BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
—¿QuĆ© significa esto, grandisima puta?
Ari apareció ante el umbral de la puerta.
En su cama matrimonial yacĆa desnuda su esposa Eugenia entre los besos y abrazos de Chester, quien era su jefe. Los dos desprevenidos amantes dieron un brinco espantoso cuando fueron descubiertos por el marido.
—¡Ari, Ari, mi amor! ¡No es lo que tu crees! —respondió Eugenia aterrada cubriĆ©ndose las tetas como si alguno de esos hombres no la hubiera tenido desnuda antes—. Te lo puedo explicar todo.
—¡CĆ”llate! Me estĆ”s engaƱando desde hace mucho tiempo.
—¿QuĆ© haces aquĆ, Ari? —rugió Chester—. Se supone que te dejĆ© en el local.
—¡En el local para que te vinieras a cojer a mi esposa, hijo de puta!
—¡CĆ”lmate amigo, calma!
—¡La calma te la metes por el culo!
Tras su rugido, Ari se fue a la cama haciendo levantar a Chester a los golpes, un grito asustado de Eugenia no lo hizo detener.
Todo inició semanas atrĆ”s cuando una vecina chismosa, que decĆa querer como a un hijo a Ari se reunió con Ć©l y le explicó las veces que su esposa metĆa a un hombre, (con las caracterĆsticas de Chester) en su ausencia dentro de la casa.
En un principio Ari no lo quiso creer e insultó a la vieja por mentirosa.
Pero su duda se resolvió cuando su jefe lo dejaba solo por horas en el local y se desaparecĆa sin dar motivos. La semana pasada aprovechando la ausencia de Chester en el taller, Ć©l se escapó y descubrió que fuera de su casa se estacionaba la motocicleta de Chester.
Que dolor sintió.
Y esa mañana se atrevió a entrar a casa descubriendo en su propia cama a la puta de su esposa y al traidor del jefe.
—Hijo de puta, mal parido! —Ari estaba furioso. Entregando golpes al rostro y cuerpo de un desnudo Chester.
De repente viendo su desnudez Ari sintió un alto nivel de furia y no le importó causarle un profundo dolor o actuar de forma desleal en una pelea de hombres pero actuó bajo y le dio un puntapié en las gónadas al que fue su jefe.
—¡AAAaaay! —Chester se extremeció de dolor. Abrió la bolas y se llevó ambas manos a las bolas sin poder moverse.
—Ari, detente. No lo hagas —pedĆa una llorosa Eugenia.
Ari no la escuchaba, en ese momento impactaba un golpe en el rostro del viejo, quien se fue de bruces al suelo dejando para su desgracia las piernas abiertas. Ari continuó con una patada fulminante a las bolas del viejo Chester, también le dio varios puntapie a sus abdominales, quien quedó casi desmayado del dolor, por lo que se giró y miro a su mujer con los ojos llorosos:
—Eres una grandisima puta. JamĆ”s me espere eso de ti. Quiero el divorcio y me voy a quedar con mi hija. No va a crecer al lado de una mujer como tĆŗ. Una zorra.
—No, Ari, no. Esto no es como tĆŗ crees. Yo siempre me arrepiento de esto. TĆŗ eres un buen hombre y yo siempre te doy lo mejor.
Lo que Ari nunca se esperó fue el puñetazo que recibió desde atrÔs de parte del traidor.
—¡AAAAAAY!
El grito fue la dolorosa sorpresa de Ari cuando sus sensibles testĆculos recibieron los nudillos de Chester y rebotaron contra su pelvis.
—No, no, no. No le hagas daƱo.
Eugenia salió de la cama e hizo retroceder a Chester cuando Ari caĆa de rodillas con una mano en la dolorida entrepierna. Cerraba los ojos procesando el terrible dolor que le subĆa a la cadera y lo debilitaba.
Eugenia lo estaba logrando, habĆa entregado la ropa a Chester y lo estaba sacando de la habitación dejando atrĆ”s a un dolorido Ari.
—Me voy —le decĆa Chester—, tienes que tranquilizarlo. Si esto pasa a mayor nos jodemos los dos.
—Vete, Chester, vete.
Pero fueron alcanzados por el furioso Ari quien empujó a Eugenia al suelo y le reventó la boca de un puñetazo a su ex jefe.
Chester cayó al piso escupiendo sangre y dejando las piernas irremediablemente abiertas otra vez.
Con violenta furia y si se tratase de un balón de rugby Ari pateó la entrepierna de Chester. Quien lanzó un terrible alarido cuando uno de sus testĆculos se fracturó.
HabĆa sido una patada colosal, como nunca antes dada.
Chester se revolcó por el suelo escupiendo sangre y baba. DecĆa palabras incoherentes con la mirada perdida intentando consolar en vano sus dolor genital.
Ari lo escupió. Por último miró a su mujer.
—No quiero saber mĆ”s de ti, puta. No te atrevas a volver a acercarte a mi o discutir la custodia de tu hija. Ella se queda conmigo. No lo busques, ¡puta!
—¡No! —lloró Eugenia. PederĆa para siempre a aquel buen hombre, mĆ”s nunca lo iba a tener ni podrĆa posar su cabeza en su pecho despuĆ©s de hacer el amor.
Ari se fue y Chester se quedó en el piso levantando el trasero en medio de sus machacados testĆculos.
Eugenia intentó auxiliarlo.
—¡Mis bolas, mis bolas! —repetĆa Chester, el dolor era terrible. SabĆa que tenĆa un testĆculo mortalmente lastimado.
—¿QuĆ© hago? —gritó desesperada Eugenia.
—Llama a un amigo, Ć©l me llevarĆ” a un hospital, mi esposa no puede saber que estoy aquĆ.
—¿QuĆ©?
—No harĆ© un escĆ”ndalo de esto. Tengo 7 hijos. No voy a perder mi matrimonio.
—Pero yo…
—¡NO ME IMPORTA! LLAMA A MI AMIGO……… ¡AY MIS BOLAS!
Eugenia apretó su mano en un puƱo y lo aterrizó en los testĆculos de Chester. Quien abrió los ojos como platos y profirió un angustiado grito:
—AAAAAAAAAAAAAAAAH
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