Robot: el especimen correcto - Las Bolas de Pablo

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8 abr 2020

Robot: el especimen correcto

En los Ćŗltimos dĆ­as de cuarentena social ha sido inevitable el publicar historias, hoy presento una nueva que hasta el momento no me tiene del todo convencido si continuar su publicaciĆ³n, ruego sus votos al final del relato y comentarios para conocer su opiniĆ³n para convertirla en serie, tengo otros 2 capitulos escritos ya que no sĆ© si publicar.

CONTIENE
LEVE BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   El vehĆ­culo Ćŗltimo modelo girĆ³ hacia el camino cerrado y subiĆ³ lentamente la calle llena de baches hacia la gran casa de piedra oscurecida por el cielo nocturno de luna llena. Se detuvo en el camino circular y el conductor tocĆ³ la bocina dos veces. La gran puerta de entrada de roble se abriĆ³ y el contorno negro de un enano se reflejĆ³ en la entrada de piedra por la luz del vestĆ­bulo detrĆ”s de Ć©l.


   El conductor se desmontĆ³ abriĆ³ la parte trasera de la camioneta y llamĆ³ al enano: —Ivan, ven aquĆ­ y dame una mano.



   El enano saltĆ³ hacia el vehĆ­culo cuando el hombre sacĆ³ un cuerpo inerte de la puerta trasera.



   —AquĆ­, toma sus pies, pesa una tonelada.



   Los dos llevaron la figura dentro de la casa, el hombre cerrĆ³ la puerta de un puntapiĆ©. Maniobraron el cuerpo en una camilla que lo esperaba y lo llevaron por el largo pasillo de piedra hasta un ascensor.



   No se intercambiaron mĆ”s palabras entre los dos hombres como si todo el extraƱo recorrido que se estaba realizando se hubiese ensayado de antemano. El hombre alto presionĆ³ un botĆ³n y el elevador descendiĆ³ lentamente. Cuando llegĆ³ al fondo, la puerta se abriĆ³ a un corredor frĆ­o de hormigĆ³n iluminado por tubos fluorescentes. Los dos empujaron la camilla a travĆ©s de las puertas dobles iluminadas al final del pasillo.



   La sala estaba brillantemente iluminada y cuando los dos hombres entraron con su carga, un coro estridente de monos parlanchines encerrados en jaulas acompaƱaron su progreso hacia el otro lado de la sala.



   —Ɓtalo. El sedante desaparecerĆ” pronto y quiero que estĆ© inmĆ³vil cuando comencemos el procedimiento.



   El Profesor Doctor Ferenc von Fleckenstein, el brillante bioingeniero hĆŗngaro, experto en inteligencia artificial y robĆ³tica, hizo una pausa y mirĆ³ el cuerpo. Era un buen sujeto y perfecto para el experimento, reflexionĆ³. Era pura casualidad que se hubiera encontrado con el muchacho en aquel bar. HabĆ­a visitado el lugar durante varias semanas con la esperanza de encontrar el espĆ©cimen correcto. Estuvo encantado de dar con el joven indicado esa noche.



  Se pasĆ³ los dedos por el cabello ondulado con manchas grises. Estaba cansado pero tenĆ­a que terminar esa parte del proyecto esa noche. Se dio la vuelta y regresĆ³ por las puertas dobles.



   Ivan trabajĆ³ rĆ”pidamente para desvestir al muchacho en la camilla y atarle las correas y arneses que lo dejarĆ­an inmĆ³vil cuando despertara de su droga que lo indujo al sueƱo. LevantĆ³ los brazos del hombre sobre su cabeza y le puso una camiseta azul sobre su vientre, pecho y luego sobre su cabeza, no apartaba la mirada de los pronunciados abdominales y pectorales. No tenĆ­a cinturĆ³n en su pantalĆ³n y resultĆ³ fĆ”cil abrir los botones al instante, tirando de ellos por los tobillos. Mientras alcanzaba la pretina de los calzoncillos y los bajaba lentamente, no pudo evitar sentir una punzada de emociĆ³n mientras seguĆ­a el rastro del tesoro hasta el rizado vello pĆŗbico rubio, revelando finalmente el pene y el escroto. El joven enano tenĆ­a hambre de experiencia sexual con otro ser humano, de cualquier sexo, que le habĆ­a sido negado debido a su apariencia. No podĆ­a evitar tocar ligeramente los genitales del inerte, se sentĆ­a maravillado, los Ćŗnicos que habĆ­a visto que no fueran los suyos.



   Pero tenĆ­a trabajo que hacer y se dio cuenta de que tenĆ­a que terminar de asegurar el cuerpo a la camilla, lo que hizo rĆ”pidamente. Luego se retirĆ³ a una esquina de la habitaciĆ³n, se sentĆ³ y esperĆ³. Pasaron solo unos minutos antes de que los ojos del hombre se abrieran y gritara:



   —¡Ayuda!



   En este punto, sabĆ­a que tenĆ­a que proceder rĆ”pidamente preparando al sujeto para el experimento. Se acercĆ³ al joven y rĆ”pidamente aplastĆ³ sus testĆ­culos con un puƱetazo, haciĆ©ndole callar y quejarse del dolor. Cuando terminĆ³, regresĆ³ a su rincĆ³n y esperĆ³ al mĆ©dico que apareciĆ³, vestido con su uniforme verde, mĆ”scara quirĆŗrgica y guantes de lĆ”tex.



   —Hola Toby, espero que estĆ©s descansando cĆ³modamente —dijo Fleckenstein a su paciente.



DOS AƑOS ANTES



   El taxi de Fleckenstein se detuvo en un lujoso hotel de Nueva York, pagĆ³ la tarifa y entrĆ³ al vestĆ­bulo. Solo llevaba su maletĆ­n con su computadora portĆ”til y papeles.



   DespuĆ©s de su presentaciĆ³n, que estaba programada para las 3 de la tarde, se irĆ­a a su casa en el vuelo de las 11 de la noche, por lo que no habĆ­a necesidad de esta ahĆ­ por mucho tiempo. RevisĆ³ apresuradamente el programa del evento para ver el nĆŗmero de asistentes, pidiĆ³ algunas indicaciones y se dirigiĆ³ al ascensor.



   Estaba sonrojado y ansioso por ver cĆ³mo sus colegas recibirĆ­an su presentaciĆ³n. Estaba a punto de presentar el avance mĆ”s sorprendente en robĆ³tica y bioingenierĆ­a jamĆ”s imaginado. Sus conclusiones despuĆ©s de cinco aƱos de estudio fueron revolucionarias. Estaba convencido que por primera vez serĆ­a posible crear un robot, indistinguible, en todas sus apariencias externas, un humano. Este autĆ³mata serĆ­a controlado por la electrĆ³nica, pero su fuerza vital serĆ­a la fuente muy elemental de la vida misma, los espermatozoides.



   EntrĆ³ en la sala de conferencias y fue recibido por 20 de los cientĆ­ficos mĆ”s distinguidos de su profesiĆ³n. Eran las 2:57 y estaba ansioso por comenzar. Mientras preparaba la presentaciĆ³n en Power Point, los hombres y las mujeres se sentaron frente al podio y esperaron a que comenzara. Durante la siguiente hora, Fleckenstein creciĆ³ elocuentemente con sus hallazgos hojeando diapositiva tras diapositiva. HabĆ­a comenzado pidiendo que las preguntas se reservaran hasta el final de su exposiciĆ³n. Mientras terminaba su conferencia y finalmente hacĆ­a preguntas, se encontrĆ³ con un silencio ensordecedor, seguido poco despuĆ©s de un movimiento de pies y el roce de las sillas. Hubo un murmullo de voces y uno por uno los cientĆ­ficos se excusaron y se dirigieron hacia la puerta. Karl Young, un amigo de la universidad, subiĆ³ al podio con cara de vergĆ¼enza. le agradeciĆ³ y dijo que lamentaba que no hubiesen comentarios posterior a la conferencia. Dijo que estaba seguro de que una vez que hubieran tenido la oportunidad de reflexionar sobre sus conclusiones, se producirĆ­a una animada discusiĆ³n en Internet.



   Fleckenstein estaba desconcertado por la respuesta. No dijo nada mĆ”s, empacĆ³ su equipo y papeles, saliĆ³ del hotel y tomĆ³ un taxi para ir al aeropuerto.



   En los dĆ­as que siguieron a su regreso a casa, se dio cuenta de las conclusiones a las que habĆ­an llegado sus colegas cientĆ­ficos: en resumen, estaba loco. Los blogs de Internet se llenaron de discusiones sobre sus hallazgos, todos argumentaban que lo propuesto era imposible. Algunos comentarios eran risibles, otros expresaron tristeza porque tal destino le habĆ­a sucedido a un cientĆ­fico tan distinguido.



   DespuĆ©s de digerir las crĆ­ticas en un estado de incredulidad, fue preso de una furia incontenible. Todos los que se cruzaban en su camino temĆ­an por su vida, particularmente Ivan el enano. DespuĆ©s de una semana, sin embargo, su comportamiento cambiĆ³ por completo. Estaba decidido a demostrar que estaba en lo correcto y que lo que habĆ­a propuesto era realmente posible. ConstruirĆ­a el autĆ³mata y lo mostrarĆ­a el mundo. ¿QuiĆ©nes eran estas esas personas para dudar de un gran cientĆ­fico y su trabajo mĆ”s brillante?

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