El sonido de las risas se oĆa en el pasillo que conectaba con la habitación. La puerta se abrió y entró Chemo junto con dos nuevos amigos. Los dos hombres eran idĆ©nticos en todos los aspectos. Ambos estaban en sus mediados de los 40 aƱos. Cada uno con el cuerpo bronceado y tonificados por rutinas de ejercicios. Sus camisas y pantalones se adherĆan a cada ondulación de los mĆŗsculos. Ambos miraron las formas todavĆa inconscientes de Eduardo y Jairo con asombro. De inmediato comenzaron a tener duras erecciones, tensando la fina tela de sus pantalones.
—Veo que el producto ha sido aprobado —dijo Chemo sonriendo.
—AsĆ es, Chemo —respondió el primer gemelo que vestĆa de negro.
Chemo apoyó la mano sobre el hombro bien desarrollado del gemelo y le dio
un apretón—. Puedo decir, Leroy, que estĆ”s satisfecho. ¿Cómo estĆ”s tĆŗ, DarĆo?
—Ansioso —respondió el otro semental en celo que vestĆa de blanco. Se volvió hacia su hermano.
Ambos dijeron al unĆsono:
—Empecemos.
—SegĆŗn mis cĆ”lculos —indicó Chemo—, nuestros dos juguetes deben permanecer
inconscientes el tiempo suficiente para se preparen. Mis amigos, quiero que se
diviertan. No quiero escuchar ninguna queja mƔs adelante.
—CrĆ©eme, Chemo. No habrĆ” ninguna queja —dijo Leroy con una sonrisa.
—Entonces te dejo con tu tarea. DesearĆa poder quedarme y observar, pero Renato
tiene necesidades que me complacerĆ” atender. Los verĆ© a ambos en la cena —con
eso, Chemo salió de la habitación, cerrando la puerta detrÔs de él.
Los gemelos inspeccionaron la habitación y sonrieron. —Parece que todo estĆ”
aquĆ —comentó DarĆo con una sonrisa traviesa.
—Oh, pero veo que Chemo solo ha proporcionado una honda —respondió su hermano
gemelo—. Supongo que parte de nuestra diversión tendrĆ” que ser diferente para
los dos.
DarĆo afirmó con un brillo en los ojos.
Los dos hombres habĆan decidido previamente que Leroy se quedarĆa con
Eduardo mientras que DarĆo se iba a divertir con Jairo durante su primera
ronda. Cada hombre caminó hacia su respectiva presa que todavĆa dormĆa
profundamente por los sedantes que le habĆan dado varias horas antes. Cada uno
examinó minuciosamente el cuerpo atado de su juguete, tanto con la vista como
con las manos. Después de su inspección, los gemelos comenzaron a desatar los
brazos y piernas de los cautivos. Ni Eduardo ni Jairo dieron muestras de estar
al tanto de su suerte.
—Creo que llevarĆ© a Eduardo a la honda si no te importa, DarĆo —preguntó
Leroy.
—No, en absoluto. TenĆa la esperanza de poder tener la cruz en X para mi
joven Jairo —respondió DarĆo.
—Entonces estamos de acuerdo, como de costumbre —comentó Leroy tirando de
Eduardo para que se sentara sobre la honda—. AyĆŗdame, hermano, serĆ” divertido, prepararlo
entre nosotros dos.
—¡Perfecto! —respondió DarĆo emocionado. Se acercó a su hermano y a Eduardo
y se maravilló ante el sublime torso del guardabosques—. No puedo esperar a la
segunda ronda para poder tener esta espalda para mĆ. No es que Jairo se vea
mal, pero este, mmmm.
—No nos adelantemos, querido hermano. HabrĆ” mucho placer para los dos.
Los hermanos agarraron a Eduardo, Leroy metió la mano por debajo de los
hombros del hombre y DarĆo sujetó sus piernas. Llevaron a Eduardo en una corta distancia
a travĆ©s de la habitación hasta un cabestrillo que colgaba del techo. DarĆo
deja caer las piernas de Eduardo; no hubo duda de que los testĆculos del hombre
inconsciente se aplastaron sobre la superficie. DarĆo preparó la honda.
Los gemelos terminaron su tarea atando las muƱecas y los tobillos de
Eduardo a correas de cuero en cada extremo del cabestrillo. Dieron un paso
atrƔs para admirar su obra.
—Es un hombre simplemente increĆble, ¿no es asĆ? —preguntó Leroy.
—Sorprendente —respondió DarĆo, con los ojos aĆŗn fijos en el magnĆfico
fĆsico de Eduardo.
—Bueno, ¿preparamos al joven Jairo para tu placer? —la pregunta de Leroy
sacó a DarĆo de su trance.
—Ciertamente. Parece que tambiĆ©n necesita algo de atención.
Repitieron el ejercicio con Jairo, llevƔndolo a la cruz en X que estaba
situada justo al lado de la honda que sostenĆa a Eduardo. Los gemelos colocaron
a Jairo en la cruz de cuero y aseguraron hƔbilmente las muƱecas y los tobillos
del joven, fijÔndolo en una posición de pie con las piernas abiertas.
—Ahora que nuestros paquetes estĆ”n bien envueltos, veamos quĆ© golosinas nos
ha dejado Chemo en su pequeƱo botiquĆn —dijo Leroy alegremente.
—Justo detrĆ”s de ti, hermano —afirmó DarĆo, siguiendo a Leroy hasta el
gabinete.
Los dos hombres estaban impresionados con la variedad de drogas que habĆa
acumulado Chemo.
—Chemo ciertamente tiene una amplia selección. ¿Vamos con lo de siempre?
—¿Por quĆ© cambiar algo que funciona tan bien para nosotros?
Los gemelos recogieron dos bolsas de solución intravenosa con su respectivo
tubo, dos agujas hipodƩrmicas, dos botellas de sedante y dos pequeƱos
recipientes de lubricante. Colgaron las bolsas en portasueros y las hicieron
rodar hacia los hombres dormidos y colocaron los demĆ”s artĆculos en el suelo.
Mientras los gemelos arreglaban sus juguetes, notaron que Eduardo y Jairo
comenzaron a moverse ligeramente.
—Nuestros nuevos amigos estĆ”n comenzando a despertarse. ¡Ya casi es hora de
que comience nuestra diversión!
Se pararon frente a los sementales y observaron cómo luchaban por recuperar
la conciencia.
Eduardo fue el primero en abrir los ojos. Instintivamente trató de ponerse
de pie, pero fue incapaz de hacerlo. Tiró de sus ataduras, flexionando los músculos.
Leroy comenzó a frotarse la ingle, logrando rÔpidamente una erección mientras observaba
el vano intento de libertad del guardabosque.
MĆ”s lentamente fue el ascenso de Jairo a la conciencia. DarĆo presenció las primeras reacciones del joven: una ligera contracción y un gemido bajo. Pronto, Jairo estaba tratando de levantar la cabeza y abrir los ojos. DarĆo observó con gran atención, hasta que el mĆ”s joven abrió los ojos.
Pasaron varios segundos para que ambos guardabosques se dieran cuenta de
los visitantes ante ellos. Se percataron de que estaban atados a nuevos
puestos. Eduardo y Jairo se miraron el uno al otro.
—Me alegra ver que hayan despertado, caballeros —dijo Leroy—. Seguro que
todos nos divertiremos un momento. Como pueden ver, los hemos cambiado de
lugar. Espero que les gusten sus nuevos puestos. PermĆtanme presentarnos: soy
Leroy y este es mi hermano DarĆo. Sin duda habrĆ”n notado que somos gemelos.
Gemelos con fetiches idƩnticos. Nuestro querido amigo Chemo nos ha invitado a
unirnos a Ʃl porque compartimos en su disfrute del sexo y de hombres hermosos
como ustedes.
Eduardo y Jairo inmediatamente comenzaron otro intento inĆŗtil de liberarse y luchar contra sus nuevos enemigos. Los gemelos se rieron de sus esfuerzos, pero disfrutaron viendo cómo los mĆŗsculos de sus cautivos se flexionaban hasta el lĆmite. Se miraron y asintieron. Ambos se quitaron las camisetas y revelaron torsos esculpidos, muy parecidos a los de Eduardo y Jairo. Luego se quitaron los pantalones liberando sus pollas rĆgidas.
DarĆo comentó: —Chemo nos informó que lo tranquilizaron, le inyectaron cloroformo, los llenaron de gas y los sedaron con una aguja hipodĆ©rmica. OjalĆ” hubiĆ©ramos estado allĆ para verlo. TambiĆ©n tenemos una forma especial para ustedes que aĆŗn no han experimentado. VerĆ”n, tanto mi hermano como yo somos mĆ©dicos, y nos gusta incorporar nuestra profesión a nuestro fetiche. Los conectaremos a estos goteros intravenosos. DespuĆ©s de que nos salgamos con la nuestra, volverĆ”n a dormir gracias a la droga que inyectamos en la vĆa intravenosa. SerĆ” muy divertido verlo. Ambos caerĆ”n inconscientes. Estoy seguro de que mi hermano y yo nos correremos por segunda vez al verlos. ¿Los preparamos, hermano?
—HagĆ”moslo, hermano. Mi polla no esperarĆ” mucho mĆ”s.
Los gemelos se dedicaron a su tarea. Con Eduardo y Jairo atados en su
lugar, no podĆan ofrecer una resistencia sólida contra Leroy y DarĆo. Cada
gemelo insertó la aguja intravenosa en una vena de la mano de Eduardo y Jairo,
asegurando la lĆnea con un trozo de cinta quirĆŗrgica para mantenerla en su
lugar. Al instante empezó a funcionar sendos goteros intravenosos.
Leroy dijo: —Espero que no haya sido demasiado desagradable. Por ahora,
solo estÔn recibiendo una solución diluida de glucosa. Sin embargo, eso
cambiarĆ” con el tiempo. Pero por ahora, ambos queremos que disfruten de esta
experiencia. Pueden descansar. Estoy seguro de que tanto mi hermano como yo
estaremos disfrutando.
Luego, los gemelos tomaron los envases de lubricante y exprimieron una
cantidad generosa en sus manos. Con un grado practicado de sincronicidad, cada
gemelo agarró el trozo de carne de los cautivos y comenzaron a masturbarlos. A
pesar de todo lo que habĆan pasado, Eduardo y Jairo se excitaron ya que sus
pollas se volvieron rĆgidas. Les estimulaban las expertas manipulaciones por
parte de los gemelos. Sus pezones fueron pellizcados, lamidos y chupados. Sus
pechos y abdómenes fueron acariciados. Les tocaron la parte interna de los
muslos. Todas esas acciones lograron el efecto deseado: Eduardo y Jairo pronto
estaban duros como rocas y respiraban con dificultad.
—Teniendo en cuenta que estĆ”n siendo retenidos en contra de su voluntad,
ciertamente parecen estar divirtiĆ©ndose —seƱaló DarĆo.
—Estoy de acuerdo. Eduardo, realmente te estĆ”s metiendo en esto, ¿no?
¿QuiĆ©n hubiera pensado que el mĆ”s respetado de los guardapatques serĆa tan
pervertido? —se burló Leroy.
—PagarĆ”s por lo que nos estĆ”n haciendo a Jairo y a mĆ —prometió Eduardo.
—Chemo nos dijo que dirĆas algo asĆ —respondió Leroy—. Pero en este momento
estamos a cargo, y no parece haber mucho que ustedes dos puedan hacer al
respecto. Y cuando terminemos, regresarƔn a la tierra de los sueƱos.
Mientras excitaban a sus prisioneros, las pollas de Leroy y DarĆo estuvieron
totalmente rĆgidas. Simplemente las imĆ”genes y los sonidos de lo que estaban
haciendo los mantuvo erguidos. Pero los gemelos tenĆan presente su invitación
directa a la reunión del placer. Cada uno se acercó a su presa y tomó su
propia polla. Comenzaron a masturbar su pene y el del cautivo con la misma
mano. La nueva estimulación fĆsica provocó gemidos de absoluto placer en los
gemelos, que usaban su mano libre para acariciar sus propios pezones y frotarse
el pecho y los abdominales.
DespuĆ©s de diez minutos de intensas masturbaciones, los gemelos vieron que Eduardo y Jairo estaban al lĆmite. Ambos respiraban entrecortadamente y sus ingles se contraĆan contra las manos de los gemelos. Los gemelos se miraron el uno al otro. Se saludaron con la cabeza y luego se volvieron hacia su presa. Con cuatro rodillazos consecutivos en los testĆculos Eduardo y Jairo entraron en erupción simultĆ”neamente. Chorro tras chorro de semen estalló, al poco tiempo se unieron los gemelos. La leche brotó de las cuatro enormes pollas. El semen cayó en charcos sobre el suelo y los abdominales y pechos de los hombres. Los gemelos continuaron ordeƱando las pollas hasta que estuvieron seguros de que no habĆa nada mĆ”s que sacar. Se alejaron de Eduardo y Jairo y disfrutaron del placer fĆsico y de la vista de sus dos hombres atados frente a ellos.
Finalmente, salieron de su trance orgƔsmico y volvieron a la realidad.
—Esta fue la mejor experiencia de todas, ¿eh, hermano? —preguntó Leroy.
—Mejor de lo que soƱƩ —respondió DarĆo.
—Sin embargo, la próxima vez nos cambiamos. Me gusta el aspecto de ese
cachorro tuyo. Pero creo que nuestros amigos se ven cansados y doloridos
despuĆ©s de tanto esfuerzo. DeberĆan tomar otra siesta, ¿no crees?
—Absolutamente, hermano. Vamos a hacerlo.
Ambos gemelos se agacharon y tomaron la hipodƩrmica junto a la botella de
sedante. Llenaron la jeringa y caminaron hacia el tubo intravenoso.
—Este es un sedante diferente al que Chemo usó con ustedes —explicó Leroy—.
Tarda un poco mƔs en actuar.
DarĆo inyectó la aguja en el tubo intravenoso y presionó el Ć©mbolo. Leroy
hizo lo mismo con Eduardo.
Los gemelos retrocedieron y se abrazaron mutuamente. El contacto fĆsico de
sus cuerpos musculosos hizo que sus pollas respondieran una vez mƔs. Con su
mano libre, comenzaron a masturbarse mientras veĆan cómo la droga entraba en
los machos atados que tenĆan delante.
Jairo sintió un hormigueo en la mano cuando la droga entró en su torrente
sanguĆneo. Un cĆ”lido entumecimiento se abrió paso por su brazo hasta su pecho.
Desde allĆ, se filtró por todo su cuerpo, bajó por su abdomen y llegó a sus
piernas. Comenzó a sentirse somnoliento. Su visión se volvió borrosa y gris.
Pudo ver a los gemelos entrelazados bombeando furiosamente sus varas, pero
parecĆan estar muy lejos. Su cabeza colgó sobre su pecho. Es un esfuerzo enorme
de levantar la cabeza y mirar al frente. Intentó mirar a Eduardo, pero solo
vislumbró brevemente a su compañero antes de que su mundo se volviera negro.
Eduardo estaba en la misma situación. Su cabeza giró de un lado a otro
mientras observaba a los gemelos darse placer. Al mismo tiempo que sus ojos se
cerraron, los gemelos estallaron en leche por segunda vez con fuertes gemidos
de Ʃxtasis.
—Se ven tan tranquilos, durmiendo tan profundamente —dijo Leroy.
—Al igual que los Ć”ngeles. No puedo esperar a la próxima vez que
intercambiemos —sonrió DarĆo.
Los gemelos se giraron y salieron de la habitación, brazos y cuerpos aún
entrelazados, las Ćŗltimas gotas de semen aĆŗn goteaban de sus pollas.








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