Mazo de cartas (3/3): egos - Las Bolas de Pablo

Lo mƔs nuevo

26 mar 2020

Mazo de cartas (3/3): egos

CONTIENE:
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   Pablo suspirĆ³. El rubio de 28 aƱos estaba parado frente a Bastian, desnudo, excepto por sus apretados calzoncillos azules. TenĆ­a un gran cuerpo, con mĆŗsculos en todos los lugares correctos.


   AhĆ­ tambiĆ©n estaba uno de sus tantos primos, Jaime. Pocos aƱos mayor que Ć©l, era alto y guapo, con cabello negro y cuerpo perfecto. Estaba sentado en el suelo, usando un par de calzoncillos blancos y calcetines negros. Estaba sentado en el suelo mirando a David.



   El esposo de Pablo, tenĆ­a el cabello negro y de cuerpo grueso trabajado por su aficiĆ³n al gimnasio.



   Ignacio tenĆ­a una sonrisa tonta en la cara. Estaba desnudo, llevaba un par de calzoncillos blancos que se abultaban con su polla y bolas. TenĆ­a un cuerpo con pectorales definidos y brazos fuertes. Se ajustĆ³ la entrepierna y se pasĆ³ la mano por el pecho.



   —Comencemos —dijo David—. Vas primero, Pablo.



   —EstĆ” bien.Te desafĆ­o, Ignacio.



   El aludido musculoso sonriĆ³. —¿EstĆ”s seguro de que quieres hacer eso?



   Pablo levantĆ³ las cejas.



   Ignacio se riĆ³. —Quiero decir, bueno, soy bueno en todos los sentidos —. MirĆ³ hacia abajo y sonriĆ³—. No puedes competir contra mĆ­. .



   Pablo puso los ojos en blanco, lo ignorĆ³ y sacĆ³ la primera carta. LeyĆ³ lo que estaba escrito en Ć©l y murmurĆ³: —¡Carajo!



   —¿QuĆ© dice? —sonriĆ³ Ignacio.



   Pablo hizo una mueca. —Menor tamaƱo muscular en bĆ­ceps.



   Ignacio, Jaime y David se echaron a reĆ­r.



   Ignacio se puso de pie y flexionĆ³ los mĆŗsculos, sonriendo con orgullo.



   Pablo puso los ojos en blanco y se levantĆ³, de pie junto a Ignacio. TenĆ­a un cuerpo mĆ”s grueso y entrenado que Ignacio.



   Pablo a su lado, era mĆ”s grande.



   —Perdiste —sonriĆ³ Jaime.



   Ignacio asintiĆ³, sonriendo.



   Pablo suspirĆ³ y volviĆ³ a sentarse. David frotĆ³ su espalda. Seguido dijo:



   —Es mi turno y te desafĆ­o, Jaime.



   Jaime sonriĆ³ y se encogiĆ³ de hombros.



   David sacĆ³ una tarjeta e hizo una mueca. —Olor de pies.



   David levantĆ³ las cejas y se riĆ³ entre dientes.



   —Necesitamos un juez —dijo Jaime sonriĆ³ y mirĆ³ al sexy Pablo—. Y serĆ”s tĆŗ. No quiero nada de trampas. —se agarrĆ³ los pies y se quitĆ³ los calcetines.



   —De ninguna manera —negĆ³ Pablo, sacudiendo la cabeza.



   David se quitĆ³ los sucios calcetines y mirĆ³ los pies de Jaime.



   Pablo mirĆ³ los dos pares de pies. Tan pronto como abriĆ³ la boca, David insertĆ³ el dedo gordo en la boca de Pablo, haciendo que gimiera y escupiera.



   AgarrĆ³ los tobillos de David y apartĆ³ los pies de su cara.



   —Ahora huele a los mĆ­os —dijo Jaime, levantĆ”ndose y caminando hacia Pablo. LevantĆ³ el pie derecho y lo dejĆ³ colgar frente a la cara de Pablo.



   El rubio parpadeĆ³. Luego comenzĆ³ a toser y se dio la vuelta.



   —Eres el ganador —gruĆ±Ć³, sosteniendo su mano frente a su boca.



   Jaime se echĆ³ a reĆ­r y apoyĆ³ el pie sobre la entrepierna de Pablo, pisoteando con fuerza las grandes bolas.



   Pablo gritĆ³ de sorpresa y dolor.



   —Vaya —sonriĆ³ Jaime. Girando su pie sobre las gĆ³nadas de Pablo provocĆ”ndole un grito agudo.



   Pablo agarrĆ³ sus testĆ­culos y gimiĆ³ de dolor.



   —Mi turno —dijo Jaime alegremente, sentĆ”ndose y alcanzando el mazo de cartas—. Te desafĆ­o.



   Ignacio se encogiĆ³ de hombros.



   Jaime tomĆ³ una tarjeta y la mirĆ³. Estuvo en silencio por un momento.



   David e Ignacio lo miraron. Pablo seguĆ­a frotĆ”ndose las bolas.



   Finalmente, Jaime dijo: —TestĆ­culos mĆ”s pequeƱos.



   Ignacio doblĆ³ la boca. —Aunque eres hijo de una tĆ­a de Pablo por tus venas corre sangre ChacĆ³n, Jaime LizĆ”rraga —se puso de pie y se quitĆ³ los calzoncillos blancos, revelando su polla gorda y semidura y el par de bolas fuertes que colgaban entre sus piernas.



   David sonriĆ³ y mirĆ³ a Jaime.



   Jaime se levantĆ³ y dejĆ³ caer sin ceremonias sus calzoncillos negros, revelando una bonita y larga polla y dos testĆ­culos colgantes y grandes de familia. MĆ”s grandes que los de Ignacio.



   Ignacio sonriĆ³.



   Jaime se encogiĆ³ de hombros y volviĆ³ a subir sus calzoncillos.



   Ignacio decidiĆ³ quedarse desnudo. Ɖl le sonriĆ³ a Jaime. —No soy ChacĆ³n y tengo bolas enanas.



   DespuĆ©s de tres rondas, Ignacio iba ganando. Se sentĆ³, con las piernas abiertas, dejando que sus bolas descansaran en el suelo, su pene estaba duro y apuntaba al techo.



   MirĆ³ a Pablo y Ć©ste frunciĆ³ el ceƱo.



   —Voy a jugar a lo seguro —anunciĆ³ Ignacio—. Te desafĆ­o, David.



   —Bien.



   Ignacio sacĆ³ una tarjeta y leyĆ³:



   —Dureza testicular sobre placa de vidrio —se riĆ³ entre dientes—. Dureza, ¿eh? Tengo bolas de acero, ¿por quĆ© no te rindes desde ya, negrito?



   David se encogiĆ³ de hombros. —Estoy dispuesto a luchar.



   Ignacio se agarrĆ³ los cojones y sonriĆ³. —En placas de vidrio, ¿quĆ©? —se quedĆ³ pasmado cuando recibiĆ³ los materiales de la mano de Farid.



   David dejĆ³ caer sus boxers, revelando su verga flĆ”cida y el par de colgantes huevos que eran casi del tamaƱo de las bolas de Ignacio.



   Se pararon en extremos opuestos, uno frente al otro, sosteniendo sus penes contra sus cuerpos, sus testĆ­culos descansaban sobre una mesa de madera, mientras Pablo colocaba dos placas de vidrio sobre ellos.



   —Vaya —sonriĆ³ Jaime—. Esto va a doler mucho.



   Jaime y Pablo colocaron objetos pesados ​​en las dos placas.



   Ignacio y David inhalaron bruscamente mientras sus cojones se aplanaban lentamente bajo el peso.



   Jaime mirĆ³ a Ignacio, quien intentĆ³ parecer relajado.



   SegĆŗn orden los dos ChacĆ³n agarraron dos objetos mĆ”s y los colocaron en los platos.



   El ojo izquierdo de Ignacio se crispĆ³.



   David gimiĆ³, apretando puƱos y dientes.



   Pablo y Jaime agregaron mĆ”s peso a los platos.



   Tanto Ignacio como David estaban haciendo muecas de dolor.



   El miembro de Ignacio estaba duro como roca, apuntando hacia arriba, la punta brillaba con presemen.



   La polla de David tambiĆ©n se estaba endureciendo. Lentamente, como un soldado.



   Pablo mirĆ³ la entrepierna de David y se echĆ³ a reĆ­r lanzĆ”ndole un piropo



   Jaime sonriĆ³ y puso otro peso sobre la placa de vidrio mientras Pablo hacĆ­a lo mismo con David.



   Ignacio dejĆ³ escapar un fuerte gemido y su pene se crispĆ³.



   David estaba apretando los dientes, con los ojos cerrados.



   Tanto las bolas de Ignacio como las de David fueron aplastadas entre la mesa de madera y las placas de vidrio.



   La linda cara de David comenzaba a ponerse roja mientras contenĆ­a la respiraciĆ³n, tratando de hacer que el dolor desapareciera al pensar en algo positivo.



   Los ojos de Ignacio estaban muy abiertos y jadeaba fuertemente. TenĆ­a la cara hĆŗmeda de sudor y tragaba saliva mientras veĆ­a a Jaime agarrar otro peso.



   —¿QuĆ© piensas? —sonriĆ³ Jaime—. Pronto van a estallar tus bolas de acero



   Ignacio gruĆ±Ć³, su polla estaba retorciĆ©ndose violentamente.



   David gimiĆ³ de dolor, sus labios temblaban.



   Ignacio chillaba y se retorcĆ­a, para deleite de Jaime. Su cuerpo estaba cubierto de sudor y saliva se le caĆ­a de la boca.



   —¿Quieres rendirte? —preguntĆ³ Jaime, sonriendo—. ¿Y admitir que tus bolas son mĆ”s dĆ©biles que las del negrito?



   —¡De ninguna manera! —siseĆ³ Ignacio.



   Jaime se encogiĆ³ de hombros y, sin ceremonias, puso otro peso sobre la placa de vidrio de Ignacio, mientras que Pablo agregĆ³ otra a la placa de David.



   Ignacio dejĆ³ escapar un grito penetrante. Sus testĆ­culos llenos de esperma estaban rojos y planos, aplastados debajo de la placa de vidrio.



   El cuerpo de David se sacudĆ­a mientras gemĆ­a. Su pene estaba duro y las delgadas venas azules en sus huevos atrapados eran claramente visibles a travĆ©s del plato.



   De repente, Ignacio gritĆ³:



   —¡Me rindo!



   Jaime le sonriĆ³. Se inclinĆ³ sobre la mesa, con ambas manos sobre la placa de vidrio, agregando mĆ”s peso para aplastar las pelotas de Ignacio, provocando un aullido agonizante de sus labios.



   Pablo rĆ”pidamente quitĆ³ las pesas del plato de David. Su esposo dio un paso atrĆ”s, se doblĆ³ y agarrĆ³ su ingle, consolando sus testĆ­culos con ambas manos.



   A diferencia, Ignacio estaba sufriendo de dolor.



   Jaime se riĆ³ y presionĆ³ la placa de vidrio.



   La polla de Ignacio comenzĆ³ a temblar incontrolablemente, y con expresiĆ³n de terror en su rostro, Ignacio gritĆ³: —¡Nooo!



   Al mismo tiempo, su polla comenzĆ³ a estallar en esperma. El primer chorro golpeĆ³ la barbilla de Ignacio y el segundo le golpeĆ³ la nariz.



   Ignacio gritĆ³ y gimiĆ³ cuando el pegajoso semen goteĆ³ de su rostro, su polla disparĆ³ chorro tras chorro de caliente y blanco semen al aire hasta que su cuerpo, los objetos pesados y la placa de vidrio se cubrieron de la sustancia blanca como la leche.



   Jaime sonriĆ³ y liberĆ³ las gĆ³nadas de Ignacio, quitando el peso de las placas de vidrio y permitiendo que sus bolas agotadas y doloridas volvieran a su forma natural.



   Ignacio dejĆ³ escapar un gemido gutural y se desplomĆ³ en el suelo, agarrĆ”ndose las bolas y gimiendo de dolor.



   Jaime se dio la vuelta, riĆ©ndose entre dientes.



   Pablo y David lo siguieron, abrazados.



   Cinco minutos mĆ”s tarde, Ignacio estaba cojeando, con la cara roja de ira, humillaciĆ³n y dolor, su cuerpo manchado de esperma seco, y sus manos cubriendo sus testĆ­culos. Se sentĆ³, gimiendo, y acariciĆ³ sus genitales.



   —Bolas de acero —se riĆ³ Jaime, sacudiendo la cabeza.



   Ignacio le lanzĆ³ una mirada furiosa y gimiĆ³ de dolor.



   —Mi turno —dijo Pablo con calma, y ​​agregĆ³—: DesafĆ­o a...



   MirĆ³ a Ignacio, que no estaba en posiciĆ³n de pelear. Pablo, siendo una persona amable, sacudiĆ³ la cabeza y mirĆ³ a Jaime. RĆ”pidamente se volviĆ³ hacia David, que le devolviĆ³ la sonrisa.



   —David —dijo, sonriendo.



   Su esposo asintiĆ³.



   Pablo tomĆ³ una tarjeta y leyĆ³: —Levantamiento de pesas.



   David hizo una mueca. —En eso soy muy bueno.



   Pablo y David se levantaron y caminaron hacia el banco de pesas dispuesto en la habitaciĆ³n mientras Jaime permanecĆ­a sentado, observando a Ignacio lidiar con el dolor.



   Pablo puso las pesas en la barra y se tumbĆ³ en el banco. AgarrĆ³ la barra y comenzĆ³ a levantarla hacia arriba y abajo, contando sus elevaciones.



   —… once, doce, trece...



   ComenzĆ³ a jadear fuertemente. ApretĆ³ los dientes y continuĆ³ levantando la pesada barra.



   —... diecinueve... veinte ... veintiuno.



   Su cuerpo brillaba de sudor, haciendo que todos los mĆŗsculos resaltaran mientras se retorcĆ­an.



   —... VeintitrĆ©s ... Veinticuatro —Pablo gimiĆ³ y se detuvo—Uf. He terminado.



   Se levantĆ³ y se doblĆ³, recuperando el aliento.



   David mirĆ³ el banco. InhalĆ³ profundamente y se sentĆ³.



   AgarrĆ³ la barra y la levantĆ³, con energĆ­a. —Uno.



   Le guiĆ±Ć³ un ojo a Pablo y colocĆ³ la barra en el soporte. —He terminado.



   Pablo se riĆ³.



   —¡Que mierda! —protestĆ³ Ignacio—. Lo dejaste ganar. Has regalado un punto, idiota. Un punto para los comunes.



   Pablo sonriĆ³ y junto a David regresaron para unirse a Jaime e Ignacio en el piso.



   —EstĆ” bien, mi turno —dijo David y le sonriĆ³ a Jaime—. Te reto.



   Jaime se riĆ³. —Bueno. No te harĆ” ningĆŗn bien, pero... como desees.



   David sacĆ³ una tarjeta y la mirĆ³. —Grosor del pene, erecto.



   Jaime sonriĆ³. Se puso de pie y buscĆ³ dentro de sus calzoncillos, metiendo la cintura debajo de su escroto y mostrando la polla. Estaba dura como roca. El  sufrimiento de Ignacio lo habĆ­a excitado mucho.



   David mirĆ³ a Jaime y se levantĆ³, quitĆ”ndose los boxers y tirĆ”ndolos a la basura. Su pene estaba semi duro. Lo sacudiĆ³ un par de veces.



   Jaime lo mirĆ³ de cerca.  SintiĆ©ndose orgulloso de su falo.



   David lo sacudiĆ³ con movimientos largos y fluidos, pasando la mano arriba y abajo.



   Pablo sonriĆ³ abiertamente. —La polla de David es mĆ”s gruesa que la tuya, Jaime.



   Jaime lo ignorĆ³ y observĆ³ a David masturbarse.



   Finalmente, David bajĆ³ la mirada hacia su vara dura y sonriĆ³. —¿QuĆ© dices? Claramente la pregunta es grosor y no tamaƱo.



   Su polla gorda apuntaba hacia arriba, el falo venoso brillaba mientras David acariciaba sus bolas.



   Los dos se pararon uno al lado del otro, sus pollas seguĆ­an tiesas.



   Pablo los mirĆ³ y se echĆ³ a reĆ­r.



   David se riĆ³ y jugĆ³ con su erecto pene, mirando al miembro de Jaime.



   Jaime le hizo una mofa y guardĆ³ sus genitales dentro de sus calzoncillos. Luego se volviĆ³ hacia David y levantĆ³ la rodilla, atrapando las ciruelas colgantes entre la rĆ³tula y la pelvis, haciĆ©ndole doblar y gemir de dolor. Se sentĆ³ y dijo bruscamente: —Mi turno.



   David tosiĆ³ y se dejĆ³ caer al suelo. Se masajeĆ³ los testĆ­culos, haciendo muecas de dolor.



   Jaime mirĆ³ a Pablo y sonriĆ³: —TĆŗ —sacĆ³ una tarjeta y la mirĆ³. Levantando las cejas, leyĆ³: —. Habilidad para seducir y provocar una erecciĆ³n.



   Bastian intervino:



   Significa que Pablo y Jaime elegirĆ”n a uno de los otros jugadores e intentarĆ”n que tenga una erecciĆ³n sin tocar su polla o sus cocos.



   Jaime puso los ojos en blanco.



   —Me quedarĆ© con David —dijo Pablo.



   Jaime levantĆ³ las cejas. —De ninguna manera. Eso serĆ­a trampa. Espera...



   CaminĆ³ hacia el baƱo y regresĆ³ con un cubo de agua.



   —David, levĆ”ntate —ordenĆ³.



   David se levantĆ³ lentamente.



   Jaime agarrĆ³ la erecciĆ³n de David y levantĆ³ el cubo, hundiendo la polla erecta en el agua.



   David gritĆ³. —¡Desgraciado, estĆ” demasiada frĆ­a!



   —Ese es el punto —sonriĆ³ Jaime, moviendo la verga en el agua, haciendo que David se pusiera de puntillas.



   DespuĆ©s de unos segundos, los labios de David temblaban y su polla se encogiĆ³. Cuando estaba completamente flĆ”cida, Jaime lo soltĆ³, permitiendo que David se agarrara la entrepierna y tratara de llevar su pene a una temperatura mĆ”s placentera.



   Pablo tomĆ³ dos sillas y les indicĆ³ a David e Ignacio que se sentaran en ellas, de espaldas.



   Ignacio y David hicieron lo que les dijeron, sus penes estaban flĆ”cidos. RĆ”pidamente, Pablo atĆ³ sus manos y pies a sus sillas. —Por si acaso quieren escapar —sonriĆ³. Era mentira, tenĆ­a algo en mente.



   Jaime no sabĆ­a quĆ© hacer con Ignacio.



   Pablo se dio la vuelta y se inclinĆ³, mostrĆ”ndole a David sus nalgas. Lentamente, se quitĆ³ el boxer, revelando su trasero.



   David se moviĆ³ en su asiento sonriendo, pero aĆŗn no habĆ­a seƱales de erecciĆ³n.



   Jaime hizo una mueca. —Ignacio tĆŗ a mi no me excitas. Me pareces hasta simple.



   Ignacio se encogiĆ³ de hombros. —Y yo soy heterosexual —murmurĆ³—. Tu cuerpo no hace nada en mĆ­.



   Pablo estaba parado completamente desnudo frente a David, de espaldas a Ć©l, con sus calzoncillos alrededor de los tobillos. Lentamente, extendiĆ³ las piernas y buscĆ³ sus nalgas, las puntas de sus dedos tocaban el borde de su agujero. VolviĆ³ la cabeza y susurrĆ³: —¿Te provoca penetrarme, David, amor?



   David afirmĆ³ con la cabeza. Su pene mostrĆ³ una primera seƱal de vida, una pequeƱa contracciĆ³n que indicaba que Pablo iba a ganar.



   Jaime hizo una mueca y mirĆ³ a Ignacio. —Muy bien, voy a ganar esta cosa —murmurĆ³ alcanzando los pezones del rubio. Los ajustĆ³ tentativamente, haciendo que Ignacio gritara de dolor.



   Jaime intentĆ³ de nuevo, con mĆ”s fuerza, torciendo los pezones rosados ​​haciendo que Ignacio gritara: —¡JĆ³dete, cabrĆ³n! ¡Se supone que debes ponerme duro!



   Jaime lo mirĆ³ y soltĆ³ sus pezones. Luego abofeteĆ³ la cara de Ignacio.



   —¡Maldito idiota! —gritĆ³ Ignacio luchando en su asiento. —¡Te voy a matar!



   Jaime dio un paso atrĆ”s.



   Ignacio tratĆ³ de levantarse. TropezĆ³ y cayĆ³ al suelo, tumbado de lado, con la silla atada a las manos y los pies, gritando de frustraciĆ³n.



   Jaime mirĆ³ a Pablo.



   Para entonces, Pablo habĆ­a insertado su dedos medio en su agujero, gimiendo de placer.



   David se lamiĆ³ los labios, su polla temblaba.



   —Oh, me encantarĆ­a tener tu polla gorda en mi culo —ronroneĆ³ Pablo, metiendo su dedo medio en el fondo—. PodrĆ­as embestirme con esa polla gorda tuya. ¿Te gustarĆ­a eso?



   David tragĆ³ saliva.



   —¿Te gustarĆ­a hundir tu pene en mi culo y follarme? —susurrĆ³ Pablo.



   —Um, sĆ­ —dijo David en voz baja.



   —Oh, me encantarĆ­a —gimiĆ³ Pablo seductoramente—. Te dejarĆ­a follarme todo el dĆ­a y toda la noche hasta que quedes seco.



   David gimiĆ³.



   Pablo girĆ³ la cabeza y mirĆ³ el miembro de David que comenzĆ³ a crecer, subiendo lentamente en su regazo.



   Pablo sonriĆ³. Se moviĆ³ hacia David para que su trasero estuviera a centĆ­metros de su cara



   —Mira mi culo, David —ronroneĆ³ Pablo—. Siempre ha sido tuyo.



   Jaime tenĆ­a expresiĆ³n de disgusto en su rostro. MirĆ³ a Ignacio, que estaba luchando en el suelo. LevantĆ³ el pie, y con una mueca, pasĆ³ los pies sobre su cara, tratando de ser gentil pero fallando. La planta de su apestoso pie rozĆ³ la nariz y las mejillas de Ignacio, que moviĆ³ la cabeza, tratando de escapar.



   —¿QuĆ© estĆ”s haciendo? —gritĆ³.



   Jaime le gritĆ³: —¡Te estoy acariciando, imbĆ©cil! ¡Ahora consigue una jodida erecciĆ³n! ¡Ahora!



   Ignacio inhalĆ³ bruscamente. —¿EstĆ”s loco?



   Jaime gritĆ³ de ira. Y metiĆ³ su dedo gordo en la boca de Ignacio.



   Ignacio cerrĆ³ la boca, mordiendo el dedo del pie de Jaime y haciendo que gritara de dolor.



   Retirando su pie, Jaime saltĆ³ arriba y abajo.



   Mientras tanto, la morena polla de David estaba casi completamente dura.



   Pablo estaba hablando en voz baja, haciendo que gimiera con anticipaciĆ³n mientras miraba el trasero de Pablo.



   Pablo sacĆ³ su dedo y extendiĆ³ las nalgas, dejando que David mirara bien su enorme agujero.



   —Ooh —suspirĆ³ Pablo—. Siempre estarĆ© para ti, David, estoy listo para ti —metiĆ³ la mano entre sus piernas y palpĆ³ su agujero con dos dedos—. ¡Necesito tu polla dentro de mĆ­!



   David gimiĆ³ y echĆ³ la cabeza hacia atrĆ”s.



   Pablo mirĆ³ el regazo de David. Su polla estaba tiesa a su mĆ”ximo alcance, con una gota de presemen brillando en la punta.



   Se dio la vuelta y sonriĆ³. —Hecho —dijo—. MisiĆ³n cumplida. Gracias David.



   Le entregĆ³ un beso en los labios y le acariciĆ³ la cabeza del pene retorciendo del placer a su esposo.



   Jaime mirĆ³ a Ignacio. EchĆ³ la pierna hacia atrĆ”s y pateĆ³ sus testĆ­culos con fuerza, crujiendo sus gordas bolas con los dedos de los pies. —¡EstĆŗpido hijo de puta!



   Ignacio gimiĆ³ de dolor.



   David tragĆ³ saliva y le sonriĆ³ a Pablo, que comenzĆ³ a desatarle manos y tobillos. —Te voy a follar ahora mismo, Pablo —susurrĆ³, acariciando su pene despuĆ©s de que Pablo habĆ­a liberado una de sus manos. La cabeza de hongo gordo estaba recubierta con una capa hĆŗmeda de presemen pegajoso.



   Pablo sonriĆ³ abiertamente. —Cuando quieras, cariƱo.



   Cuando lo soltaron de sus ataduras, Ignacio se hizo un ovillo y se sobĆ³ la entrepierna.



   Jaime estaba a su lado, con las manos en las caderas. —¡Idiota!



   Ignacio gimiĆ³ y se retorciĆ³ en el suelo.



   Pablo se dio la vuelta y mirĆ³ a David.



   Su esposo tenĆ­a una expresiĆ³n suplicante en su rostro mientras pasaba las manos por su erecciĆ³n. —Por favor, Pablo. Estoy a mil de excitado.



   Jaime agarrĆ³ los tobillos de Ignacio y abriĆ³ sus piernas pisoteando sus testĆ­culos con el pie descalzo.



   Ignacio gritĆ³ de dolor.



   Pablo mirĆ³ a David y suspirĆ³. Se acercĆ³ a Ć©l y le dijo: —Cuando salgamos de aquĆ­ iremos corriendo a la recĆ”mara.



   David sonriĆ³ dĆ©bilmente. GimiĆ³, sacudiendo su pene.



   Mientras tanto, Ignacio gritaba cuando Jaime torcĆ­a el pie aplastando sus bolas contra el duro suelo.



   David seguĆ­a excitado. Estaba jadeando fuertemente. Su pene se retorcĆ­a. SoltĆ³ su polla y dejĆ³ escapar un gemido largo y gutural asĆ­ que el orgasmo sacudiĆ³ su cuerpo. Y su pene disparĆ³ gruesas espuelas de esperma que aterrizaron en el piso.



   Pablo sonriĆ³.



   Los ojos de David estaban estaban cerrados y jadeaba fuertemente mientras su pene se sacudĆ­a y descargaba una increĆ­ble carga de esperma blanca y caliente.



   Chorro tras chorro de semen salpicĆ³ contra el suelo.



   David gimiĆ³ con los ojos cerrados. —Uf... no... no podĆ­a aguantar con esa erecciĆ³n…



   A unos pocos metros de distancia, los ojos de Ignacio estaban muy abiertos y gritaba a todo pulmĆ³n. —¡No! ¡Por favor, no!



   Jaime lanzĆ³ una patada feroz en su entrepierna, embistiendo sus testĆ­culos contra su cuerpo y haciendo que vomitara.



   Pablo mirĆ³ el pozo de David en el piso, se riĆ³ y comentĆ³ lo grueso que se veĆ­a, pasĆ³ junto a su esposo, golpeando juguetonamente sus gĆ³nadas gordas y vacĆ­as con la palma de su mano.



   David chillĆ³ y abriĆ³ los ojos dolorido.



   —Vamos —, sonriĆ³ Pablo—. ƚltima ronda.



   David gimiĆ³ y agarrĆ³ sus bolas. —EstĆ” bien, ya voy —susurrĆ³ y siguiĆ³ a Pablo.



   Jaime ya los estaba esperando. Era el Ćŗnico que llevaba ropa interior, el resto estaban completamente desnudos.



   David parecĆ­a feliz y satisfecho, su pene estaba cubierto de su semen.



   La cara de Ignacio estaba retorcida de dolor. Sus bolas habĆ­an sufrido muchos golpes.



   Pablo mirĆ³ a Jaime, dĆ”ndose cuenta de que ya habĆ­a perdido tres rondas y que recibirĆ­a tres golpes en sus bolas. Otorgando la victoria a los hombres comunes.



   Ignacio gimiĆ³ y agarrĆ³ la Ćŗltima carta restante.



   —Primero tienes que retar un oponente.



   Ignacio gimiĆ³. —No me importa...



   Pablo levantĆ³ las cejas.



   —Te desafĆ­o —Ignacio suspirĆ³ y mirĆ³ la tarjeta. PalideciĆ³ y dejĆ³ escapar un gemido.



   —¿QuĆ© es? —Jaime y David preguntaron simultĆ”neamente.



   Pablo se riĆ³ entre dientes. —Roshambo.



   David tambiĆ©n se burlĆ³.



   Jaime le sonriĆ³ a Ignacio.



   El rubio gimiĆ³, acariciando sus testĆ­culos.



   —EstĆ” bien, hagĆ”moslo —dijo Pablo. —Vas primero.



   Se levantĆ³ y separĆ³ las piernas, dejando que sus gruesas bolas colgaran libremente entre sus piernas.



   Ignacio cerrĆ³ los ojos y suspirĆ³. Luego se levantĆ³ y mirĆ³ a Pablo.



   InhalĆ³ bruscamente y echĆ³ su pierna hacia atrĆ”s. Luego lanzĆ³ una patada precisa en las bolas de Pablo.



   Los ojos de Pablo se hincharon.



   La patada fue poderosa y letal. Su empeine crujiĆ³ las gĆ³nadas de Pablo en su pelvis, haciendo que se doblara y gimiera.



   Ignacio no parecĆ­a disfrutar el dolor de Pablo. Sus propias bolas estaban enviando oleadas de agonĆ­a a todo su cuerpo.



   Cuando Pablo se recuperĆ³, mirĆ³ a Ignacio y dijo: —EstĆ” bien, es mi turno.



   Ignacio se mordiĆ³ el labio inferior y abriĆ³ las piernas. Sus bolas estaban hinchadas y rojas.



   Pablo dio un paso atrĆ”s y, con un arranque rĆ”pido, lanzĆ³ una colosal patada a los testĆ­culos de Ignacio. Su empeine desnudo chocĆ³ con las grandes e hinchadas toronjas, embistiĆ©ndolas contra su pelvis y aplastĆ”ndolas contra su cuerpo.



   Ignacio jadeĆ³ por aire. Luego comenzĆ³ a chillar como niƱa. AgarrĆ³ sus bolas y se desplomĆ³ en el suelo.



   —Ya terminĆ© —susurrĆ³, sollozando—. He terminado.



   —Wow —dijo David, sonriendo a Pablo—. Con una patada.



   Pablo se encogiĆ³ de hombros. —SĆ­, bien, ¿no?



   —EstĆ” bien, esto es todo, ¿verdad? —dijo Jaime. Se puso de pie y comenzĆ³ a ponerse la camisa.



   —Espera —sonriĆ³ Pablo—. Hay un castigo para el perdedor, obviamente los ChacĆ³n no ganamos pero de los dos tĆŗ no obtuviste victoria.



   —De ninguna manera —dijo Jaime, abrochĆ”ndose la camisa.



   —Oh, sĆ­ —dijo Pablo—. ¡No te escaparĆ”s! Perdiste tres rondas. ¡Te darĆ”n tres patadas!



   David sonriĆ³ y asintiĆ³. Se abalanzĆ³ sobre Jaime y girĆ³ el brazo sobre su espalda, sujetĆ”ndolo con fuerza.



   Pablo actuĆ³ rĆ”pidamente. EchĆ³ la pierna hacia atrĆ”s y pateĆ³ las gĆ³nadas de Jaime. Su empeine se conectĆ³ con las bolas dentro de sus calzoncillos.



   Jaime gritĆ³, haciendo una mueca de dolor.



   La segunda patada golpeĆ³ sus bolas.  CrujiĆ©ndolas con fuerza.



   Jaime gritĆ³ desaforadamente.



   Pablo pateĆ³ los testĆ­culos por tercera vez, asegurĆ”ndose de golpear a los dos.



   Y Jaime chillĆ³ de dolor.



   David lo soltĆ³ y Jaime se desplomĆ³ en el suelo, agarrĆ”ndose las bolas y gritando obscenidades a Pablo.



   Pablo se dio la vuelta, sonriendo, mientras su primo gemĆ­a de dolor.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Pages