Las presas del cazador (6/7): los gemelos - Las Bolas de Pablo

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6 may 2022

Las presas del cazador (6/7): los gemelos

El sonido de las risas se oĆ­a en el pasillo que conectaba con la habitaciĆ³n. La puerta se abriĆ³ y entrĆ³ Chemo junto con dos nuevos amigos. Los dos hombres eran idĆ©nticos en todos los aspectos. Ambos estaban en sus mediados de los 40 aƱos. Cada uno con el cuerpo bronceado y tonificados por rutinas de ejercicios. Sus camisas y pantalones se adherĆ­an a cada ondulaciĆ³n de los mĆŗsculos. Ambos miraron las formas todavĆ­a inconscientes de Eduardo y Jairo con asombro. De inmediato comenzaron a tener duras erecciones, tensando la fina tela de sus pantalones.

 

—Veo que el producto ha sido aprobado —dijo Chemo sonriendo.

 

—AsĆ­ es, Chemo —respondiĆ³ el primer gemelo que vestĆ­a de negro.

 

Chemo apoyĆ³ la mano sobre el hombro bien desarrollado del gemelo y le dio un apretĆ³n—. Puedo decir, Leroy, que estĆ”s satisfecho. ¿CĆ³mo estĆ”s tĆŗ, DarĆ­o?

 

—Ansioso —respondiĆ³ el otro semental en celo que vestĆ­a de blanco. Se volviĆ³ hacia su hermano.

 

Ambos dijeron al unĆ­sono:

 

—Empecemos.

 

—SegĆŗn mis cĆ”lculos —indicĆ³ Chemo—, nuestros dos juguetes deben permanecer inconscientes el tiempo suficiente para se preparen. Mis amigos, quiero que se diviertan. No quiero escuchar ninguna queja mĆ”s adelante.

 

—CrĆ©eme, Chemo. No habrĆ” ninguna queja —dijo Leroy con una sonrisa.

 

—Entonces te dejo con tu tarea. DesearĆ­a poder quedarme y observar, pero Renato tiene necesidades que me complacerĆ” atender. Los verĆ© a ambos en la cena —con eso, Chemo saliĆ³ de la habitaciĆ³n, cerrando la puerta detrĆ”s de Ć©l.

 

Los gemelos inspeccionaron la habitaciĆ³n y sonrieron. —Parece que todo estĆ” aquĆ­ —comentĆ³ DarĆ­o con una sonrisa traviesa.

 

—Oh, pero veo que Chemo solo ha proporcionado una honda —respondiĆ³ su hermano gemelo—. Supongo que parte de nuestra diversiĆ³n tendrĆ” que ser diferente para los dos.

 

DarĆ­o afirmĆ³ con un brillo en los ojos.

 

Los dos hombres habĆ­an decidido previamente que Leroy se quedarĆ­a con Eduardo mientras que DarĆ­o se iba a divertir con Jairo durante su primera ronda. Cada hombre caminĆ³ hacia su respectiva presa que todavĆ­a dormĆ­a profundamente por los sedantes que le habĆ­an dado varias horas antes. Cada uno examinĆ³ minuciosamente el cuerpo atado de su juguete, tanto con la vista como con las manos. DespuĆ©s de su inspecciĆ³n, los gemelos comenzaron a desatar los brazos y piernas de los cautivos. Ni Eduardo ni Jairo dieron muestras de estar al tanto de su suerte.

 

—Creo que llevarĆ© a Eduardo a la honda si no te importa, DarĆ­o —preguntĆ³ Leroy.

 

—No, en absoluto. TenĆ­a la esperanza de poder tener la cruz en X para mi joven Jairo —respondiĆ³ DarĆ­o.

 

—Entonces estamos de acuerdo, como de costumbre —comentĆ³ Leroy tirando de Eduardo para que se sentara sobre la honda—. AyĆŗdame, hermano, serĆ” divertido, prepararlo entre nosotros dos.

 

—¡Perfecto! —respondiĆ³ DarĆ­o emocionado. Se acercĆ³ a su hermano y a Eduardo y se maravillĆ³ ante el sublime torso del guardabosques—. No puedo esperar a la segunda ronda para poder tener esta espalda para mĆ­. No es que Jairo se vea mal, pero este, mmmm.

 

—No nos adelantemos, querido hermano. HabrĆ” mucho placer para los dos.

 

Los hermanos agarraron a Eduardo, Leroy metiĆ³ la mano por debajo de los hombros del hombre y DarĆ­o sujetĆ³ sus piernas. Llevaron a Eduardo en una corta distancia a travĆ©s de la habitaciĆ³n hasta un cabestrillo que colgaba del techo. DarĆ­o deja caer las piernas de Eduardo; no hubo duda de que los testĆ­culos del hombre inconsciente se aplastaron sobre la superficie. DarĆ­o preparĆ³ la honda. 

 

Los gemelos terminaron su tarea atando las muƱecas y los tobillos de Eduardo a correas de cuero en cada extremo del cabestrillo. Dieron un paso atrƔs para admirar su obra.

 

—Es un hombre simplemente increĆ­ble, ¿no es asĆ­? —preguntĆ³ Leroy.

 

—Sorprendente —respondiĆ³ DarĆ­o, con los ojos aĆŗn fijos en el magnĆ­fico fĆ­sico de Eduardo.

 

—Bueno, ¿preparamos al joven Jairo para tu placer? —la pregunta de Leroy sacĆ³ a DarĆ­o de su trance.

 

—Ciertamente. Parece que tambiĆ©n necesita algo de atenciĆ³n.

 

Repitieron el ejercicio con Jairo, llevĆ”ndolo a la cruz en X que estaba situada justo al lado de la honda que sostenĆ­a a Eduardo. Los gemelos colocaron a Jairo en la cruz de cuero y aseguraron hĆ”bilmente las muƱecas y los tobillos del joven, fijĆ”ndolo en una posiciĆ³n de pie con las piernas abiertas.

 

—Ahora que nuestros paquetes estĆ”n bien envueltos, veamos quĆ© golosinas nos ha dejado Chemo en su pequeƱo botiquĆ­n —dijo Leroy alegremente.

 

—Justo detrĆ”s de ti, hermano —afirmĆ³ DarĆ­o, siguiendo a Leroy hasta el gabinete.

 

Los dos hombres estaban impresionados con la variedad de drogas que habĆ­a acumulado Chemo. 

 

—Chemo ciertamente tiene una amplia selecciĆ³n. ¿Vamos con lo de siempre?

 

—¿Por quĆ© cambiar algo que funciona tan bien para nosotros?

 

Los gemelos recogieron dos bolsas de soluciĆ³n intravenosa con su respectivo tubo, dos agujas hipodĆ©rmicas, dos botellas de sedante y dos pequeƱos recipientes de lubricante. Colgaron las bolsas en portasueros y las hicieron rodar hacia los hombres dormidos y colocaron los demĆ”s artĆ­culos en el suelo. Mientras los gemelos arreglaban sus juguetes, notaron que Eduardo y Jairo comenzaron a moverse ligeramente.

 

—Nuestros nuevos amigos estĆ”n comenzando a despertarse. ¡Ya casi es hora de que comience nuestra diversiĆ³n!

 

Se pararon frente a los sementales y observaron cĆ³mo luchaban por recuperar la conciencia.

 

Eduardo fue el primero en abrir los ojos. Instintivamente tratĆ³ de ponerse de pie, pero fue incapaz de hacerlo. TirĆ³ de sus ataduras, flexionando los mĆŗsculos. Leroy comenzĆ³ a frotarse la ingle, logrando rĆ”pidamente una erecciĆ³n mientras observaba el vano intento de libertad del guardabosque.

 

MĆ”s lentamente fue el ascenso de Jairo a la conciencia. DarĆ­o presenciĆ³ las primeras reacciones del joven: una ligera contracciĆ³n y un gemido bajo. Pronto, Jairo estaba tratando de levantar la cabeza y abrir los ojos. DarĆ­o observĆ³ con gran atenciĆ³n, hasta que el mĆ”s joven abriĆ³ los ojos.

 

Pasaron varios segundos para que ambos guardabosques se dieran cuenta de los visitantes ante ellos. Se percataron de que estaban atados a nuevos puestos. Eduardo y Jairo se miraron el uno al otro.

 

—Me alegra ver que hayan despertado, caballeros —dijo Leroy—. Seguro que todos nos divertiremos un momento. Como pueden ver, los hemos cambiado de lugar. Espero que les gusten sus nuevos puestos. PermĆ­tanme presentarnos: soy Leroy y este es mi hermano DarĆ­o. Sin duda habrĆ”n notado que somos gemelos. Gemelos con fetiches idĆ©nticos. Nuestro querido amigo Chemo nos ha invitado a unirnos a Ć©l porque compartimos en su disfrute del sexo y de hombres hermosos como ustedes.

 

Eduardo y Jairo inmediatamente comenzaron otro intento inĆŗtil de liberarse y luchar contra sus nuevos enemigos. Los gemelos se rieron de sus esfuerzos, pero disfrutaron viendo cĆ³mo los mĆŗsculos de sus cautivos se flexionaban hasta el lĆ­mite. Se miraron y asintieron. Ambos se quitaron las camisetas y revelaron torsos esculpidos, muy parecidos a los de Eduardo y Jairo. Luego se quitaron los pantalones liberando sus pollas rĆ­gidas.

 

DarĆ­o comentĆ³: —Chemo nos informĆ³ que lo tranquilizaron, le inyectaron cloroformo, los llenaron de gas y los sedaron con una aguja hipodĆ©rmica. OjalĆ” hubiĆ©ramos estado allĆ­ para verlo. TambiĆ©n tenemos una forma especial para ustedes que aĆŗn no han experimentado. VerĆ”n, tanto mi hermano como yo somos mĆ©dicos, y nos gusta incorporar nuestra profesiĆ³n a nuestro fetiche. Los conectaremos a estos goteros intravenosos. DespuĆ©s de que nos salgamos con la nuestra, volverĆ”n a dormir gracias a la droga que inyectamos en la vĆ­a intravenosa. SerĆ” muy divertido verlo. Ambos caerĆ”n inconscientes. Estoy seguro de que mi hermano y yo nos correremos por segunda vez al verlos. ¿Los preparamos, hermano?

 

—HagĆ”moslo, hermano. Mi polla no esperarĆ” mucho mĆ”s.

 

Los gemelos se dedicaron a su tarea. Con Eduardo y Jairo atados en su lugar, no podĆ­an ofrecer una resistencia sĆ³lida contra Leroy y DarĆ­o. Cada gemelo insertĆ³ la aguja intravenosa en una vena de la mano de Eduardo y Jairo, asegurando la lĆ­nea con un trozo de cinta quirĆŗrgica para mantenerla en su lugar. Al instante empezĆ³ a funcionar sendos goteros intravenosos.

 

Leroy dijo: —Espero que no haya sido demasiado desagradable. Por ahora, solo estĆ”n recibiendo una soluciĆ³n diluida de glucosa. Sin embargo, eso cambiarĆ” con el tiempo. Pero por ahora, ambos queremos que disfruten de esta experiencia. Pueden descansar. Estoy seguro de que tanto mi hermano como yo estaremos disfrutando.

 

Luego, los gemelos tomaron los envases de lubricante y exprimieron una cantidad generosa en sus manos. Con un grado practicado de sincronicidad, cada gemelo agarrĆ³ el trozo de carne de los cautivos y comenzaron a masturbarlos. A pesar de todo lo que habĆ­an pasado, Eduardo y Jairo se excitaron ya que sus pollas se volvieron rĆ­gidas. Les estimulaban las expertas manipulaciones por parte de los gemelos. Sus pezones fueron pellizcados, lamidos y chupados. Sus pechos y abdĆ³menes fueron acariciados. Les tocaron la parte interna de los muslos. Todas esas acciones lograron el efecto deseado: Eduardo y Jairo pronto estaban duros como rocas y respiraban con dificultad.

 

—Teniendo en cuenta que estĆ”n siendo retenidos en contra de su voluntad, ciertamente parecen estar divirtiĆ©ndose —seƱalĆ³ DarĆ­o.

 

—Estoy de acuerdo. Eduardo, realmente te estĆ”s metiendo en esto, ¿no? ¿QuiĆ©n hubiera pensado que el mĆ”s respetado de los guardapatques serĆ­a tan pervertido? —se burlĆ³ Leroy.

 

—PagarĆ”s por lo que nos estĆ”n haciendo a Jairo y a mĆ­ —prometiĆ³ Eduardo.

 

—Chemo nos dijo que dirĆ­as algo asĆ­ —respondiĆ³ Leroy—. Pero en este momento estamos a cargo, y no parece haber mucho que ustedes dos puedan hacer al respecto. Y cuando terminemos, regresarĆ”n a la tierra de los sueƱos.

 

Mientras excitaban a sus prisioneros, las pollas de Leroy y DarĆ­o estuvieron totalmente rĆ­gidas. Simplemente las imĆ”genes y los sonidos de lo que estaban haciendo los mantuvo erguidos. Pero los gemelos tenĆ­an presente su invitaciĆ³n directa a la reuniĆ³n del placer. Cada uno se acercĆ³ a su presa y  tomĆ³ su propia polla. Comenzaron a masturbar su pene y el del cautivo con la misma mano. La nueva estimulaciĆ³n fĆ­sica provocĆ³ gemidos de absoluto placer en los gemelos, que usaban su mano libre para acariciar sus propios pezones y frotarse el pecho y los abdominales.

 

DespuĆ©s de diez minutos de intensas masturbaciones, los gemelos vieron que Eduardo y Jairo estaban al lĆ­mite. Ambos respiraban entrecortadamente y sus ingles se contraĆ­an contra las manos de los gemelos. Los gemelos se miraron el uno al otro. Se saludaron con la cabeza y luego se volvieron hacia su presa. Con cuatro rodillazos consecutivos en los testĆ­culos Eduardo y Jairo entraron en erupciĆ³n simultĆ”neamente. Chorro tras chorro de semen estallĆ³, al poco tiempo se unieron los gemelos. La leche brotĆ³ de las cuatro enormes pollas. El semen cayĆ³ en charcos sobre el suelo y los abdominales y pechos de los hombres. Los gemelos continuaron ordeƱando las pollas hasta que estuvieron seguros de que no habĆ­a nada mĆ”s que sacar. Se alejaron de Eduardo y Jairo y disfrutaron del placer fĆ­sico y de la vista de sus dos hombres atados frente a ellos.

 

Finalmente, salieron de su trance orgƔsmico y volvieron a la realidad.

 

—Esta fue la mejor experiencia de todas, ¿eh, hermano? —preguntĆ³ Leroy.

 

—Mejor de lo que soƱƩ —respondiĆ³ DarĆ­o.

 

—Sin embargo, la prĆ³xima vez nos cambiamos. Me gusta el aspecto de ese cachorro tuyo. Pero creo que nuestros amigos se ven cansados y doloridos ​​despuĆ©s de tanto esfuerzo. DeberĆ­an tomar otra siesta, ¿no crees?

 

—Absolutamente, hermano. Vamos a hacerlo.

 

Ambos gemelos se agacharon y tomaron la hipodƩrmica junto a la botella de sedante. Llenaron la jeringa y caminaron hacia el tubo intravenoso.

 

—Este es un sedante diferente al que Chemo usĆ³ con ustedes —explicĆ³ Leroy—. Tarda un poco mĆ”s en actuar.

 

DarĆ­o inyectĆ³ la aguja en el tubo intravenoso y presionĆ³ el Ć©mbolo. Leroy hizo lo mismo con Eduardo.

 

Los gemelos retrocedieron y se abrazaron mutuamente. El contacto fĆ­sico de sus cuerpos musculosos hizo que sus pollas respondieran una vez mĆ”s. Con su mano libre, comenzaron a masturbarse mientras veĆ­an cĆ³mo la droga entraba en los machos atados que tenĆ­an delante.

 

Jairo sintiĆ³ un hormigueo en la mano cuando la droga entrĆ³ en su torrente sanguĆ­neo. Un cĆ”lido entumecimiento se abriĆ³ paso por su brazo hasta su pecho. Desde allĆ­, se filtrĆ³ por todo su cuerpo, bajĆ³ por su abdomen y llegĆ³ a sus piernas. ComenzĆ³ a sentirse somnoliento. Su visiĆ³n se volviĆ³ borrosa y gris. Pudo ver a los gemelos entrelazados bombeando furiosamente sus varas, pero parecĆ­an estar muy lejos. Su cabeza colgĆ³ sobre su pecho. Es un esfuerzo enorme de levantar la cabeza y mirar al frente. IntentĆ³ mirar a Eduardo, pero solo vislumbrĆ³ brevemente a su compaƱero antes de que su mundo se volviera negro.

 

Eduardo estaba en la misma situaciĆ³n. Su cabeza girĆ³ de un lado a otro mientras observaba a los gemelos darse placer. Al mismo tiempo que sus ojos se cerraron, los gemelos estallaron en leche por segunda vez con fuertes gemidos de Ć©xtasis.

 

—Se ven tan tranquilos, durmiendo tan profundamente —dijo Leroy.

 

—Al igual que los Ć”ngeles. No puedo esperar a la prĆ³xima vez que intercambiemos —sonriĆ³ DarĆ­o.

 

Los gemelos se giraron y salieron de la habitaciĆ³n, brazos y cuerpos aĆŗn entrelazados, las Ćŗltimas gotas de semen aĆŗn goteaban de sus pollas.

 

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