Hijos de Bastian (3/3): ¡ánimos, hermano! - Las Bolas de Pablo

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11 abr 2020

Hijos de Bastian (3/3): ¡ánimos, hermano!


CONTIENE
SEXO HETEROSEXUAL
BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   Ya alguien se encargó de decir que la juventud era un divino tesoro y es que en ese momento de la vida se realizan tanto aventuras como locuras. Cinco amigos decidieron juntarse para darse un festín sexual con una sola mujer. Andreina era una chica ninfómana la cual tenia problemas psicológicos en su hogar que son irrelevantes detallarlos en ésta publicación y sin embargo los hijos de Bastian ya habían hablado de ella con anterioridad (1ra entrega).


   Daniel, un muchacho negro amigo de Martín se paró detrás de Andreina y comenzó a frotar su erección guardada en del calzoncillo contra el trasero de la muchacha que no era fea pero tampoco exclusivamente bonita.



   El voluminoso negro agarró las caderas de Andreina y se echó a reír.



   Andreina lo ignoró, en su apetito sexual no se encontraba aquel joven negro.



   El excitado Daniel siguió apuntando su erecto mástil contra las nalgas de Andreina.



   —Comienza conmigo. Todos sabemos que la verga te gusta. Voy a hacer que te bañes en mi le...



   Daniel fue interrumpido cruelmente cuando Andreina subió el talón entre sus muslos, levantando el cuerpo de Daniel del suelo, haciéndole poner los ojos como platos.



   Andreina no le prestó atención cuando dio un gutural gruñido y se desplomó en el suelo, agarrando su entrepierna.



   El resto de los amigos se rieron y aplaudieron mientras Daniel se retorcía en el suelo, gimiendo sin aliento.



   Allí estaban cuatro muchachos ya reconocidos. Germán, Martín, Efraín y Fabio.



   Andreina sonrió y se dio la vuelta.



   —Daniel, si quisiera que alguien me follara, me gustaría que fuera un chico con una polla más grande. Tú estás fuera de ránking, no heredaste la genética de tu orgullosa raza africana.



   El resto de los jóvenes se carcajearon de la risa cuando la cara de Daniel se sonrojó. El negro prefirió quedarse quieto procesando el dolor de bolas y la humillación.



   Andreina miró a los hermanos Chacón y les guiñó un ojo.



   Efraín sonrió y miró su pene grueso que colgaba sin erección entre sus muslos. —¿Me estás pidiendo una cita, preciosa? —sonrió.



   —Sí —arulló Andreina con voz seductora para luego ronronear.



   Los muchachos se rieron.



   Germán estaba sentado solo, completamente desnudo. Su polla era casi tan grande como la de Efraín, y colgaba tranquilamente entre sus piernas.



   —Germán —dijo Martín de repente—. Te noto ausente.



   Germán sonrió.



   —¿Qué pasa, bebé? ¿No quieres jugar conmigo, chiquillo? —preguntó Andreina, amasandose las tetas.



   —Yo sé lo que le pasa —intervino Fabio, su mejor amigo desde siempre—. Es por culpa de Diana Agostino. El muy tonto de Germán la estaba conquistando pero al final la perra se fue con otro tipo.



   Germán lo miró fijamente.



   Fabio sonrió abiertamente. —Soy tu mejor amigo mi deber es darte ánimos.



   Germán se rió.



   —O —Efraín lo interrumpió, sonriendo—. Nuestro deber como hermanos es velar por tu felicidad y nunca verte triste ni decaído.



   Germán levantó las cejas.



   Los muchachos comenzaron a reírse a excepción de Daniel, que estaba en el suelo, todavía gimiendo de dolor y sobando sus pelotas.



   —Quizás —argumentó Martín—, deberíamos enfocarnos en llevarte a la gloria campeón.



   Los muchachos formaron un semicírculo frente a Germán que se rió nerviosamente.



   Se rascó la cabeza y sonrió. —¿Que traman, muchachos?



   De repente, los chicos se abalanzaron y agarraron a Germán, levantándolo del asiento.


Martín

   Germán empezó a luchar, sin oportunidad alguna contra su amigo y los hermanos, con Efraín y Martín separando sus piernas.



   Fabio se paró frente a él, sonriendo y apretando los puños.



   La polla de Germán comenzó a crecer, elevándose constantemente hasta que estuvo dura como roca y apuntando al techo, otorgándole a Fabio una vista completa de sus testículos carnosos y colgantes.



   —Vamos, muchachos —suplicó Germán, sonriendo nerviosamente—. Ustedes no pueden hacerme esto.



   Fabio sacudió la cabeza y echó el brazo hacia atrás antes de lanzarlo contra la entrepierna de Germán.



   Los nudillos del hermanastro de Camilo chocaron con las fuertes bolas de Germán con un ruido sordo, haciendo que su cuerpo se sacudiera y sus ojos se cerraran.



   Lanzó un grito de ultratumba que quedó en el olvido por las risas de los otros muchachos.



   Andreina estaba de pie detrás de Fabio, mirando la entrepierna de Germán mientras Fabio golpeaba las pobres bolas de su amigo una y otra vez más, provocando diversos tonos agonizantes en los labios de Germán.



   Golpe tras golpe pulverizó los jugosos testículos del hijo de Bastian.



   Después de una docena de golpes, Fabio hizo una pausa, mirando a Germán a los ojos.



   Germán estaba jadeando y gimiendo, haciendo muecas de dolor. —Bastardo —gruñó.



   Fabio lanzó otro golpe brutal a los cojones de Germán, haciendo que su amigo chillara de agonía testicular.



   Su pene se retorcía y su cabeza rosada  brillaba con líquido preseminal.



   Fabio volvió a golpear las bolas de Germán, logrando que el muchacho aullara de dolor. Su polla volvió a temblar, y una gota de presemen resbaló al suelo.



   Andreina se rió.



   —Ya... basta —dijo Efraín—. Estamos aquí para que nuestro hermanito goce. Andreina chupa su pene.



   Andreina se frotó las manos emocionada.



   —¡Hazlo! —intervino Martín—. Que lo disfrute y olvide a la zorra de Diana.



   Andreina sonrió alegremente, e intercambió lugar con Fabio.



   Germán gimió e hizo una mueca, sus piernas seguían separadas, su pene apuntaba a la cara brillando con presemen.



   Andreina se arrodilló entre los muslos de Germán y lo miró, guiñando un ojo.



   Germán se rió entre dientes.



   Andreina, agarró el gordo pene de Germán y lo sacudió un par de veces. Agarró las inmensas bolas y las apretó con fuerza, haciendo que Germán tirara la cabeza hacia atrás.



   Andreina se lamió los labios y abrió mucho la boca.



   Aferrándose a los testículos de Germán con ambas manos, enterró el pene en su boca.



   Germán gimió.



   Pronto, la cabeza de Andreina se balanceaba arriba y abajo sobre la barra carnosa.



   Mientras chupaba la polla de Germán, Andreina amasó las bolas entre sus manos, aplastándolas, haciendo que Germán gritara de dolor entre gemidos de placer.



   De repente, el cuerpo de Germán se tensó.



   —Aquí viene —sonrió Martín.



   Los sonidos sordos de la mamada llenaron la habitación.



   Andreina soltó las bolas de Germán solo para apretar el puño y enviar un golpe de tipo gancho entre sus muslos. Los nudillos impactaron con las ciruelas de Germán, embistiéndolas contra su cuerpo.



   Germán echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar un grito profundo.



   Las mejillas de Andreina se hincharon cuando el río de semen inundó su boca, saliendo por las comisuras de sus labios y cayendo al suelo.



   Las bolas de Germán se apretaron mientras bombeaban disparo tras disparo de la deliciosa crema en la boca de Andreina. De los tres hijos de Bastian el semen de Germán era el que tenía mejor sabor.



   Los ojos de Andreina estaban cerrados mientras se tragaba la mayor cantidad de leche que podía.



   La chica volvió a apretar el puño y golpeó con fuerza las drenadas bolas de Germán.



   Germán gritó de dolor.



   Finalmente, Andreina dejó que la polla saliera de su boca. Ésta chocó con los abdominales de Germán haciendo un sonido húmedo de los últimos chorros de esperma que le quedaban.



   Andreina tragó saliva y se lamió los labios. Sonrió y juguetonamente golpeó las pelotas de Germán con la palma de su mano. El semen bajaba por su barbilla y cuello, no las desperdició, era deliciosa, dulce.



   Los muchachos se rieron y felicitaron a Germán quien se acurrucó en el suelo, agarrándose los huevos y gimiendo de dolor.



   Andreina se levantó y sonrió.



   Dos minutos después, era Efrain quien la tenia levantada entre sus brazos follandola a todo ritmo del vaivén de su cadera.



   Germán y Daniel continuaban en el suelo.

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