Habia un aire distinto en Trabis, el horrible viento de quien se prepara para la guerra. Vadin Van Aldin observaba por la ventana del edificio en la oficina del rey como la principal avenida de la ciudad tenĆa lo que parecĆa un infinito desfile de carros de guerra dirigiĆ©ndose al norte del reino hacia los lĆmites de la ciudad de Christie. Era una situaciĆ³n que no se habĆa visto en mucho tiempo, las personas de Trabis en la calle se sorprendĆan de la cantidad de vehĆculos que circulaban uno tras de otro hacia la linea de muerte.
AĆŗn asĆ los ciudadanos habĆan sido informados de los acontecimientos por la reina Mashaf, quien era conocida por ser la jefa del parlamento Trabiense, y quien asumiĆ³ el reino de forma provisional segĆŗn la ley. En el video ella tambiĆ©n expresaba que querĆa conversar con el rey de Badia, se necesitaba hacer un diĆ”logo por la liberaciĆ³n de Boris y su hijo para no iniciar una sangrienta guerra.
La morena mujer de ojos verdes estaba en la oficina de gobierno acompaƱada de Vadin. Cumpliendo las leyes ella asumirĆa el reinado por tres meses hasta dar con el paradero de Boris. Cumplido el tiempo y sin su paradero se iba a convocar a una nueva elecciĆ³n de rey.
Mashaf sostenĆa una pantalla tĆ”ctil entre sus manos observando una y otra vez el avance informativo que enviaba a los ciudadanos. Fue una rueda de prensa donde ella hablaba y estaba acompaƱada de Vladimire Van Aldin como CapitĆ”n de Seguridad de la naciĆ³n y el hombre que la sustituia en sus funciones en el parlamento.
—Tengo miedo de lo que pueda ocurrir —dijo la mujer apartando la mirada del equipo—. Vladimire me informĆ³ que la tĆ©cnica no es iniciar la guerra, no estamos en condiciones de luchar. Nos conviene la liberaciĆ³n de tu padre y de Rufus. Hasta esta hora Asdrubal Cruise no ha hecho ningĆŗn pronunciamiento pero su ejĆ©rcito de Christie se ha puesto en guardia. Creo que inevitablemente iniciarĆ” la guerra y tenemos la de perder. No somos un reino de batallas, podemos perder mĆ”s territorio y hasta la vida de tu padre.
Vadin apartĆ³ la mirada de la ventana y observĆ³ a la fĆ©mina.
—Y al frente de todo esto quedo yo —anunciĆ³ la mujer—. Yo no querĆa asumir el reino y tĆŗ lo sabes.
—Me equivoquĆ©, estĆ” bien. Pero no hay vuelta atrĆ”s. Seguimos las leyes y te correspondĆa a ti asumir funciones.
Mashaf empezĆ³ una serie de comentarios que Vadin no se tomĆ³ el tiempo en escuchar. VolviĆ³ a centrarse en la calle con el desfile de vehĆculos.
SĆ, habĆa fallado.
—¿QuĆ© pretendes? Que nos arrebaten el poder, Mashaf no estĆ” apta para ser reina —le reclamĆ³ su hermano Vladimire cuando se encontraron horas despuĆ©s de su fracaso como juramentacion como rey de Trabis—. Yo tenĆa que asumir, guardar el puesto de mi padre, pero tenĆas que llegar tĆŗ con tus discursos patriĆ³ticos y legislativos.
Vadin seguĆa recordando; los planes de Vladimire era asumir el cargo y gobernar Trabis para recuperar a su padre y luchar por Christie. Volviendo a mirar a Mashaf la mujer estaba aterrada, no podĆa huir y tenĆa que poner la cara para infundir confianza en los ciudadanos.
Vadin dio un suspiro. Las investigaciones arrojaron que un militar del cordĆ³n de seguridad del rey lo traicionĆ³ y lo vendiĆ³ al emperador de Badia lo que apuntaba a la inocencia de Vladimire Van Aldin, que a esa hora de la maƱana exponĆa su vida al lĆmite de la ciudad de Christie.
—No iniciaremos una guerra —le habĆa dicho Vladimire—. Nos vamos apostar en la frontera luciendo nuestra fuerza militar tenemos que negociar con Asdrubal pero si Ć©l lamentablemente no da respuesta en 36 horas que no tenga dudas de que atacare Christie para recuperarla. Hay que dar la batalla.
—¡Pero matarĆ” a nuestro padre!
—¿Y tĆŗ crees que le conviene tenerlo vivo? Matandolo a Ć©l se asegura que no tendrĆ” un rey que quiera recuperar su territorio. Recuerda lo que ocurriĆ³ con Franco Tavala, logrĆ³ escapar de Ć©l y recuperĆ³ Arkadia. Asdrubal matarĆ” a Boris y Rufus y despuĆ©s vendrĆ” por nosotros. Si vamos a morir que sea dando la pelea.
Vadin extrajo una empuƱadura de su pantalĆ³n y pulsando el interruptor hizo aparecer la hoja. Clavo su mirada en ella.
—Vadin, Vadin.
La voz de Mashaf lo hizo volver a la realidad, ella estaba pƔlida.
—El emperador Asdrubal va a dar una transmisiĆ³n en vivo.
Vadin corriĆ³ de la ventana al escritorio de la reina para observar la pantalla.
Lejos del territorio de Trabis hacia los confines del caluroso reino central de Badia el emperador observaba con mirada cargada de brillo al ex rey de Trabis quien con el torso desnudo y los brazos atados por encima de su cabeza por cadenas le devolvĆa la mirada desafiante a la videocĆ”mara que lo enfocaba.
El terrible emperador se situĆ³ detrĆ”s del rey y estratĆ©gicamente colocĆ³ una empuƱadura sin activar en la parte baja del abdomen de Boris. Con un movimiento de cabeza indicĆ³ que se iniciara la transmisiĆ³n.
—Ciudadanos del mundo —comenzĆ³ diciendo—, en especial a la reina de Trabis y quien conforma su entorno. Desde hace pocas horas he visto como su ejĆ©rcito de pacotilla se moviliza hacia mi ciudad de Christie…
—Christie pertenece a Trabis —se atreviĆ³ a interrumpirlo Boris.
—¡CĆ”llate, no te he dado permiso de hablar! —rugiĆ³ Asdrubal dĆ”ndole al cautivo un golpe en el riĆ±Ć³n con su mano libre—, lo mĆ”s insĆ³lito de nuestro caso es que ayer por la noche sale a la luz unas declaraciones pĆŗblicas de su CapitĆ”n de seguridad argumentando que moveran su ejĆ©rcito y me exige 36 horas para negociar y entregar a Ć©ste idiota o sino atacarĆ”n… seƱora Mashaf OdĆn, ¿ustedes creen que estan en condiciones para negociar? —esbozĆ³ una malvada sonrisa y activĆ³ la espada, cuya hoja emergiĆ³ y su punta apena hizo un leve contacto con el mentĆ³n de Boris—. ¿SeƱores de Trabis, se sienten completamente seguros de ganar una guerra ante una potencia como Badia? ¿TodavĆa quieren negociar? Mi respuesta es... si quieren mantenerse con vida abandonen Trabis en venticuatro horas.
—¡ATAQUEN! —gritĆ³ Boris enĆ©rgicamente.
Asdrubal lo hizo callar con otro golpe en el costado. Dio una seƱal y la transmisiĆ³n se terminĆ³. El emperador abandonĆ³ su posiciĆ³n y se colocĆ³ frente a Boris, guardĆ³ su empuƱadura desactivada en el bolsillo del pantalĆ³n.
—¿QuĆ© te crees, Boris Van Aldin? Ya ni rey eres. SĆ³lo un miserable esclavo.
—Ya que eres un cobarde para luchar conmigo. ¡Matame!
—¿Luchar contigo? No pudiste vencer a un simple asesino menos podrĆ”s conmigo. Y sĆ, yo voy a asesinarte pero antes quiero que veas como cae Trabis y la anexo a mi territorio de Badia, quiero que veas el nuevo mapa polĆtico del mundo con mi imperio. Pero no te preocupes, mi amigo. Tu muerte comienza desde ahora —se dirigiĆ³ a dos guardias—, trasladen al hijo.
Enseguida los militares procedieron a desencadenar a Rufus Van Aldin para sacarlo de allĆ.
—¿A dĆ³nde lo llevas? —se agitĆ³ Boris inĆŗtilmente en sus cadenas—. Dejalo ir, cobarde, Ć©l no tiene nada que ver con esto.
—¿Y dejarlo vivo para que se vengue a futuro? No.
—¡MORIRĆ CON ORGULLO!
Boris continuĆ³ moviĆ©ndose desesperado en sus cadenas lanzando improperios y maldiciones contra Asdrubal.
El emperador simplemente se burlĆ³. ApuntĆ³ la pierna hacia atrĆ”s y despuĆ©s a toda velocidad la enviĆ³ contra la entrepierna de Boris, que sĆ³lo vestĆa un ajustado calzoncillo que no protegĆa en nada sus testĆculos.
Ambos Ć³rganos fueron aplastados por la punta de la pesada bota del emperador.
—¡AAAAAAAAAAAY!
Boris emitiĆ³ un grito agĆ³nico y una mirada perdida cuando el dolor de sus genitales lo dominĆ³ por completo, causĆ”ndole nauseas, malestar estomacal y dolor en la cadera.
Rufus Van Aldin, el hijo mayor de Boris y quien iba a ser nombrado como rey de Christie fue conducido a una sala donde lo esperaba RĆ©gulo Cruise. El hijo menor de Asdrubal. Los guardias lo sujetaron a unas cadenas y le dejaron colgando de brazos.
RĆ©gulo esperĆ³ quedarse a solas con el joven y tras cerrar la puerta con seguro se acercĆ³ a Ć©l y le rompiĆ³ toda la ropa con una espada, franela y pantalĆ³n.
—¿QuĆ© aspiras? —rompiĆ³ el silencio Rufus, tenĆa mirada llena de odio—. ¿Eres tan enfermo como tu padre que quieres verme mojado en sangre? Hazlo. Mi sangre es mĆ”s limpia que la tuya, de eso estoy seguro.
RĆ©gulo nada dijo, simplemente se arrodillĆ³ ante Rufus, abriĆ³ los labios y metiĆ³ el pene del ciudadano de Trabis en su boca empezando a masturbarlo con los efectos de sus movimientos y la lengua. El miembro creciĆ³ y se hinchĆ³ hasta el punto que la saliva se escurrĆa haciendo largos hilos de baba que caĆan al suelo. La boca y lengua de RĆ©gulo no dejaban de recorrer y ensalivar el pene de Rufus.
RĆ©gulo sin decir nada, lo masturbaba mĆ”s fuerte y fue ahĆ cuando Rufus dio un rugido y eyaculĆ³. RĆ©gulo sintiĆ³ que el semen caliente le llenaba la boca y mĆ”s siguiĆ³ chupando, querĆa exprimirle hasta la ultima gota de su leche. Era un sabor agridulce. Rufus despuĆ©s de unos segundos gritĆ³: no pares. En aquel mundo las relaciones homosexuales era algo tan normal como comer, pero bajo la circunstancias de Rufus era algo extraƱo pues se consideraban enemigos y mĆ”s siendo Ć©l un esclavo.
Un golpe en la puerta y un intento de abrirla hizo que RĆ©gulo se apartara brutalmente.
—RĆ©gulo, ¿quĆ© ocurre? —era la voz del emperador—. ¿EstĆ”s bien? Abre la maldita puerta.
—S… sĆ, estoy bien. Enseguida abro.
Se quedĆ³ mirando a Rufus y con una toalla limpiĆ³ rĆ”pidamente su pene.
—No digas nada de esto a mi padre —le pidiĆ³—, si guardas silencio juro que te ayudarĆ© a escapar.
Rufus parpadeĆ³ varias veces y vio como RĆ©gulo abrĆa la puerta y decĆa a su padre que no se percatĆ³ que la habĆa cerrado.
—No he empezado con Ć©l, iba a hacerlo cuando llegaste.
—¿Por quĆ© no me sueltas y luchamos como hombres, Asdrubal Cruise? —interrogĆ³ Rufus desafiante.
—Si tu padre que es un veterano de guerra no pudo conmigo, tĆŗ tampoco, niƱato —Asdrubal tenĆa una sonrisa despiadada cuando enterrĆ³ una patada en los huevos de Rufus.
—Aaaaaarrrrgggg —rugiĆ³ Rufus al sentir sus bolas perder la forma cuando chocaron contra su pelvis.
El dolor pasaba de los testĆculos a todo su cuerpo. Rufus se sintiĆ³ mareado y con muchas ganas de vomitar. Era un dolor opresor que no le provocaba siquiera hablar. Asdrubal se divertĆa, asĆ que levantĆ³ la pierna deformando por una patada los cojones del que iba a ser rey de Christie.
Van Aldin gritĆ³ con toda la fuerza de sus pulmones, cerrando los ojos y abriendo la boca. Gruesas lĆ”grimas salieron de sus pupilas.
—Te matarĆ© —jurĆ³ Asdrubal acercĆ”ndose a Rufus y tomĆ”ndole de los testĆculos—, voy a arrancarte las huevas y se las darĆ© de comer a Boris.
Le apretĆ³ los testĆculos con las manos, estrujĆ”ndolos.
—¡AAAAAAAAAAAAAAH!
Un hilo de semen escapĆ³ de su pene. Asdrubal retrocediĆ³ limpiĆ”ndose las manos con asco. EstrellĆ³ la rodilla en los testĆculos de Van Aldin que no pudo resistir el intenso dolor y se desmayĆ³.
—¡Que inĆŗtil es! —se quejĆ³ Asdrubal despuĆ©s de azotar la cara del muchacho con fuertes bofetadas—. Se desmayĆ³ pero de esta no se salva —se dirigiĆ³ a su hijo y extrajo de su pantalĆ³n una empuƱadura con piedras esmeraldas—, quiero que lo mates con su propia espada. Te lo encargo.
EntregĆ³ la empuƱadura a su hijo y lo dejĆ³ en solitario con el inconsciente Rufus Van Aldin.
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