CONTIENE
SEXO HETEROSEXUAL
BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
Mi nombre es Eugenia y tengo una confesión que relatar. Quizás me juzgues mal pero no tengo a nadie más a quien hacerlo y sé que en el anonimato la mano acusadora será leve para mi. Por lo mal que he actuado. Desde hace 5 años estoy casada con Ari, un buen hombre trabajador, dulce, honesto, excelente amigo, hermano, amante, esposo y padre. Tenemos en común a Sofía, nuestra hija de 3 años.
Conocí a Ari en una fiesta 7 años atrás, nuestros amigos nos presentaron y no me pude negar a sus encantos y virilidad, es de estatura alta, con cintura estrecha y un pecho inmenso, es muy amplio y me gusta poner la cabeza en él una vez que terminamos de hacer el amor. Aquella noche de la fiesta Ari me puso a bailar salsa con él y una vez más me enamoraron sus movimientos, recuerdo que pensé que sí así se desempeñaba bailando ese ritmo, en la cama se movía aún mejor.
Y no me equivoqué Ari me satisface en todos los sentidos, puede ser un león salvaje follando pero también un conejillo dulce.
Es un hombre responsable, se preocupa por el mantenimiento del hogar, tener las cuentas al día y la nevera llena de comida. No tengo quejas de él, bueno a excepción cuando va al baño y deja la tapa del inodoro abierta pero eso es una discusión tonta.
Ari y yo siempre disfrutamos el sexo a plenitud y sé que yo me sesvivo en hacer que se sienta bien y más ahora cuando en ocasiones me siento culpable por lo que vivo.
El año pasado Ari no conseguía trabajo aún así se las ingeniaba por traer dinero a casa haciendo cualquier trabajo informal cuando consiguió un lugar donde laborar bajo techo y con un horario establecido me emocioné mucho. Un pequeño taller mecánico.
Por las mañanas me gustaba bastante cuando mi esposo se vestía para ir a trabajar, franela sin mangas ajustadas y jeans. Sale de casa prolijo y aseaso y regresa sucio y con olor a grasa... olor que disfruto mucho besandolo mientras lo enjabono en la ducha.
Verlo con su ropa o sin ella Ari siempre me causará un alto deseo sexual.
Nos besamos lentamente y frota su cuerpo contra el mío. Me fascina cuando pone su palma en mi mejilla y roza mis labios con su pulgar, saco la lengua para lamerlo y él me mira con sus ojos negros, sé que es una mirada de deseo y no acusatoria. Chupo su dedo y él tumbado a mi lado en la cama recorre mis muslos con su mano, es grande y me aprieta. Para después acomodarse y ponerse entre mis piernas.
Ari siempre me abre los labios vaginales y los acaricia. Es un hombre tan perfecto que logra llevarme a la excitación de una punzada.
—Qué mojadita... —siempre se ríe mirándome a los ojos a tiempo que me penetra con su dedo, nunca falta eso—. Y qué caliente estás por dentro —complementa—. Me encanta.
Sin quitarme su mirada que no describe más que atención y cariño roza sus labios con los míos. Juro por Dios que nunca quisiera enterarme de su mirada acusatoria así la tenga merecida. A mi esposo le encanta lamer la entrada al clítoris, como si recogiera todo mi deseo y lo concentrara allí.
Es ése hombre fascinante que te sabe llevar al orgasmo a un punto en el que sólo tú deseas liberar ése ímpetu sexual.
—Dame medio minuto para que me recupere —le pedí hace dos noches después que el urgara con sus dedos dentro de mi—. Enseguida estoy contigo —Ari se tumbó en la cama y le pedí que no se moviera—. Quédate así.
Me levanté y me coloqué a su lado. Me había obedecido y estaba de rodillas en el borde de la cama. Acaricié su culo, lo besé y le indiqué que se apoyara en las manos y que abriera más las piernas. Me calentó mucho verle así, a cuatro patas. Colé mis manos bajo su ropa interior y amasé sus nalgas.
—Me encanta tu culo.
Me excitó muchísimo cuando le oí gemir tras darle un azote.
Me reí y observé su polla, estaba totalmente pegada a su abdomen, vibrante, no pude evitar acariciarla. Sólo paraba la suave masturbación para pellizcarle el trasero o darle algún otro azote y tras cada castigo se ponía más y más dura. Le propuse cambiar de posición. Se tumbó sobre su espalda, me arrodillé a su lado, podía mirarle a los ojos mientras le masturbaba. Al ver cómo le acariciaba alargó una mano y me introdujo dos dedos. Mi cuerpo entero estaba a punto de fundirse y me entraron ganas de chupar. Me lancé a devorarle el miembro sin más ceremonia, sé que debería haber empezado a lamerla por fuera, a darle pequeños mordisquitos con los labios en el glande pero no. Fui a por ella y me la tragué entera. Cuando estaba a punto de correrme en su mano paré de comérsela, no controlo nada en medio de un orgasmo y no quería que mi grandioso hombre se viniera aún.
—No me toques, relájate. Voy a chupártela hasta que te aburras.
Dicho y hecho.
Apretaba el glande cada vez que me parecía que se aproximaba el punto de no retorno, variaba el ritmo y la presión para alargar su placer. Cuando su respiración se normalizaba volvía a empezar de cero. Primero suaves besos en la punta y largas lamidas por todo el tronco. Seguía frotando la lengua en el punto donde se alisaban los bordes de su capullo y en el agujerito. A continuación soplaba un poco para enfriar la zona y que notara más el contraste cuando me la metía hasta la garganta. Luego le animaba a follarme la boca como le apeteciera y apretaba mis labios un poco cada vez hasta que sus gemidos me indicaban que había que frenar. Cada vez tenía que parar más frecuentemente.
—Quiero correrme ya, me estás matando.
Me encantó oírle decir eso.
Agarré su polla por la base para que no se me escapara en el momento más inoportuno y chupé, lamí y succioné como si me fuera la vida en ello. Ari elevó la cadera como si una corriente eléctrica le atravesara el cuerpo y sentí su semen tibio en mi boca. Nuestras miradas se encontraron cuando el segundo chorro chocaba en mi garganta. Usé mi mano y saqué su polla justo a tiempo para que el viera como los siguientes se depositaban en mi lengua y volví a chupar hasta no dejar ni una gota, ni siquiera se salvó la que había resbalado por mi barbilla.
Cuando volví del baño Ari dormía y parecía un ángel, una tierna criatura que no se merece mi traición. Silenciosa me acosté a su lado y sentí la necesidad de poner mi cabeza en su pecho y así lo hice. Él medio se despertó y me acarició los cabellos.
Todo sería perfecto sino fuera por él, por Chester.
Como ya les expliqué Ari logró conseguir un trabajo y era en un pequeño taller mecánico, no era un sitio grande sino más bien pequeño para mi gusto. Un cuarto oscuro, caluroso y sucio, su dueño es Chester un hombre que ronda los 55 años, está casado y con 7 hijos, los cuales algunos lo ayudan en su trabajo.
En algunas ocasiones mi marido me pidió que le llevase la comida. Como la primera vez que conocí al señor. Debo aclarar que lo hubiese clasificado como un mortal cualquiera pero un comentario de mi marido una noche sobre él me hizo despertar su Curiosidad.
—Chester tiene 7 hijos, mi amor. Tú y yo deberiamos hacer así y tener todos los hijos que podamos. Quiero ser tu semental como Chester.
Yo me reí y le dije que con Sofía nos bastaba. Y que aparte con tantos hijos se iba a poner flaco de tanto trabajar para mantener el hogar como lo seguro estaba aquel viejo que a su edad seguía laborando.
—Jajaja. No, mi amor. Estoy seguro que Chester trabaja por gusto. Donde lo ves es un hombre fuerte a pesar de sus canas. Con mucha fuerza lo he visto cargando cosas pesadas.
Y así era cuando conocí a Chester vi sus fuertes brazos, sus cabellos blancos y su barba. Se me vino a la cabeza cómo aquel hombre a su edad podía transmitir un aire tan varonil.
Frecuentemente Ari me pedía que le llevara la comida a su trabajo, es muy cerca de casa y no me impedía nada en colaborarle. Por ser amable también empecé a llevarle almuerzo a Chester y una tarde mientras mi esposo estaba ocupado debajo de un vehículo el viejo se me acercó y susurró:
—Siempre será delicioso probar tu comida, mi ángel, si así sabe tu arroz quiero probar tu carne.
Aquello me disgustó mucho. Me enfadé lo supe por mi cara. Ari me preguntó si me ocurría algo pero le dije que no. Y me fui del taller.
Por desgracia tuve que seguir llevando la comida a mi esposo en los sucesivos días.
En unas ocasiones cuando Ari estaba en momentos desprevenidos debajo de un vehículo o cargando algo, Chester era quien me veía llegar enseguida el viejo pícaro me guiñaba un ojo. Mi actitud siempre era ignorarlo y actuar como si nada pasara pero llegó un momento cuando me retiraba del taller que la situación comenzó a causarme risa, era grande el descaro y la osadía del viejo.
Y llegó la noche en la que Ari lo invitó a tomar unas cervezas a casa. Confieso que nunca me molestó las veces anteriores en las que él traía a sus amigos, un buen hombre como mi marido se merece darse sus gustos.
Y ahí estaba Ari bebiendo con Chester.
Me sobresalte ciando cerca de la medianoche el señor se apareció en nuestra habitación.
—¿Qué haces aquí? Largate si no quieres que Ari te parta la cara y mira que te lo tienes merecido. He sido muy tolerante.
—Shhh, guarda silencio, nena. En este momento Ari duerme su borrachera en el mueble.
—¿Qué? —salí de la cama con mi ajustada bata—. Ari nunca ha tenido mala bebida.
—Bueno, hoy se emocionó de más con el jefe que casi es un padre para él y se emborrachó.
Con Chester detrás, encontré a Ari tendido en el mueble durmiendo con una botella de cerveza a medio tomar aferrada a su mano, la cual aparté pero mi intento por despertarlo fue en vano.
Hoy, estoy enterada que fue Chester quien lo drogó para dormirlo.
Regresando a la situación de aquella noche 3 meses atrás el viejo me nalgeó. Así que me di la vuelta y le di una fuerte bofetada que fue incapaz de despertar a Ari.
Chester reaccionó riéndose.
—Eres un viejo atrevido, maricón.
—¿Maricón? Nena estás que arde. Y desde hace meses me muero por demostrarte que no soy un maricón. Yo sé que te gusta la forma en la que te observo.
Chester me tomó entre sus brazos ahí mismo en la sala, yo intenté separarme y no pude. Él sabía que la droga en Ari era efectiva porque no reaccionó para nada.
Chester empezo a besarme en el cuello y juro por mi hija que esa zona me vuelve loca. Era como si aquel viejo reconociera las partes más sensibles de mi cuerpo. Pero reconozco que me deje llevar. Debí haber actuado con más resistencia y haberlo golpeado en los testículos para lograr apartarlo. Quizás no lo quise hacer.
En mi vida he pegado en las bolas a algunos varones. A mi hermano cuando eramos adolescentes y me molestaba. Le daba puñetazos y rodillazos y el pobre terminaba con arcadas en el suelo.
Una vez fui a una discoteca y a un estúpido que se propasó conmigo al agarrarme una teta le di un rodillazo en las pelotas que lo dejó llorando en el suelo. Senti como sus órganos chocaban en su cuerpo cuando los levanté con mi rodilla.
Tuve la voluntad de apartarme de aquel idiota de la discoteca pero no de Chester que entre sus brazos me llevaba a la habitación matrimonial.
Incluso a Ari una vez le di una palmada. Yo estaba en mis días de menstruación y les digo que me me pongo con una actitud que yo no me soporto. Y él quería sexo a toda costa. Me tenía fastidiada con que le diera una mamada. Así que rechazando y aturdida le di una palmada en las bolas.
—¡Ay!
Fue la graciosa reacción de Ari dando un brinco. Ha sido la única vez que le pegué en sus testículos, y no fue en extremo doloroso. Un hombre como Ari no se merece que lo haga sufrir pero le fallé.
Cuando terminaba el ajetreo y Chester me llevo entre abrazos y besos a la alcoba se me notaba sudor en el cuerpo pero no era muy exagerado.
Nos quedamos mirando unos segundos. Sabiamos lo que estabamos haciendo. Vi que su polla estaba poniéndose dura y daba golpecitos a través del pantalon.
Cuando noté sus manos agarrando mis nalgas mientras nos comíamos la boca como dos adolescentes sentí una corriente de placer en mi coño que no puedo explicar. Enseguida me levantó y apoyó en un escaparate mientras me quitaba la parte de arriba. En este momento ya sentía su boca en mis pezones y los tenía durísimos llenos de su saliva, mientras hacía esto ya notaba una de sus manos frotandome a través de la tanga que tenía puesta, pude notar sus gemidos mientras me empezaba a meter uno de sus dedos apartándome la tanga.
Cuando le agarré la polla y empece a agitarsela con fuerza se quitó los pantalones. Ver su pene erecto en frente de mi solo hizo que me quitará yo también mi chandal junto con la tanga y me abriera de piernas hacia él para que me hiciera lo que quisiera. Le cogí una mano cuando se acerco y empecé a chuparle los dedos mientras me los metía hasta donde me cupieran en mi boca haciendola imaginar que era su polla, mientras yo gemía le decía que se masturbara mientras veía mi coño abierto. Ahí estaba, tocándose el pene lleno de líquido preseminal mientras yo le seguía chupando uno de sus dedos y frotaba mi vagina con la mano que tenía libre delante de el.
No estuvimos así mucho tiempo pues él me penetró rápidamente, cada vez sentía su miembro durísimo me llegaba hasta el final y se me ponían los ojos en blanco y gritaba como loca. En este momento de éxtasis mientras apoyaba mis piernas en sus hombros le dije que se corriera dentro, no tardó mucho en empezar a echar su semen caliente dentro de mi. Lo que hice, nunca me había atrevido a lograrlo con Ari pero ese día estaba tan excitada que esparcí todo el semen de su polla y de mi coño y empecé a comermelo delante de el y a pasarlo por mis pechos mientras el seguía agitándose la polla echando todo resquicio de leche que le quedara.
Una vez finalizó este encuentro, Chester todavía estaba jadeando, me empezó a piropear diciéndome que era una diosa y a invitarme a follar de vez en cuando. Y que al fin y al cabo ni Ari o su mujer tienen por qué enterarse.
Y así han pasado 3 meses de injusto engaño a mi marido. En ocasiones le digo que debo salir temprano a trabajar y es que primero paso por el taller donde Chester me espera para que follemos. Taller que horas más tarde recibe a Ari para su jornada laboral.
Ari mi hermoso Ari, Ari el de pectorales grandes donde siempre me gusta poner mi cabeza, bello esposo y tierno padre... lo engaño... Chester también engaña a su esposa que para decir verdad me parece tonta y frígida. Ella se merece el engaño por insípida y fea pero mi Ari no.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario