CONTIENE
BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
—Lo que menos pretendo con esta reunión es que Horacio te quiera ver la cara de estĆŗpida —le dijo Mariana a Beatriz. Se habĆa citado con la esposa de su ex novio con la maligna idea de hacer pasar un mal rato al hombre con su matrimonio—. Horacio me estuvo contactando recientemente, ventilando cosas de su vida privada, quiero que lo compruebes por ti misma.
La psicópata ex novia del primo de Pablo Chacón iba acompaƱada de una carpeta cargada de fotografĆas, la primera que extrajo fue varias hojas impresas con las conversaciones de facebook donde el varón la saludaba y despuĆ©s comunicaba todos los por menores del problema de fertilización en Beatriz. Y otros candentes temas del recuerdo.
—Esto no me lleva a nada —comunicó la rubia mujer. Sin embargo a lo interno de su ser se sentĆa burlada de que Horacio le contase a esa mujer sobre los problemas de su vida. MĆ”s rabiosa estuvo de las burlas que hizo la chica cuando leyó:
«Yo podrĆa darte todos los hijos que quisieras».
Mariana se acomodó el cabello y continuó esparciendo ponzoña.
—Pero no vayas a creer que esa comunicación murió ahĆ —extrajo otra conversación—. Es por eso que como mujer quiero hablarte para que no caigas en mentiras que Ć©l te pueda hacer. Si lo hizo una vez lo harĆ” muchas.
La fotografĆa hacĆa ver que Horacio y Mariana se iban a encontrar en un conocido bar.
—Me tome el atrevimiento de solicitar al dueƱo del bar la grabación de la cĆ”mara de seguridad —ubicó en su celular el video que proyectaba la imagen de aquellos efimeros amantes de una noche—. El video, Beatriz, muestra tambiĆ©n la fecha para que te hagas una idea de cuando ocurrió y puedas constatar por ti misma.
Beatriz afirmó con la cabeza y sĆ, recordaba aquella puta fecha. Casualmente Horacio le dijo que tenĆa que acudir al proyecto Bastian y se fue de casa por una noche. Resulta que habĆa pasado el tiempo con la cretina que estaba a su frente. El archivo no mostraba mĆ”s que poses de coqueteo con miradas y sonrisas risueƱas.
—Al salir de ese bar nos fuimos a mi departamento —indicó Mariana ahora mostrĆ”ndole la imagen de cĆ”mara de seguridad de ellos ingresando por la puerta principal del edificio, seguido se proyecto donde ambos se daban algunos besos apasionados en el ascensor y por Ćŗltimo cuando ingresaron a la residencia de la mujer—. Y bien, Beatriz, esa noche Horacio se quedó conmigo.
La rubia afirmó con la cabeza, se sentĆa extremadamente triste, dolida, burlada y frustrada con todas las desgracias que le estaban pasando.
—No tengo nada que decirte. Finalmente Horacio es mi esposo y estĆ” conmigo.
Mariana alzó una ceja, no se esperaba aquella soberbia respuesta de esposa. Aunque a legüas se observaba que Beatriz estaba mal. Pero la mujer no tardó en continuar con su juego.
—SerĆ”s su esposa. Pero si te engañó conmigo no sabrĆ”s con quien mĆ”s lo hizo. Horacio quiere un hijo y tĆŗ no se lo puedes dar.
—¡Suficiente! —indicó Beatriz, herida. Tomó su bolso y se alzó de la silla—. Me voy, no tengo nada que hacer aquĆ.
—¿QuĆ© vas a hacer con Horacio? Ten, lleva estas fotos.
—Ahorralas para ti. Para que las uses de papel de reciclaje.
Mariana echó una risa que colmó la paciencia de Beatriz. La hermosa rubia subió a su vehĆculo y se echó a llorar sintiĆ©ndose inĆŗtil y burlada. CreĆa tener un matrimonio feliz con su esposo. Horacio parecĆa desvivirse por ella. Que mal estaba. Y lo que era peor es que seguĆa al pie de la letra el tratamiento de fertilidad del loco Bastian sin Ć©xito alguno, ahĆ estaba la raĆz de su problema. (O eso creĆa ella).
Que mal estaba, quizĆ”s le correspondĆa cuidar gatos o perros.
La mujer lloró por mucho tiempo sin saber que después del dolor llegaba la rabia y por último la venganza.
Llegó a casa completamente recuperada, allà estaba su marido y actuó normal ante él. De echo en el almuerzo le preparó su pasta favorita. Lo colmó de besos y le aseguró que esa noche iba a ser especial.
—Quiero amarrarte, mi amor —le dijo Beatriz cuando el momento llegó—. Para hacerte muchas cosas ricas.
Horacio le regaló una sonrisa pĆcara. Estaba ya desnudo y su rĆgida polla apuntaba al techo, blanca y orgullosa llena de venas. Beatriz buscó unas sogas y ató sus brazos a la cabecera de la cama.
—CariƱo, no puedo esperar al montón de cosas ricas que me harĆ”s —aseguró un inocente Horacio.
Beatriz le guiñó un ojo.
—Para empezar quiero que me hables de Mariana.
—¿QuĆ©? —parpadeó Horacio. El nervio lo traicionó cuando empezó a mover sus brazos firmemente sujetados.
—Quiero que me hables de Mariana y la noche que pasaste con ella cuando me dijiste que ibas a viajar.
—Eh… mi amor… eh, sueltame para hablar, ¿quĆ© es esto?
—¡Que me expliques, carajo! —Beatriz envió el puƱo entre las piernas de Horacio, justo en sus grandes papas.
Al primo de Pablo Chacón se le desorbitaron los ojos con un grito ahogado.
—La muy puta esa se ha atrevido a reunirse conmigo para contarme las asquerosidades que haces con ella. ¿Como te atreviste?
—Fue una sola vez, mi amor. Y me arrepiento —el rostro de Horacio se mezclaba de dolor y angustia.
—¡Descarado!
Beatriz impulsó sus nudillos contra las bolas de su esposo, estrellando sus testĆculos contra su pelvis.
Hiracio respondió con un lastimero alarido.
—Deten… detente, mi vida —le suplicó—, ay, podemos hablar. Me duele. Tienes que oĆrme.
—¿Y sabes lo que mĆ”s me duele? —interrogó en medio de lĆ”grimas Beatriz dando su primera bofetada en el rostro de Horacio que le dejó la mejilla roja—, que le contaras a esa puta de mi problema de fertilidad. Fui su burla, Horacio. Por tu culpa.
La rubia golpeó el cuadrado rostro de Horacio enrojeciendo su otra mejilla.
—Mi amor pero…
Fue inmediatamente silenciado con un puƱetazo en sus papas. Aquellos golpes cargados de furia era mĆ”s dolorosos que los que recibĆa en el proyecto Bastian. Su pecho se agitaba al ser presa del dolor gonadal, gemĆa, dolorido queriendo que su esposa lo soltase para hablar con ella entre sus brazos.
—Contando nuestra vida privada, no lo puedo creer, Horacio —la mano de la muchacha se movió hacia los cojones de su marido, dejando reposar los inmensos huevos en la palma para luego cerrarla. Aplastando las grandes piezas que tanto semen regó por su cuerpo cuando eran novios. Les dio un fuerte apretón arrancĆ”ndole un chillido desesperado a su marido.
Cuando le soltó de los aguacates, Horacio tenĆa respiración agitada. Beatriz lo tomó de los cabellos y la obligó a mirarle a los ojos.
—Quiero que me escuches, a partir de Ć©ste momento me irĆ© a casa de mi madre.
—No, amor.
—¡SĆ! LlamarĆ© a Dereck o Gastón para que venga y te desate. AdemĆ”s de eso esta tarde me comunique con mi prima Aida.
—¡Amor, no!
—Y maƱana me reunirĆ© con ella.
—¡No, mi vida!
—EstĆ” decidido. Ella serĆ” mi abogada para el divorcio.
Horacio empezó a llorar y luchó inútilmente contra sus ataduras mientras Beatriz haciéndose la fuerte pudo huir de la habitación sin mirar atrÔs.
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