DOLOR EN LA ENTREPIERNA
3.30 de la maƱana, en una carretera sin luz, en el centro de Colombia, Max se dirigĆa al norte a pie, con solo la luz de la luna para iluminar su camino. HabĆa estado viajando sin dormir, durante unas 40 horas seguidas, cruzando el norte de su paĆs en autobĆŗs, taxi o bicicleta, lo que sea que lo llevara mĆ”s al norte. La voz en su cabeza era tan insistente, que lo impulsaba hacia adelante, superando su caracter tan hostil y arrogante que hubiese renunciado a su transitar. Hacia adelante, siempre hacia adelante, hacia lo que Ć©l creĆa firmemente. serĆa su destino heroico, luchando contra el mal y protegiendo La Tierra.
No habĆa visto un automóvil por al menos una hora, y estaba empezando a preocuparse de que iba por el camino equivocado, pero de alguna manera sabĆa por dentro que se dirigĆa en la dirección correcta. Y entonces comenzó un dolor: un leve dolor proveniente de su entrepierna.
Al principio pensó que necesitaba orinar, asĆ que se detuvo en el medio del camino y desabrochó la mosca (no tenĆa sentido ir detrĆ”s de un arbusto, nadie iba a verlo en esa soledad). Cuando sacó su polla, sintió una sensación de hormigueo no desagradable cuando sus dedos tocaron la generosa carne pero lo ignoró, atribuyĆ©ndolo al viento helado que soplaba sobre el paisaje plano y vacĆo de marzo. Se enojó, vigorosamente, cerró la cremallera y luego continuó su camino.
HabĆa estado caminando durante unos 20 minutos cuando volvió el dolor en su entrepierna. ćSeguramente ya no puedo volver a mearć pensó. Pero volvió a realizar el procedimiento, esta vez orinando solo unas pocas gotas en la superficie de la carretera antes de quedar vacĆo. El leve dolor no desapareció. TenĆa curiosidad por la sensación. Continuó su camino y olvidó la sensación.
Caminó solo con la iluminación de la luna, pudo concentrarse en otras cosas durante quince minutos, antes de detenerse nuevamente. Esta vez, dejó caer sus pantalones hasta los tobillos, y le dio una buena bofetada a sus bolas, sintiendo que el dolor aumentaba. Apretó los dientes y resistió. Sus bolas se sentĆan pesadas e hinchadas. Se inclinó hacia delante para tratar de examinarlas, pero a la tenue luz de la luna no podĆa ver prĆ”cticamente nada. Una vez mĆ”s, mientras acariciaba su pene, una agradable sensación de hormigueo recorrió sus doloridos testĆculos, y esta vez, mientras continuaba manipulando su miembro, notó que se estaba poniendo erecto.
Max no se masturbaba regularmente, Āæpor quĆ© molestarse cuando podĆa poner a una chica en su polla en cualquier momento? Pero decidió que necesitaba hacerlo. Se harĆa una buena y deliciosa paja. Cuando comenzó a frotar su pene tuvo una visión, estaba en su pose favorita, desnudo a excepción de un bóxer, encima de una pila de cuerpos enemigos reciĆ©n sacrificados, con grandes pechos a sus pies. El aire frĆo de Córdoba sopló suavemente alrededor de su pene y siguió masturbandose, mĆ”s rĆ”pido, mĆ”s rĆ”pido, todavĆa de pie en el centro de la carretera. La ola sexual se elevó dentro de Ć©l, cada vez mĆ”s cerca, se estaba acercando al clĆmax, casi ya...
La sensación se detuvo. Era como si alguien hubiera apagado su orgasmo con un interruptor. Max volvió a la plena conciencia. ĀæQuĆ© demonios acababa de pasar? Bajó la mirada hacia su pene, que aĆŗn parecĆa duro, igual que siempre. Lo bombeó unas cuantas veces mĆ”s. Nada, nada en absoluto. ĀæQuĆ© coƱo? Y ahora el dolor regresó, mĆ”s fuerte que nunca, en algĆŗn lugar dentro de su polla y bolas, en algĆŗn lugar donde no podĆa consolarse. Un escalofrĆo recorrió la columna de Max. Algo estaba mal, nada como eso le habĆa pasado antes. En su forma arrogante, se negó a considerar siquiera que habĆa algo malo en su virilidad, pensó que era culpa de otra persona. Inmediatamente pensó en una mujer. Me ha dado algo, pensó, una infección de transmisión sexual. Ā”Maldita sea! Cuando regresara de su bĆŗsqueda, y todo el mundo lo elogiara como el hĆ©roe que salvó al planeta, le dejarĆa saber al mundo su nombre, Ā”la chica que se atrevió a transmitir una infección al hĆ©roe!
Decidió seguir caminando, era todo lo que podĆa hacer. Unos kilómetros mĆ”s tarde, volvió a intentarlo, con el mismo resultado: endureciĆ©ndose, trepando hacia el orgasmo y luego interrumpiĆ©ndose repentinamente antes de alcanzar su punto mĆ”ximo, como si se hubiera cerrado un grifo. Y nuevamente, el dolor aumentó, en algĆŗn lugar profundo dentro de su pene. TenĆa dos misiones: llegar a la misteriosa isla, seguro, tan rĆ”pido como pudiera. Pero iba a encontrar un mĆ©dico en el camino y exigirle algĆŗn tipo de crema o loción para su polla. La salvación del mundo tendrĆa que esperar un poco.
Exactamente en ese momento, Gregory conducĆa por los suburbios de MedellĆn, en algĆŗn lugar cerca del aeropuerto, era automovil robado. Su mente sabĆa en quĆ© dirección debĆa ir, cada vez que giraba en un camino que parecĆa salir de la ciudad, se volvĆa sobre sĆ mismo y tenĆa que comenzar de nuevo. HabĆa gastado la mayor parte de su dinero en combustible y estaba empezando a preocuparse de que todas esas torceduras y vueltas significaran que no tendrĆa suficiente para llegar a su destino. Fue entonces cuando vio algo en la autoestopista. Un tipo estaba en la calzada, extendiendo el pulgar para pedir transporte, debĆa tener unos 20 aƱos, cabello cortado con mechones rubios, cuello ancho, brazos gruesos y musculosos. Cuando detuvo el auto, Gregory vio que el muchacho estaba temblando. Abrió la puerta del pasajero y el joven entró directamente.
Era militar asĆ que no se le ocurriera pedir una mierda gay, fue lo primero que le dijo a Gregory, en su pronunciar estaba un acento brasileƱo. Gregory no dudó lo que el muchacho dijo: su cuerpo era aĆŗn mĆ”s musculoso y poderoso de cerca de lo que parecĆa desde lejos. Se tragó sus pensamientos lujuriosos lo mejor que pudo y siguió conduciendo, mientras su desagradecido pasajero descansaba junto a Ć©l. A Gregory le resultó difĆcil mantener la vista en el camino mientras el joven se estiraba en el asiento. El chico tenĆa una mala costumbre, se metĆa la mano de la cintura rascĆ”ndose la entrepierna, y cada vez que lo hacĆa, Gregory tenĆa que concentrarse para no salir de la carretera.
DespuĆ©s de ese intercambio inicial de conversación, tratar de hacer que respondiera preguntas amistosas fue como intentar morderse los dientes. DespuĆ©s de algunas preguntas educadas de Gregory que quedaron sin respuesta, finalmente descubrió que el nombre del tipo era Caua y que era de Sao Paulo. HabĆa volado al paĆs unas horas antes, y habĆa pasado varias horas en la aduana, tratando de explicar por quĆ© habĆa volado al otro lado prĆ”cticamente sin dinero en el bolsillo.
āĀæA dónde vas? āPreguntó Gregory
āAl norte āfue la respuesta.
āYo tambiĆ©n ādijo Gregory, aunque si el muchacho hubiera dicho Sur, Gregory habrĆa abandonado su bĆŗsqueda y luego hubiese dado la vuelta al automóvil, solo para pasar unas horas mĆ”s en las cercanĆas de ese semental. El brasileƱo comenzó a rascarse la entrepierna, y Gregory lo miró por el rabillo del ojo. TenĆa pocas esperanzas de acercarse mĆ”s al chico de lo que estaba en ese momento, pero incluso un poco de esperanza era mejor que nada...
Continuaron en silencio hasta el amanecer lentamente brillante.
Cuatro horas después, Max estaba de pie en la sala de un médico, sin pantalones, con las piernas separadas, mientras el especialista examinaba su entrepierna. Después de unos minutos, el médico regresó a su escritorio y comenzó a escribir en una libreta. Habló con Max mientras completaba el formulario.
āNo hay nada malo que pueda ver, tal vez solo un poco de enrojecimiento. Lleva esta receta a la farmacia para ungüento.
Le tendió el trozo de papel a Max, y luego una mirada extraña e inquisitiva apareció en su rostro.
āĀæQuĆ© han estado haciendo?
Max estaba abrochÔndose el cinturón, pero la pregunta hizo que se detuviera.
āĀæQuĆ©? āpreguntó.
āTĆŗ y tus dos amigos en la sala de espera. ĀæExperimentaron juntos?
āVine solo ādijo Max, enojado, arrebatando el pedazo de papel de la mano del mĆ©dico.
āNo hay nada de quĆ© avergonzarse. Los muchachos de tu edad experimentan cosas. Pero usen condón, ĀæsĆ?
Max no tenĆa idea de quĆ© estaba hablando el mĆ©dico. Cogió su bolso y salió de la habitación. Cuando pasó por la sala de espera, echó un vistazo.
Dos hombres, de aproximadamente la edad de Max, estaban sentados, por separado, en las sillas de plĆ”stico. Max no tenĆa ningĆŗn gusto por los hombres, pero detalló que ambos tenĆan cuerpos bien formados, sexys, de aspecto fuerte, uno con cabello oscuro, aspecto europeo, el otro quizĆ”s coreano o japonĆ©s. Ambos vestĆan ropas arrugadas y desgastadas por el viaje y mochilas a su lado, los dos se retorcĆan y cruzaban las piernas. Exactamente cómo habĆa estado actuando Max, cuando se sentó en esas mismas sillas, quince minutos atrĆ”s, esperando para entrar y ver al mĆ©dico. El chico europeo miró a Max con expresión frĆa e indiferente.
ćTal vez no fue una chica ćpensó Max. ćQuizĆ”s algo estĆ” pasando. ĀæSerĆ” la primera etapa de la amenaza que tengo que vencer? Hombres como esos dos aprenderĆ”n a agradecerme por lo que voy a hacer por este mundoć.
Abandonó el consultorio del médico, para reanudar su viaje.
Desde su silla, Evans vio irse al chico de cabello rubio. HabĆa quedado impresionado por su fĆsico, incluso estuvo a punto de rivalizar con su propia perfección, pensó. ćSe decretarĆ” que todos los hombres del mundo tengan Ć©se cuerpo cuando yo sea el rey de la humanidadćpensóćno habrĆ” lugar para hombres dĆ©biles o inferiores cuando estĆ© a cargo. Hombres y mujeres se inclinarĆ”n en agradecimiento ante mi poderć.
Y, en el asiento de enfrente, Mal-chin, nacido en Corea, tenĆa pensamientos similares sobre su cabeza, sobre cómo sus habilidades de lucha con la espada lo llevarĆan a una heroica victoria sobre sus enemigos.
Lo mismo hizo Caua cuando se sentó en el asiento del pasajero del coche de robado por Gregory mientras cruzaban Colombia.
Y tambiĆ©n lo hicieron otros 46 hombres de 21 aƱos, muchos de ellos ya convergiendo en Cartagena de Indias en Colombia, algunos todavĆa muy lejos, todos creyendo que de alguna manera eran el salvador de la humanidad, la persona mĆ”s importante del planeta, los pensamientos que los hacĆa parecer arrogantes y distantes a la mayorĆa de la gente comĆŗn, estaban programados en su subconsciente. Todos estaban siendo reunidos. Y todos, sin excepción, estaban haciendo lo posible para no distraerse de sus misiones por el irritante dolor que se concentraba en su entrepierna, un dolor que de alguna manera estaba empeorado, su incapacidad en los Ćŗltimos dĆas para llegar al clĆmax sexual...
Y los otros hombres tambiĆ©n viajaban, como Gregory, tambiĆ©n estaban siendo llamados a ese lugar, excepto que este grupo no tenĆa delirios de grandeza, ni visiones de su propia perfección, todos habĆan compartido ese sueƱo, hace dos dĆas, y la necesidad de llegar a ese lugar. No fueron malditos por el dolor, y pudieron, de forma segura y privada, hacerse una paja en algunos cubĆculos de baƱo, pensando en los muchos jóvenes, sexys y fantĆ”sticos que habĆan estado viendo al borde de la carretera o en el camino, motocicletas o aviones, todos viajando, todos en dirección al norte de Colombia...
Caua y Gregory siguieron la carretera durante ocho horas hasta que se convirtió en un camino rural, luego veinte millas mĆ”s allĆ” hasta que se convirtió en un camino angosto sobre las montaƱas, y luego se convirtió en poco mĆ”s que una pista, bajando abruptamente hacia la orilla hasta llegar a un pueblo sin nombre. No tenĆan mapa, pero sabĆan exactamente a dónde iban.
En el camino, Gregory se habĆa detenido para recoger dos hombres mĆ”s: un francĆ©s llamado Chandler (proveniente de Gentilly, Paris) y un chico mexicano cuyo nombre parecĆa ser Ramón. No es que importara, pero ninguno de los jóvenes sementales hablaba entre sĆ, respondĆan con gruƱidos monosilĆ”bicos a las preguntas de Gregory.
Gregory no hubiera creĆdo que obtendrĆa tres especĆmenes tan perfectos en su automóvil a la vez, y ya estaba soƱando despierto sobre los muchos y variados juegos y tormentos sexuales por los que atravesarĆan sus cuerpos, si alguna vez reuniera suficiente coraje para poner su fantasĆas en acción. Pero sabĆa que nunca lo harĆa; esta era la misma fantasĆa que pasó con todos los sementales inalcanzables que habĆa visto en su vida, los observó desde lejos, tramó planes ingeniosos, pero nunca los cumplió, los planes eran solo parte del juego y sabĆa la diferencia entre fantasĆa y realidad.
Pero tenĆa a tres verdaderos y sexys jóvenes en su automóvil, no podĆa evitar darse cuenta de algo que nunca apareció en sus fantasĆas: cuĆ”n hoscos, arrogantes, vanidosos y groseros eran. En el pasado, cuando la imagen de una persona real estaba entretejida en su fantasĆa, se sentĆa avergonzado de estar haciĆ©ndole daƱo a alguien, aunque solo fuera una fantasĆa dentro de su cabeza. Pero no sentĆa vergüenza por sus pensamientos de incurrir en humillación y dolor en esos tres especimenes perfectos, ya que, en su opinión, si alguien merecĆa ser castigado por ser hermoso, eran esos tres. Se estaba enojando cuando llegaron al pueblo:
ćNecesitan que se les enseƱe una lección. Deseo tener el poder de enseƱarles personalmenteć.
Los quince pescadores y sus esposas que eran aldeanos de esa pequeƱa comunidad nunca habĆan visto algo asĆ antes. Su pequeƱa aldea estaba llena de automóviles, bicicletas y camiones, bloqueando la estrecha calle principal. Y los ocupantes de los vehĆculos, con algunas excepciones, parecĆan haber caĆdo de las pĆ”ginas de algĆŗn tipo de revista de deporte y eficiencia: varias docenas de jóvenes, todos altos, musculosos, estaban parados en la playa, mirando a travĆ©s de la bahĆa hacia las islas exteriores. Esos hombres no se hablaban, no interactuaron, simplemente se quedaron quietos, inmóviles, excepto a veces acariciĆ”ndose o frotĆ”ndose la entrepierna, mirando hacia las islas grises, a pocas millas del agua.
Gregory tuvo que abandonar el automóvil fuera de la calle principal ya que la carretera estaba bloqueada por un costoso descapotable Porsche negro, abandonado con las puertas abiertas y el motor en marcha. Los tres muchachos salieron del auto y siguieron caminando, sin decir una palabra a Gregory, tĆpico, pensó. Consideró retroceder el auto, tratando de encontrar un mejor lugar para estacionar, y luego se le ocurrió la idea.
āDĆ©jalo, no importa.
Salió del auto, todavĆa un poco inseguro:
āNo te preocupes ādijo la voz en su cabezaā. Camina.
Y Gregory lo hizo, dejando las llaves en el encendido. Entró en el pueblo y bajó a la playa. Sus ojos se fijaron en el sitio de la serie de sementales musculosos, alineados como estatuas en la playa, y la voz en su cabeza dijo simplemente.
āSĆ. AsĆ es como debe ser.
Uno de los pescadores se encontró con Gregory y le hizo la pregunta obvia:
āĀæQuĆ© demonios estan haciendo todos aquĆ?
āNecesitamos ir a la isla ādijo Gregory. Y luego, mirando a su alrededor, agregóā. Creo que todos lo haremos.
āPero no hay nada āprotestó el hombre
āNecesito conseguir un bote. PagarĆ©... āmetió la mano en los bolsillos y sacó un puƱado de pesos y otras monedas que le quedaban. Lo metió todo en la mano del hombreā. Te pagarĆ© lo que quieras. Todos lo haremos.
El pescador miró al extraño con recelo, y luego se volvió y se alejó.
Veinte minutos despuĆ©s, el primer bote se alejaba de la orilla. HabĆa sido difĆcil evitar que el bote se inundara cuando todos querĆan ir a la isla de inmediato y tuvieron que esperar su turno para partir.
Gregory estaba en la parte trasera del bote, acurrucado en una esquina contra un chico particularmente guapo. Gregory habĆa elegido a este chico, de todos los especĆmenes finos que habĆa visto, como el mĆ”s hermoso, el mĆ”s sexy. Se habĆa asegurado de abordar el bote justo antes de este chico, y estaba extasiado de que la disposición de los asientos los hubiera puesto uno al lado del otro. Le encantaba la sensación de los firmes bĆceps y muslos del joven presionĆ”ndose contra Ć©l mientras se sentaban en el banco de madera. El muchacho se frotó distraĆdamente la entrepierna. Gregory vio la mirada lejana en el ojo del joven, y decidió que tenĆa que saber el nombre de ese semental. Se armó de valor y preguntó.
āMax āfue la respuesta.
Y, soñadoramente, una voz se repitió en la cabeza de Gregory.
āEste es el indicado ādijo la vozā. Ćste es el que serĆ” tuyo.
El bote cruzó la bahĆa hacia la inminente sombra gris de una nueva isla.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario