BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
Pablo suspiró. El rubio de 28 aƱos estaba parado frente a Bastian, desnudo, excepto por sus apretados calzoncillos azules. TenĆa un gran cuerpo, con mĆŗsculos en todos los lugares correctos.
Ahà también estaba uno de sus tantos primos, Jaime. Pocos años mayor que él, era alto y guapo, con cabello negro y cuerpo perfecto. Estaba sentado en el suelo, usando un par de calzoncillos blancos y calcetines negros. Estaba sentado en el suelo mirando a David.
El esposo de Pablo, tenĆa el cabello negro y de cuerpo grueso trabajado por su afición al gimnasio.
Ignacio tenĆa una sonrisa tonta en la cara. Estaba desnudo, llevaba un par de calzoncillos blancos que se abultaban con su polla y bolas. TenĆa un cuerpo con pectorales definidos y brazos fuertes. Se ajustó la entrepierna y se pasó la mano por el pecho.
—Comencemos —dijo David—. Vas primero, Pablo.
—EstĆ” bien.Te desafĆo, Ignacio.
El aludido musculoso sonrió. —¿EstĆ”s seguro de que quieres hacer eso?
Pablo levantó las cejas.
Ignacio se rió. —Quiero decir, bueno, soy bueno en todos los sentidos —. Miró hacia abajo y sonrió—. No puedes competir contra mĆ. .
Pablo puso los ojos en blanco, lo ignoró y sacó la primera carta. Leyó lo que estaba escrito en Ć©l y murmuró: —¡Carajo!
—¿QuĆ© dice? —sonrió Ignacio.
Pablo hizo una mueca. —Menor tamaƱo muscular en bĆceps.
Ignacio, Jaime y David se echaron a reĆr.
Ignacio se puso de pie y flexionó los músculos, sonriendo con orgullo.
Pablo puso los ojos en blanco y se levantó, de pie junto a Ignacio. TenĆa un cuerpo mĆ”s grueso y entrenado que Ignacio.
Pablo a su lado, era mƔs grande.
—Perdiste —sonrió Jaime.
Ignacio asintió, sonriendo.
Pablo suspiró y volvió a sentarse. David frotó su espalda. Seguido dijo:
—Es mi turno y te desafĆo, Jaime.
Jaime sonrió y se encogió de hombros.
David sacó una tarjeta e hizo una mueca. —Olor de pies.
David levantó las cejas y se rió entre dientes.
—Necesitamos un juez —dijo Jaime sonrió y miró al sexy Pablo—. Y serĆ”s tĆŗ. No quiero nada de trampas. —se agarró los pies y se quitó los calcetines.
—De ninguna manera —negó Pablo, sacudiendo la cabeza.
David se quitó los sucios calcetines y miró los pies de Jaime.
Pablo miró los dos pares de pies. Tan pronto como abrió la boca, David insertó el dedo gordo en la boca de Pablo, haciendo que gimiera y escupiera.
Agarró los tobillos de David y apartó los pies de su cara.
—Ahora huele a los mĆos —dijo Jaime, levantĆ”ndose y caminando hacia Pablo. Levantó el pie derecho y lo dejó colgar frente a la cara de Pablo.
El rubio parpadeó. Luego comenzó a toser y se dio la vuelta.
—Eres el ganador —gruñó, sosteniendo su mano frente a su boca.
Jaime se echó a reĆr y apoyó el pie sobre la entrepierna de Pablo, pisoteando con fuerza las grandes bolas.
Pablo gritó de sorpresa y dolor.
—Vaya —sonrió Jaime. Girando su pie sobre las gónadas de Pablo provocĆ”ndole un grito agudo.
Pablo agarró sus testĆculos y gimió de dolor.
—Mi turno —dijo Jaime alegremente, sentĆ”ndose y alcanzando el mazo de cartas—. Te desafĆo.
Ignacio se encogió de hombros.
Jaime tomó una tarjeta y la miró. Estuvo en silencio por un momento.
David e Ignacio lo miraron. Pablo seguĆa frotĆ”ndose las bolas.
Finalmente, Jaime dijo: —TestĆculos mĆ”s pequeƱos.
Ignacio dobló la boca. —Aunque eres hijo de una tĆa de Pablo por tus venas corre sangre Chacón, Jaime LizĆ”rraga —se puso de pie y se quitó los calzoncillos blancos, revelando su polla gorda y semidura y el par de bolas fuertes que colgaban entre sus piernas.
David sonrió y miró a Jaime.
Jaime se levantó y dejó caer sin ceremonias sus calzoncillos negros, revelando una bonita y larga polla y dos testĆculos colgantes y grandes de familia. MĆ”s grandes que los de Ignacio.
Ignacio sonrió.
Jaime se encogió de hombros y volvió a subir sus calzoncillos.
Ignacio decidió quedarse desnudo. Ćl le sonrió a Jaime. —No soy Chacón y tengo bolas enanas.
Después de tres rondas, Ignacio iba ganando. Se sentó, con las piernas abiertas, dejando que sus bolas descansaran en el suelo, su pene estaba duro y apuntaba al techo.
Miró a Pablo y éste frunció el ceño.
—Voy a jugar a lo seguro —anunció Ignacio—. Te desafĆo, David.
—Bien.
Ignacio sacó una tarjeta y leyó:
—Dureza testicular sobre placa de vidrio —se rió entre dientes—. Dureza, ¿eh? Tengo bolas de acero, ¿por quĆ© no te rindes desde ya, negrito?
David se encogió de hombros. —Estoy dispuesto a luchar.
Ignacio se agarró los cojones y sonrió. —En placas de vidrio, ¿quĆ©? —se quedó pasmado cuando recibió los materiales de la mano de Farid.
David dejó caer sus boxers, revelando su verga flÔcida y el par de colgantes huevos que eran casi del tamaño de las bolas de Ignacio.
Se pararon en extremos opuestos, uno frente al otro, sosteniendo sus penes contra sus cuerpos, sus testĆculos descansaban sobre una mesa de madera, mientras Pablo colocaba dos placas de vidrio sobre ellos.
—Vaya —sonrió Jaime—. Esto va a doler mucho.
Jaime y Pablo colocaron objetos pesados en las dos placas.
Jaime miró a Ignacio, quien intentó parecer relajado.
Según orden los dos Chacón agarraron dos objetos mÔs y los colocaron en los platos.
El ojo izquierdo de Ignacio se crispó.
David gimió, apretando puños y dientes.
Pablo y Jaime agregaron mƔs peso a los platos.
Tanto Ignacio como David estaban haciendo muecas de dolor.
El miembro de Ignacio estaba duro como roca, apuntando hacia arriba, la punta brillaba con presemen.
La polla de David tambiƩn se estaba endureciendo. Lentamente, como un soldado.
Pablo miró la entrepierna de David y se echó a reĆr lanzĆ”ndole un piropo
Jaime sonrió y puso otro peso sobre la placa de vidrio mientras Pablo hacĆa lo mismo con David.
Ignacio dejó escapar un fuerte gemido y su pene se crispó.
David estaba apretando los dientes, con los ojos cerrados.
Tanto las bolas de Ignacio como las de David fueron aplastadas entre la mesa de madera y las placas de vidrio.
La linda cara de David comenzaba a ponerse roja mientras contenĆa la respiración, tratando de hacer que el dolor desapareciera al pensar en algo positivo.
Los ojos de Ignacio estaban muy abiertos y jadeaba fuertemente. TenĆa la cara hĆŗmeda de sudor y tragaba saliva mientras veĆa a Jaime agarrar otro peso.
—¿QuĆ© piensas? —sonrió Jaime—. Pronto van a estallar tus bolas de acero
Ignacio gruñó, su polla estaba retorciéndose violentamente.
David gimió de dolor, sus labios temblaban.
Ignacio chillaba y se retorcĆa, para deleite de Jaime. Su cuerpo estaba cubierto de sudor y saliva se le caĆa de la boca.
—¿Quieres rendirte? —preguntó Jaime, sonriendo—. ¿Y admitir que tus bolas son mĆ”s dĆ©biles que las del negrito?
—¡De ninguna manera! —siseó Ignacio.
Jaime se encogió de hombros y, sin ceremonias, puso otro peso sobre la placa de vidrio de Ignacio, mientras que Pablo agregó otra a la placa de David.
Ignacio dejó escapar un grito penetrante. Sus testĆculos llenos de esperma estaban rojos y planos, aplastados debajo de la placa de vidrio.
El cuerpo de David se sacudĆa mientras gemĆa. Su pene estaba duro y las delgadas venas azules en sus huevos atrapados eran claramente visibles a travĆ©s del plato.
De repente, Ignacio gritó:
—¡Me rindo!
Jaime le sonrió. Se inclinó sobre la mesa, con ambas manos sobre la placa de vidrio, agregando mÔs peso para aplastar las pelotas de Ignacio, provocando un aullido agonizante de sus labios.
Pablo rĆ”pidamente quitó las pesas del plato de David. Su esposo dio un paso atrĆ”s, se dobló y agarró su ingle, consolando sus testĆculos con ambas manos.
A diferencia, Ignacio estaba sufriendo de dolor.
Jaime se rió y presionó la placa de vidrio.
La polla de Ignacio comenzó a temblar incontrolablemente, y con expresión de terror en su rostro, Ignacio gritó: —¡Nooo!
Al mismo tiempo, su polla comenzó a estallar en esperma. El primer chorro golpeó la barbilla de Ignacio y el segundo le golpeó la nariz.
Ignacio gritó y gimió cuando el pegajoso semen goteó de su rostro, su polla disparó chorro tras chorro de caliente y blanco semen al aire hasta que su cuerpo, los objetos pesados y la placa de vidrio se cubrieron de la sustancia blanca como la leche.
Jaime sonrió y liberó las gónadas de Ignacio, quitando el peso de las placas de vidrio y permitiendo que sus bolas agotadas y doloridas volvieran a su forma natural.
Ignacio dejó escapar un gemido gutural y se desplomó en el suelo, agarrÔndose las bolas y gimiendo de dolor.
Jaime se dio la vuelta, riƩndose entre dientes.
Pablo y David lo siguieron, abrazados.
Cinco minutos mĆ”s tarde, Ignacio estaba cojeando, con la cara roja de ira, humillación y dolor, su cuerpo manchado de esperma seco, y sus manos cubriendo sus testĆculos. Se sentó, gimiendo, y acarició sus genitales.
—Bolas de acero —se rió Jaime, sacudiendo la cabeza.
Ignacio le lanzó una mirada furiosa y gimió de dolor.
—Mi turno —dijo Pablo con calma, y agregó—: DesafĆo a...
Miró a Ignacio, que no estaba en posición de pelear. Pablo, siendo una persona amable, sacudió la cabeza y miró a Jaime. RÔpidamente se volvió hacia David, que le devolvió la sonrisa.
—David —dijo, sonriendo.
Su esposo asintió.
Pablo tomó una tarjeta y leyó: —Levantamiento de pesas.
David hizo una mueca. —En eso soy muy bueno.
Pablo y David se levantaron y caminaron hacia el banco de pesas dispuesto en la habitación mientras Jaime permanecĆa sentado, observando a Ignacio lidiar con el dolor.
Pablo puso las pesas en la barra y se tumbó en el banco. Agarró la barra y comenzó a levantarla hacia arriba y abajo, contando sus elevaciones.
—… once, doce, trece...
Comenzó a jadear fuertemente. Apretó los dientes y continuó levantando la pesada barra.
—... diecinueve... veinte ... veintiuno.
Su cuerpo brillaba de sudor, haciendo que todos los mĆŗsculos resaltaran mientras se retorcĆan.
—... VeintitrĆ©s ... Veinticuatro —Pablo gimió y se detuvo—Uf. He terminado.
Se levantó y se dobló, recuperando el aliento.
David miró el banco. Inhaló profundamente y se sentó.
Agarró la barra y la levantó, con energĆa. —Uno.
Le guiñó un ojo a Pablo y colocó la barra en el soporte. —He terminado.
Pablo se rió.
—¡Que mierda! —protestó Ignacio—. Lo dejaste ganar. Has regalado un punto, idiota. Un punto para los comunes.
Pablo sonrió y junto a David regresaron para unirse a Jaime e Ignacio en el piso.
—EstĆ” bien, mi turno —dijo David y le sonrió a Jaime—. Te reto.
Jaime se rió. —Bueno. No te harĆ” ningĆŗn bien, pero... como desees.
David sacó una tarjeta y la miró. —Grosor del pene, erecto.
Jaime sonrió. Se puso de pie y buscó dentro de sus calzoncillos, metiendo la cintura debajo de su escroto y mostrando la polla. Estaba dura como roca. El sufrimiento de Ignacio lo habĆa excitado mucho.
David miró a Jaime y se levantó, quitÔndose los boxers y tirÔndolos a la basura. Su pene estaba semi duro. Lo sacudió un par de veces.
Jaime lo miró de cerca. Sintiéndose orgulloso de su falo.
David lo sacudió con movimientos largos y fluidos, pasando la mano arriba y abajo.
Pablo sonrió abiertamente. —La polla de David es mĆ”s gruesa que la tuya, Jaime.
Jaime lo ignoró y observó a David masturbarse.
Finalmente, David bajó la mirada hacia su vara dura y sonrió. —¿QuĆ© dices? Claramente la pregunta es grosor y no tamaƱo.
Su polla gorda apuntaba hacia arriba, el falo venoso brillaba mientras David acariciaba sus bolas.
Los dos se pararon uno al lado del otro, sus pollas seguĆan tiesas.
Pablo los miró y se echó a reĆr.
David se rió y jugó con su erecto pene, mirando al miembro de Jaime.
Jaime le hizo una mofa y guardó sus genitales dentro de sus calzoncillos. Luego se volvió hacia David y levantó la rodilla, atrapando las ciruelas colgantes entre la rótula y la pelvis, haciĆ©ndole doblar y gemir de dolor. Se sentó y dijo bruscamente: —Mi turno.
David tosió y se dejó caer al suelo. Se masajeó los testĆculos, haciendo muecas de dolor.
Jaime miró a Pablo y sonrió: —TĆŗ —sacó una tarjeta y la miró. Levantando las cejas, leyó: —. Habilidad para seducir y provocar una erección.
Bastian intervino:
—Significa que Pablo y Jaime elegirĆ”n a uno de los otros jugadores e intentarĆ”n que tenga una erección sin tocar su polla o sus cocos.
Jaime puso los ojos en blanco.
—Me quedarĆ© con David —dijo Pablo.
Jaime levantó las cejas. —De ninguna manera. Eso serĆa trampa. Espera...
Caminó hacia el baño y regresó con un cubo de agua.
—David, levĆ”ntate —ordenó.
David se levantó lentamente.
Jaime agarró la erección de David y levantó el cubo, hundiendo la polla erecta en el agua.
David gritó. —¡Desgraciado, estĆ” demasiada frĆa!
—Ese es el punto —sonrió Jaime, moviendo la verga en el agua, haciendo que David se pusiera de puntillas.
Después de unos segundos, los labios de David temblaban y su polla se encogió. Cuando estaba completamente flÔcida, Jaime lo soltó, permitiendo que David se agarrara la entrepierna y tratara de llevar su pene a una temperatura mÔs placentera.
Pablo tomó dos sillas y les indicó a David e Ignacio que se sentaran en ellas, de espaldas.
Ignacio y David hicieron lo que les dijeron, sus penes estaban flĆ”cidos. RĆ”pidamente, Pablo ató sus manos y pies a sus sillas. —Por si acaso quieren escapar —sonrió. Era mentira, tenĆa algo en mente.
Jaime no sabĆa quĆ© hacer con Ignacio.
Pablo se dio la vuelta y se inclinó, mostrÔndole a David sus nalgas. Lentamente, se quitó el boxer, revelando su trasero.
David se movió en su asiento sonriendo, pero aĆŗn no habĆa seƱales de erección.
Jaime hizo una mueca. —Ignacio tĆŗ a mi no me excitas. Me pareces hasta simple.
Ignacio se encogió de hombros. —Y yo soy heterosexual —murmuró—. Tu cuerpo no hace nada en mĆ.
Pablo estaba parado completamente desnudo frente a David, de espaldas a Ć©l, con sus calzoncillos alrededor de los tobillos. Lentamente, extendió las piernas y buscó sus nalgas, las puntas de sus dedos tocaban el borde de su agujero. Volvió la cabeza y susurró: —¿Te provoca penetrarme, David, amor?
David afirmó con la cabeza. Su pene mostró una primera señal de vida, una pequeña contracción que indicaba que Pablo iba a ganar.
Jaime hizo una mueca y miró a Ignacio. —Muy bien, voy a ganar esta cosa —murmuró alcanzando los pezones del rubio. Los ajustó tentativamente, haciendo que Ignacio gritara de dolor.
Jaime intentó de nuevo, con mĆ”s fuerza, torciendo los pezones rosados haciendo que Ignacio gritara: —¡Jódete, cabrón! ¡Se supone que debes ponerme duro!
Jaime lo miró y soltó sus pezones. Luego abofeteó la cara de Ignacio.
—¡Maldito idiota! —gritó Ignacio luchando en su asiento. —¡Te voy a matar!
Jaime dio un paso atrƔs.
Ignacio trató de levantarse. Tropezó y cayó al suelo, tumbado de lado, con la silla atada a las manos y los pies, gritando de frustración.
Jaime miró a Pablo.
Para entonces, Pablo habĆa insertado su dedos medio en su agujero, gimiendo de placer.
David se lamió los labios, su polla temblaba.
—Oh, me encantarĆa tener tu polla gorda en mi culo —ronroneó Pablo, metiendo su dedo medio en el fondo—. PodrĆas embestirme con esa polla gorda tuya. ¿Te gustarĆa eso?
David tragó saliva.
—¿Te gustarĆa hundir tu pene en mi culo y follarme? —susurró Pablo.
—Um, sĆ —dijo David en voz baja.
—Oh, me encantarĆa —gimió Pablo seductoramente—. Te dejarĆa follarme todo el dĆa y toda la noche hasta que quedes seco.
David gimió.
Pablo giró la cabeza y miró el miembro de David que comenzó a crecer, subiendo lentamente en su regazo.
Pablo sonrió. Se movió hacia David para que su trasero estuviera a centĆmetros de su cara
—Mira mi culo, David —ronroneó Pablo—. Siempre ha sido tuyo.
Jaime tenĆa expresión de disgusto en su rostro. Miró a Ignacio, que estaba luchando en el suelo. Levantó el pie, y con una mueca, pasó los pies sobre su cara, tratando de ser gentil pero fallando. La planta de su apestoso pie rozó la nariz y las mejillas de Ignacio, que movió la cabeza, tratando de escapar.
—¿QuĆ© estĆ”s haciendo? —gritó.
Jaime le gritó: —¡Te estoy acariciando, imbĆ©cil! ¡Ahora consigue una jodida erección! ¡Ahora!
Ignacio inhaló bruscamente. —¿EstĆ”s loco?
Jaime gritó de ira. Y metió su dedo gordo en la boca de Ignacio.
Ignacio cerró la boca, mordiendo el dedo del pie de Jaime y haciendo que gritara de dolor.
Retirando su pie, Jaime saltó arriba y abajo.
Mientras tanto, la morena polla de David estaba casi completamente dura.
Pablo estaba hablando en voz baja, haciendo que gimiera con anticipación mientras miraba el trasero de Pablo.
Pablo sacó su dedo y extendió las nalgas, dejando que David mirara bien su enorme agujero.
—Ooh —suspiró Pablo—. Siempre estarĆ© para ti, David, estoy listo para ti —metió la mano entre sus piernas y palpó su agujero con dos dedos—. ¡Necesito tu polla dentro de mĆ!
David gimió y echó la cabeza hacia atrÔs.
Pablo miró el regazo de David. Su polla estaba tiesa a su mÔximo alcance, con una gota de presemen brillando en la punta.
Se dio la vuelta y sonrió. —Hecho —dijo—. Misión cumplida. Gracias David.
Le entregó un beso en los labios y le acarició la cabeza del pene retorciendo del placer a su esposo.
Jaime miró a Ignacio. Echó la pierna hacia atrĆ”s y pateó sus testĆculos con fuerza, crujiendo sus gordas bolas con los dedos de los pies. —¡EstĆŗpido hijo de puta!
Ignacio gimió de dolor.
David tragó saliva y le sonrió a Pablo, que comenzó a desatarle manos y tobillos. —Te voy a follar ahora mismo, Pablo —susurró, acariciando su pene despuĆ©s de que Pablo habĆa liberado una de sus manos. La cabeza de hongo gordo estaba recubierta con una capa hĆŗmeda de presemen pegajoso.
Pablo sonrió abiertamente. —Cuando quieras, cariƱo.
Cuando lo soltaron de sus ataduras, Ignacio se hizo un ovillo y se sobó la entrepierna.
Jaime estaba a su lado, con las manos en las caderas. —¡Idiota!
Ignacio gimió y se retorció en el suelo.
Pablo se dio la vuelta y miró a David.
Su esposo tenĆa una expresión suplicante en su rostro mientras pasaba las manos por su erección. —Por favor, Pablo. Estoy a mil de excitado.
Jaime agarró los tobillos de Ignacio y abrió sus piernas pisoteando sus testĆculos con el pie descalzo.
Ignacio gritó de dolor.
Pablo miró a David y suspiró. Se acercó a Ć©l y le dijo: —Cuando salgamos de aquĆ iremos corriendo a la recĆ”mara.
David sonrió débilmente. Gimió, sacudiendo su pene.
Mientras tanto, Ignacio gritaba cuando Jaime torcĆa el pie aplastando sus bolas contra el duro suelo.
David seguĆa excitado. Estaba jadeando fuertemente. Su pene se retorcĆa. Soltó su polla y dejó escapar un gemido largo y gutural asĆ que el orgasmo sacudió su cuerpo. Y su pene disparó gruesas espuelas de esperma que aterrizaron en el piso.
Pablo sonrió.
Los ojos de David estaban estaban cerrados y jadeaba fuertemente mientras su pene se sacudĆa y descargaba una increĆble carga de esperma blanca y caliente.
Chorro tras chorro de semen salpicó contra el suelo.
David gimió con los ojos cerrados. —Uf... no... no podĆa aguantar con esa erección…
A unos pocos metros de distancia, los ojos de Ignacio estaban muy abiertos y gritaba a todo pulmón. —¡No! ¡Por favor, no!
Jaime lanzó una patada feroz en su entrepierna, embistiendo sus testĆculos contra su cuerpo y haciendo que vomitara.
Pablo miró el pozo de David en el piso, se rió y comentó lo grueso que se veĆa, pasó junto a su esposo, golpeando juguetonamente sus gónadas gordas y vacĆas con la palma de su mano.
David chilló y abrió los ojos dolorido.
—Vamos —, sonrió Pablo—. Ćltima ronda.
David gimió y agarró sus bolas. —EstĆ” bien, ya voy —susurró y siguió a Pablo.
Jaime ya los estaba esperando. Era el Ćŗnico que llevaba ropa interior, el resto estaban completamente desnudos.
David parecĆa feliz y satisfecho, su pene estaba cubierto de su semen.
La cara de Ignacio estaba retorcida de dolor. Sus bolas habĆan sufrido muchos golpes.
Pablo miró a Jaime, dĆ”ndose cuenta de que ya habĆa perdido tres rondas y que recibirĆa tres golpes en sus bolas. Otorgando la victoria a los hombres comunes.
Ignacio gimió y agarró la última carta restante.
—Primero tienes que retar un oponente.
Ignacio gimió. —No me importa...
Pablo levantó las cejas.
—Te desafĆo —Ignacio suspiró y miró la tarjeta. Palideció y dejó escapar un gemido.
—¿QuĆ© es? —Jaime y David preguntaron simultĆ”neamente.
Pablo se rió entre dientes. —Roshambo.
David también se burló.
Jaime le sonrió a Ignacio.
El rubio gimió, acariciando sus testĆculos.
—EstĆ” bien, hagĆ”moslo —dijo Pablo. —Vas primero.
Se levantó y separó las piernas, dejando que sus gruesas bolas colgaran libremente entre sus piernas.
Ignacio cerró los ojos y suspiró. Luego se levantó y miró a Pablo.
Inhaló bruscamente y echó su pierna hacia atrÔs. Luego lanzó una patada precisa en las bolas de Pablo.
Los ojos de Pablo se hincharon.
La patada fue poderosa y letal. Su empeine crujió las gónadas de Pablo en su pelvis, haciendo que se doblara y gimiera.
Ignacio no parecĆa disfrutar el dolor de Pablo. Sus propias bolas estaban enviando oleadas de agonĆa a todo su cuerpo.
Cuando Pablo se recuperó, miró a Ignacio y dijo: —EstĆ” bien, es mi turno.
Ignacio se mordió el labio inferior y abrió las piernas. Sus bolas estaban hinchadas y rojas.
Pablo dio un paso atrĆ”s y, con un arranque rĆ”pido, lanzó una colosal patada a los testĆculos de Ignacio. Su empeine desnudo chocó con las grandes e hinchadas toronjas, embistiĆ©ndolas contra su pelvis y aplastĆ”ndolas contra su cuerpo.
Ignacio jadeó por aire. Luego comenzó a chillar como niña. Agarró sus bolas y se desplomó en el suelo.
—Ya terminĆ© —susurró, sollozando—. He terminado.
—Wow —dijo David, sonriendo a Pablo—. Con una patada.
Pablo se encogió de hombros. —SĆ, bien, ¿no?
—EstĆ” bien, esto es todo, ¿verdad? —dijo Jaime. Se puso de pie y comenzó a ponerse la camisa.
—Espera —sonrió Pablo—. Hay un castigo para el perdedor, obviamente los Chacón no ganamos pero de los dos tĆŗ no obtuviste victoria.
—De ninguna manera —dijo Jaime, abrochĆ”ndose la camisa.
—Oh, sĆ —dijo Pablo—. ¡No te escaparĆ”s! Perdiste tres rondas. ¡Te darĆ”n tres patadas!
David sonrió y asintió. Se abalanzó sobre Jaime y giró el brazo sobre su espalda, sujetÔndolo con fuerza.
Pablo actuó rÔpidamente. Echó la pierna hacia atrÔs y pateó las gónadas de Jaime. Su empeine se conectó con las bolas dentro de sus calzoncillos.
Jaime gritó, haciendo una mueca de dolor.
La segunda patada golpeó sus bolas. Crujiéndolas con fuerza.
Jaime gritó desaforadamente.
Pablo pateó los testĆculos por tercera vez, asegurĆ”ndose de golpear a los dos.
Y Jaime chilló de dolor.
David lo soltó y Jaime se desplomó en el suelo, agarrÔndose las bolas y gritando obscenidades a Pablo.





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