le metió la polla en la vagina y ambos soltaron un grito al
unĆsono. Ā”Plena satisfacción! La sensación de como su pene se abrĆa
camino en su estrecha vagina, fue delicioso. Bombeó a Micaela suavemente con
movimientos de cadera bien hechos, los dos jadeaban y se miraban a los ojos. HasƔn
tomó una posición mÔs erguida mientras continuaba bombeando, y su pene, de
tamaƱo considerable, chocaba contra la pared vaginal, una y otra vez, Micaela extasiada
a mÔs no poder, no se contuvo y tuvo su primer orgasmo. Gritó, gimió y se retorció
de gusto. QuizƔ en el pasillo la escucharon y eso hizo que ambos se rieran, Ʃl
le dio unos minutos de tregua.
HasĆ”n se tumbó en la cama y Micaela se montó encima de su bonito pene. Entró directo, ya con todo su coƱo chorreando, los lĆquidos le resbalaban. La mujer comenzó a cabalgarlo.
āMe encanta
ver esas tetas rebotar. Son bastante grandes, no abarcas con la mano.
Micaela se
sintió fogosa con el comentario y siguió cabalgando como un potro salvaje. Y él
para domarla la cogió del pelo, tirando de su cabeza para atrÔs. Se escuchaba
la cama, gruñir a cada embestida y el jadeo de ambos casi sin respiración.
Llegaron al orgasmo a la vez, gritando y gimiendo. Se regalaron unos minutos
para saborear el orgasmo en el que estaban atrapados. El Ôrabe tomó a Micaela
de la cadera y con un movimiento rƔpido la puso cara abajo, totalmente
estirada, de una manera un poco salvaje, le tomó las piernas y las puso entre
las suyas. AsĆ con el chocho chorreando, aunque un poco apretado por la
postura, metió su polla por detrÔs. Micaela gimió sintiendo el miembro entrando
y saliendo.
La mujer gozaba con su cuerpo estirado, sintiendo la polla bien dura, haciendo babear su coño. HasÔn le dio un par de azotes en el culo que entre gemidos, ella dejó caer algún chillido de placer y sorpresa.
Su novio de
la juventud y ahora de la edad madura continuó bombeando fuerte. Eso desató en
la mujer un nuevo nivel de orgasmo.
Ćl llegaba al punto mĆ”ximo, y con el sudor goteando de su frente expulsó de su verga un torrencial rió de semen. Las cataratas de leche que Micaela tenĆa entre las piernas parecĆan de un parque natural. DespuĆ©s de ese colosal orgasmo HasĆ”n se quedó con la polla dentro de ella, tumbado encima, dĆ”ndole calor con su cuerpo y Micaela en actitud recĆproca. Terminaron agotados y Ć©l se acostó en la cama, a su lado, abrazĆ”ndola.
Siguieron dĆ”ndose mimos durante varios minutos, quizĆ”s horas. Era muy tarde en la noche cuando abandonaron el hotel, ella querĆa volver a casa, no deseaba que llegase el amanecer y sus hijas no la descubriesen. HasĆ”n condujo su vehĆculo hasta la residencia de Micaela. Ya en el frente de la vivienda el hombre de manera galante acudió a ayudarla a bajar del vehĆculo. Al mismo tiempo la puerta de entrada de la casa se abrĆa y un hombre de estatura alta y cabellos canos cruzaba el jardĆn, se trataba de Ćlvaro Rouco.
En aƱos de la juventud Ćlvaro prĆ”ctico deportes, por esa razón logró desarrollar su cuerpo en grandes proporciones musculares. Consiguió trabajar para el padre de Micaela en sus empresas y enamoró a la muchacha. Con el control de las zapaterĆas logró hacerse de un dinero y abrió sus propios almacenes deportivos. En la actualidad lucĆa cabello cano, una barba cubierta de canas y amplio torso. SeguĆa siendo muy atractivo. VestĆa de jeans y simple camiseta.
āĀæQuĆ© horas
son estas de llegar, Micaela? āpreguntó abriendo la reja de entradaā. ĀæPara
esto te separaste de mĆ? ĀæPara irte como una puta con este marica?
āĀ”Baja la
voz porque no quiero despertar a los vecinos! āMicaela apretó los dientes con
furia.
āMĆ”s respeto
para Micaela, hombre āHasĆ”n dio un paso adelante, plantĆ”ndose muy seguro de sĆ
mismo.
Micaela se
sintió feliz y protegida. Sin embargó se quejó:
āĀæQuĆ© haces
en mi casa a esta hora? ”LÔrgate!
āSigue
siendo mi casa ādijo Ćlvaroā, te recuerdo que tĆŗ y yo no nos hemos divorciado,
Micaela. AdemÔs es la casa de mis hijas y estaba aquà cuidÔndolas mientras tú
te ibas a revolcar como puta con este afeminado.
āĀ”Oye bien,
huevón! Ā”Una falta de respeto mĆ”s para Micaela y te parto la cara! āseƱalaba
HasĆ”n amenazador con el dedo Ćndice.
Ćlvaro se
echó a reĆr. Micaela contuvo a HasĆ”n.
āMi amor,
muchas gracias por la noche que me has hecho pasar āle dijoā. Ya todo estĆ”
bien. MaƱana temprano te llamo ātomó la mejilla de HasĆ”n y le dio un beso en
los labios.
Ćlvaro se
echó a reĆr.
āĀ”Que patĆ©tica, Micaela! ādijoā. ĀæTe estĆ”s viendo? Actuando como una quinceaƱera. ĀæA caso no te ves? Ya tu tiempo pasó, eres una vieja patĆ©tica. EstĆŗpida. Te ves ridĆcula actuando asĆ. Como una puta barata y ridĆcula.
āBasta ya,
huevón āgritó HasĆ”n plantando un sólido puƱetazo en el rostro de Ćlvaro que lo
hizo resbalar y sacar un hilillo de sangre de la comisura del labio.
Micaela
retrocedió impactada, apartando a HasÔn tomÔndolo de los brazos.
āNo, HasĆ”n.
No caigas en las provocaciones de este hombre.
Ćlvaro se
enfureció al levantarse, estaba envalentonado y con una mirada mÔs pesada que
la del principio.
āĀ”Esta no te
la dejo pasar, turco de mierda!
Los dos
hombres comenzaron a intercambiar varios puƱetazos enfrascados el uno contra el
otro. Micaela se llevó las manos a la boca y gritó pidiendo que se detuviesen.
Vergüenza sentĆa de que los vecinos probablemente estuvieran tras la ventana de
sus casas contemplando el show de autƩntico barrio de clase baja.
Ćlvaro
recibió varios impactos en la costilla y HasÔn otros en su cara. Como uno que
recibió cuando Ćlvaro lo sujetó de su nuca y estampó la frente contra su
rostro.
El pobre
HasÔn retrocedió quejÔndose llevÔndose la mano a la nariz sintiendo la sangre,
para su desafortunada suerte, dejó el compÔs de sus piernas abiertas y le
brindó una oportunidad de oro a Ćlvaro que sonrió de pura malicia. Se preparó
en su postura como en los años de entrenamiento de fútbol y enterró una rotunda
patada en los vacĆos testĆculos del Ć”rabe. Faltó el grito de ”””GOOOOL!!! Como sus
adornos en la selección del estado años atrÔs.
ā”””AAAauuch!!! āaulló Hasan sintiendo un profundo dolor en su ingle ante el inesperado y cruel ataque. Sus ojos se abrieron como platos y se fue al suelo sintiendo el dolor en sus vacĆas bolas despuĆ©s del grandioso sexo con Micaela, enseguida comenzó a retorcerse del dolor cuando cayó de costado en la acera, revolcĆ”ndose como una insignificante lombriz.
āĀæQuĆ© pasa,
turco de mierda? āĆlvaro se acercó a Ć©l pateĆ”ndolo de costadoā. ĀæSe te acabó lo
bravucón?
HasƔn estaba
muy dolorido. Sin ningĆŗn tipo de fuerza. Continuaba en el suelo con ambas manos
acunando sus gónadas sintiendo los puntapiés del otro hombre.
āĀ”Eres un
canalla, Ćlvaro! āgritó Micaela dando palmadas en la sólida espalda de su
todavĆa maridoā. Ā”LĆ”rgate de mi casa! Ā”LĆ”rgate!
Mientras arriba se producĆa un zarandeo e insultos, HasĆ”n continuaba en el suelo desesperado, cubriendo y sobando sus palpitantes testĆculos, con la vista nublada y un dolor que le palpitaba en la entrepierna y subĆa a su estómago. Estaba muy dolorido de las pelotas para poder acumular fuerzas y hacer frente a la situación, no en vano habĆa vaciado toda la leche de sus bolas en el coƱo de Micaela, eso debió dejar sus testĆculos mĆ”s vulnerables al ataque canalla de Ćlvaro.
Por suerte
Micaela logró empujar al marido que entre risas burlonas indicó que era su
momento de irse.
āTĆŗ siempre serĆ”s mĆa, Micaela. Nunca te darĆ© el divorcio.
Abrió la
reja de la casa y se dirigió a la cochera donde en la oscuridad de la noche
estaba su vehĆculo.
Micaela se
inclinó y ayudó a HasÔn, le preguntó si estaba bien.
El dolorido semental se sentó en plena calle todavĆa con el dolor de bolas a millón, se sentĆa avergonzado y humillado. Miró con odio cuando el vehĆculo de Ćlvaro con Ć©l todavĆa burlĆ”ndose atravesó el estacionamiento de salida.
āVamos a
entrar āle dijo Micaela.
āNo āse negó
HasÔn suavemente. Acariciaba con la yema de los dedos los ovalados órganos que
le colgaban entre las piernas guardados en su pantalón.
Minutos mĆ”s tarde cuando el popular moro de la avenida Las Torres llegó a su casa. Lo primero que hizo al cruzar la puerta fue desabotonarse la camisa. Caminar lentamente todavĆa sujetĆ”ndose las doloridas bolas, aĆŗn no lo sabĆa, pero a primera hora de la maƱana cuando viese sus huevos, notarĆa el ligero color pĆŗrpura y la hinchazón. Por lo pronto en la oscuridad de la sala de estar se tumbó en su asiento para descansar y poner una mano sobre sus doloridas joyas viriles.
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